Flamenco, vino, caballos… y ciencia

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Cuando se reúnen para hacerse las fotografías con las que se ilustra este reportaje, Alejandra, Mercedes, Eugenio y Enrique charlan entre ellos. Algunos se conocían, otros son la primera vez que coinciden. Todos tienen algo en común: son jóvenes, sobradamente preparados, científicos… y jerezanos. En una ciudad en la que huelga decir que los caballos, el flamenco y el vino son sus tres pilares fundamentales, ellos van más allá. Y alzan la voz para decir: aquí estamos. Cada uno desde sus disciplinas de estudio e investigación, con el poso que les dan sus años de experiencia, participan en el II Encuentro de la Ciencia de Jerez, un evento organizado por la asociación Unidos por Santiago, que busca promover la vocación científica de los jóvenes, y también divulgar los últimos avances en la lucha contra el cambio climático. Guerra, González, Morión y Marín, paseando por el campus de la UCA.  JUAN CARLOS TOROReducir las emisiones de efecto invernadero, mejorar la eficiencia energética, implementar prácticas agrícolas responsables o apostar de forma decidida por la conservación de la biodiversidad son algunas de las recetas recomendadas en este difícil camino. Es el principal reto de estos tiempos. [articles:341247]Desde Jerez, Alejandra Guerra, doctora en Biología Molecular y Biomedicina empeñada en democratizar las etiquetas de los productos que consumimos; Mercedes Nieves Morión, doctora en Biología que estudia unos microorganismos que pueden contribuir a la reducción de dióxido de carbono; Enrique González Ortegón, biólogo experto en el análisis de especies invasoras que amenazan las costas; y Eugenio Marín, experto en sistemas de reutilización de agua, cuentan qué se puede hacer, desde sus particulares puntos de vista, para mitigar los efectos del cambio climático. Ellos tienen el saber, y quieren difundirlo. Que se conozca, que se reconozca y, sobre todo, que se apueste por la investigación.Mercedes Nieves Morión, doctora en BiologíaEs investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto de Bioquímica Vegetal y Fotosíntesis (IBVF), donde lidera un proyecto sobre el papel ecológico de los microorganismos fotosintéticos y su manipulación genética para enfrentar el cambio climático. Licenciada en Ciencias Ambientales por la Universidad de Cádiz, con un máster en Oceanografía.Mercedes Nieves Morión, hablando con Enrique González Ortegón.   JUAN CARLOS TORO“Siempre sentí una gran fascinación por la naturaleza, especialmente por las plantas y por la vida microscópica. Recuerdo el momento en que, durante mis estudios de Ciencias Ambientales, observé por primera vez una microalga al microscopio. Me impactó la perfección de sus formas, su sofisticación, su belleza... y, sobre todo, su papel esencial en la dinámica y evolución de la Tierra”, dice Mercedes Nieves Morión, doctora en Biología.  Durante toda su carrera investigadora, ha trabajado en torno a los microorganismos fotosintéticos. “Aunque son invisibles a simple vista, estos pequeños organismos desempeñan un papel fundamental en la Tierra. Al igual que las plantas, realizan la fotosíntesis, y juegan un papel clave en el equilibrio de los ecosistemas y la estabilidad del medio ambiente”, explica. Además, contribuyen “a la regulación del clima, reduciendo las concentraciones de dióxido de carbono, un potente gas de efecto invernadero, y ayudan a reducir el cambio climático”."Sin investigación no hay desarrollo, y sin desarrollo... no hay futuro"Con su ponencia, persigue varios objetivos: “Me gustaría que despertara un mayor interés por la ciencia y la investigación, que tomemos conciencia de que sin investigación no hay desarrollo… y, sin desarrollo, no hay futuro”. “Sería muy importante que Jerez comenzara a valorar, conservar y fomentar ese potencial humano, que a menudo pasa desapercibido”, insiste.  Gracias a la financiación del Ministerio de Ciencia, la doctora en Biología jerezana pudo desarrollar su primer proyecto como investigadora principal, abriendo una nueva línea de investigación en su centro, el IBVF-CSIC. “Estudio la biología de una simbiosis marina muy especial: dos microorganismos fotosintéticos que conviven y se benefician mutuamente. Sabemos que esta simbiosis tiene una enorme importancia ecológica, ya que estos organismos están distribuidos por todos los océanos y contribuyen de forma significativa a la reducción del dióxido de carbono atmosférico, además de mantener el equilibrio ambiental marino. De ahí la urgencia de seguir investigándolos”, defiende.Eugenio Marín, experto en reutilización de aguaEugenio Marín es licenciado en Ciencias Ambientales, máster en Investigación y Avances en Microbiología y doctor en Tecnologías del Agua por la Universidad de Granada. Es experto en reutilización y desalación de agua, y en producción de H2 verde. Forma parte del departamento de Innovación y Tecnología de Aqualia desde 2018. Ha participado en numerosos proyectos nacionales e internacionales.Eugenio Marín trabaja en el departamento de Innovación y Tecnología de Aqualia.  