La consejera andaluza de Salud: un "témpano de hielo" ante la crisis del diagnóstico tardío de cáncer de mama

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Rocío Hernández, médica con experiencia de alta gestión y perfil técnico, fue nombrada consejera de Salud a mitad de legislatura con el mandato del presidente Moreno de desconectar la sanidad de la política. La Junta aplaudió su labor en el Parlamento, pero le reprocha "falta de empatía" en el trato a las mujeres que han denunciado un diagnóstico tardío de cáncer de mamaActualización - Moreno fulmina a la consejera andaluza de Salud para intentar sofocar el escándalo de los cribados de cáncer de mama El 29 de julio de 2024, cuando la legislatura cruzaba el ecuador y la mayoría de andaluces ultimaba sus vacaciones de verano, el presidente de Andalucía, Juan Manuel Moreno, anunció una profunda crisis de Gobierno para cambiar a la mitad de su gabinete. El movimiento más significativo fue la destitución de la entonces consejera de Salud y Consumo, Catalina García, convertida en el centro de los ataques de la oposición en el Parlamento, los sindicatos sanitarios con huelgas y concentraciones, dos causas judiciales contra la Junta por supuestas irregularidades en los contratos a dedo con clínicas privadas y, sobre todo, una creciente movilización social por el deterioro de la sanidad pública, otrora “joya de la corona de la Junta de Andalucía”. [Actualización: Moreno fulmina a la consejera andaluza de Salud para intentar sofocar el escándalo de los cribados de cáncer de mama] García, que había sido viceconsejera de Salud bajo el mandato de su predecesor, el hoy presidente del Parlamento, Jesús Aguirre, heredó la etapa postcovid, dificilísima desde el punto de vista de la gestión, porque la pandemia había dejado muy debilitado un sistema sanitario andaluz que ya arrastraba problemas estructurales serios: falta de médicos y recursos, alta dependencia de la sanidad privada... Además fue recibida con displicencia, cuando no desprecio, cuando no cierto clasismo por el colectivo de médicos, que hizo notar desde el primer minuto que la nueva jefa no era facultativa, sino enfermera. García lidió con todas las crisis –en el Parlamento y en la calle– con un temperamento combativo, enérgico, que inyectaba fiereza al Gobierno de Moreno, pero también estimulaba los ataques de sus rivales políticos y de los sindicatos sanitarios. “Tenía el patio incendiado, muy poca mano izquierda”, dijo un consejero de la Junta, tras su cese. Entonces, Moreno hizo una “jugada maestra”, como reconocieron más tarde sus adversarios políticos: puso todo ese polvorín, en manos de una personalidad diametralmente opuesta: “fría”, “seca”, “impasible”, “flemática”, “indiferente”... son algunos adjetivos que se usan en el Parlamento para referirse a la hoy consejera de Salud, Rocío Hernández Soto, que ha cogido esa olla a presión con las manos, quemándose, pero aparentemente sin inmutarse. El resultado es que toda esa energía indignada que vuelca la oposición en Moreno, a través de la figura de su consejera de Salud, se estrella contra un muro, porque Hernández responde con un tono monocorde, a rato casi un zumbido de abeja, que termina por apagar el debate. Las izquierdas siguen llamándola a capítulo en el Parlamento –el PP lleva dos años usando su mayoría absoluta para vetar un debate monográfico sobre sanidad– pero no han logrado alterarla lo más mínimo. Basta con escuchar el cara a cara de esta semana entre la diputada socialista, Ángeles Férriz, y la consejera, en la comisión de Salud, en plena polémica por los diagnósticos tardíos de cáncer de mama que tienen en vilo a 2.000 mujeres en Andalucía, pendientes de si sus pruebas que dieron “dudosas” resultan ser un tumor maligno o benigno. Férriz sería la Cabalgata de las valkirias de Wagner, y Hernández, El Lago de los Cisnes, de Tchaikovsky. “Lo peor es la frialdad, la inhumanidad con la que usted habla de esas mujeres. ¡No son casos! ¡Son vidas! ¿Qué pasa si fuera su hija?”, le increpaba la socialista, visiblemente indignada. A lo que la consejera respondía, sin alterarse, tratando de explicar el protocolo de cribado de cáncer de mama, la alta probabilidad de que todos esos casos sospechosos fueran “benignos”, y censurando que se “poliltizase” algo tan grave. Cualquier otro consejero de la Junta habría respondido con la misma indignación, acusando a la oposición de generar un estado de “alarma social” entre las mujeres mayores de 49 años –cada año se realizan la prueba 485.000 andaluzas–, pero a lo más que llegó Hernández es a admitir falta de empatía en aras de una explicación más técnica que fuera “útil” a la gente. Al fin y al cabo, ella sí es médica pediatra: “Ustedes pueden decir que yo soy un témpano de hielo, no me importa...”. El rictus serio y el tono hipotenso que aporta la consejera de Salud en el Parlamento ha sido muy aplaudido dentro del Gobierno andaluz. Moreno buscó conscientemente un perfil gestor, tecnócrata, que ha ayudado a “matar de aburrimiento” a sus rivales, desesperados por “pincharla para ver si tiene sangre”. Hernández venía de ser directora gerente del distrito sanitario Aljarafe–Sevilla Norte, uno de los más extensos de Andalucía. Pero lo que hasta ahora había funcionado en la arena política, esa posición inconmovible, inalterable para afrontar las imputaciones judiciales de miembros de la Consejería de Salud, las movilizaciones sindicales, las listas de espera para una cirugía, o las continuas prórrogas de los contratos a dedo con clínicas privadas, ha convertido un problema de gestión como los “errores” en el protocolo de prevención del cáncer de mama –reconocido por el propio presidente– en un escándalo político de primer nivel. Probablemente el más dañino para Moreno desde que gobierna, porque ha acaparado todo el foco nacional con titulares que llevan la palabra cáncer, ha generado una alarma colectiva entre las mujeres, y ha cimbreado la precampaña electoral. El dirigente popular empezó la semana anunciando rebajas fiscales para quienes compren una mascota, para quien vaya al gimnasio, para jóvenes con viviendas en alquiler y por tener hijos, pero cierra la semana pidiendo disculpas por los fallos en el protocolo de detección precoz del cáncer, y exigiendo a su consejera de Salud que se dedique “en cuerpo y alma” a solucionar el problema. Apelar a los sentimientos es un mantra en el discurso del presidente, ya sea para defender la acogida de menores inmigrantes –“en Andalucía tenemos el corazón así de grande”– como ahora para afrontar esta crisis. “Lo que me quita el sueño ahora es chequear a esas 2.000 mujeres cuanto antes”, dijo el viernes en La Toja (Galicia). Las elecciones en Andalucía están previstas para junio de 2026. Moreno asegura que no tiene intención de adelantarlas, salvo que Pedro Sánchez precipite las generales. La Junta está ahora parapetada esperando que la tormenta se calme, consciente de que la oposición de izquierdas esperaba