JUAN CARLOS TORO“Mi obsesión es cambiar la visión que existe de las depuradoras. Mucha gente piensa que son un vertedero donde tratamos un residuo y contaminamos el río. Y no es así, para nada. Las depuradoras son mucho más. Tratamos residuos peligrosos con patógenos y los convertimos en productos con valor añadido. Con el agua depurada obtenemos energía”, dice Eugenio Marín, a modo de presentación.En la empresa en la que trabaja, Aqualia, donde está adscrito al departamento de Innovación y Tecnología, quieren cambiar el término depuradora por “biofactoría o biorefinería”. Y se explica: “El agua residual tiene un gran potencial: cuenta con nitrógeno, fósforo, poder energético y materia orgánica que pueden alimentar comunidades bacterianas y microbiológicas para obtener bioproductos”.Todo esto y más lo explica en el certamen sobre ciencia que acoge Jerez. Para él, “estos encuentros son clave para mostrar que en Jerez hay buenos investigadores, más allá de los tópicos. Hay mucha gente de gran nivel que, lamentablemente, muchas veces tiene que emigrar. Por eso es necesario visibilizar lo que hacemos”."Una ciudad circular aprovecha los residuos que genera; Jerez puede serlo" En el Encuentro de la Ciencia jerezano, Marín se centra en el papel del tratamiento de aguas residuales en lo que se vienen a llamar “ciudades circulares”. “Una ciudad circular aprovecha todos los residuos que genera. Lo que para muchos es un residuo, para nosotros es un recurso; solo hay que transformarlo y darle valor añadido”, aclara.Para Marín, “Jerez podría ser una ciudad circular en el futuro. De hecho, ya hemos solicitado un proyecto en Horizonte Europa, con la CTA (Corporación Tecnológica Andaluza) como coordinadora, y vamos de la mano en este objetivo Aqualia, Ayuntamiento de Jerez, Azucarera Española y la Consejería de Industria, Energía y Minas de la Junta de Andalucía. Si lo conceden, pondremos en marcha actividades para convertir Jerez en una ciudad circular”.Sin embargo, Marín se queja de que España sigue siendo “uno de los países más atrasados de la UE en cuanto a depuración, sobre todo en pequeños núcleos que hasta ahora no tenían obligación de tratar sus aguas, los de menos de 1.000 habitantes”. Y habla de los avances que se están dando en este campo: “Podemos ajustar un agua residual a la calidad que requiera un grupo de agricultores, una industria o incluso, tecnológicamente, para consumo humano, aunque hoy la legislación no lo permite. En España, desde 2017 existe un Real Decreto de reutilización de agua —renovado en 2024—, que fija calidades según usos urbanos, recreativos, industriales o agrícolas. Nosotros adaptamos las tecnologías a esos requisitos”.Enrique González Ortegón, biólogoEste investigador del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN) del CSIC, licenciado en Biología por la Universidad de Sevilla (1995-2000), trabaja en líneas de investigación que incluyen especies invasoras, ecología bentónica de invertebrados marinos o ecología larvaria de crustáceos.Enrique González Ortegón.   JUAN CARLOS TOROCuando llega el verano, las costas andaluzas se llenan de visitantes y vecinos que buscan disfrutar de un ecosistema único. Aunque las playas son la joya de la corona, estas son inseparables de su flora y de su fauna. Unidos hacen un paraíso, pero no todo lo que vemos lo conocemos bien. De hecho, en los últimos años ha tomado relevancia el término de ‘especie invasora’, sobre todo por el alga asiática que ‘coloniza’ las arenas. Todo ello se estudia desde hace años en el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN-CSIC), que este año celebra su 70 aniversario dedicado a las ciencias marinas, situado en Puerto Real.[articles:340390]Uno de los científicos que lo estudia es Enrique González Ortegón, un biólogo jerezano que tras recorrer medio mundo con contratos postdoctorales con los que ha tenido que buscarse ‘las papas’, se ha podido instalar ‘en casa’ para analizar los ‘bichos’ que llegan a las aguas andaluzas. El trabajo de González se centra en las especies invasoras y la contaminación del medio acuático. Además de la ya mencionada alga asiática, en nuestras aguas cada vez es más frecuente encontrar al cangrejo azul o a la corvinata americana. Ambas son especies no autóctonas, es decir, que nuestros abuelos no contemplaban en su época dentro de este ecosistema."No nos interesa que la diversidad de especies disminuya"Las especies exóticas han llegado siempre, incluso porque los propios humanos hemos introducido voluntariamente determinados organismos por un interés comercial. Un ejemplo fue la introducción del cangrejo rojo en el Guadalquivir pensando que iba a dar beneficio, pero acabó afectando a la especie autóctona. Otras veces se introducen estos ejemplares exóticos precisamente para controlar otras poblaciones. “A nosotros no nos interesa en ningún momento que la diversidad disminuya”, afirma.Uno de los problemas es el desconocimiento que existe entre los propios usuarios del ecosistema. “Tú estás modificando la línea costera continuamente. Aunque haya efectos naturales, muchas veces son indirectos por cambios del hombre”, explica Enrique González Ortegón.Alejandra Guerra, doctora en Biología MolecularEs licenciada en Bioquímica y Doctora por la Universidad de Sevilla en Biología Molecular y Biomedicina. Investigadora y divulgadora. Desarrolla su actividad profesional en el Centro de Investigaciones Científicas Isla de la Cartuja. Sus trabajos se han centrado en la investigación de las bases moleculares de enfermedades asociadas a alteraciones en el metabolismo energético.Alejandra Guerra habla con sus compañeros investigadores.  JUAN CARLOS TOROAlejandra Guerra, jerezana de 1987, es una científica criada entre artistas. Su tía, su madre y su abuelo lo son. Ella desde muy pequeña tuvo claro que le interesaban otros campos. Se crio en el barrio de San Miguel, donde vive de nuevo tras residir en Sevilla y hacer estancias en centros de prestigio en Portugal o Reino Unido. Dentro de sus campos de investigación, la doctora Guerra se mueve en el binomio salud-alimentación. “Es curioso que, en una era digital en la que parece que lo sabemos todo, no sepamos qué comemos”, reflexiona. Para ella, “es importante conocer el origen de las materias primas. Somos un país cuya base ha sido la agricultura, debemos darle mucho valor a la agricultura y a los avances y la regulación que tenemos en este ámbito”.Porque para Guerra, “no tiene sentido ser los mejores y que luego nos entre materia prima de otros países, que no nos viene bien. Lo bueno lo vendemos a países top de Europa y a nosotros nos llega algo que no es lo ideal”.Desde su trabajo como investigadora, trabaja en impulsar una etiqueta visual “muy sencilla” para el consumidor. “Lo importante es que lo que hacemos en el laboratorio llegue a la sociedad”, apunta. Y pone ejemplos: “Si hago una etiqueta para tomate frito y quiero indicar que lleva aceite de oliva, quizá use amarillos y rojos, para que atraiga”. Alejandra Guerra, Enrique González Ortegón, Mercedes Nieves Morión y Eugenio Marín.  JUAN CARLOS TORO"En esta era digital parece que sepamos de todo y no sabemos qué comemos" A pesar de su larga y reconocida trayectoria, la incertidumbre, como a tantos científicos, no abandona a Guerra. “Me encantaría tener un proyecto enorme y una plaza fija; todo a su tiempo. Mientras, seguimos investigando”, dice. “La falta de financiación antes me quitaba el sueño. Ahora es una mochila: a veces pesa más, a veces menos, pero me acompaña”, explica.“Soy un caso extraño porque no me fui fuera, solo temporalmente, y parece que te obligan a irte para prosperar”, cuenta. De hecho, se frustró un trabajo en Reino Unido cuando estaba a punto de embarcar hacia las islas, “y pensé que se acababa mi carrera”. “Decidí reinventarme”, señala la doctora Guerra, quien insiste en que así “tienes que demostrar un poco más, porque no tienes ese plus, pero  aun así he podido concurrir a la mayoría de becas postdoctorales con éxito. Salirse de lo establecido no significa no tener éxito”.“La ciencia me ha permitido viajar a lugares increíbles, y te da la satisfacción de contribuir a a la sociedad con algún avance futuro que quizás no vea, pero puede que siembre algo que tenga impacto social. Eso te hace sentir parte de la sociedad”, reflexiona la doctora Guerra, que se alegra de que “en mi ciudad también  se reconozca este esfuerzo” con encuentros como el organizado para hablar de los efecots del cambio climático.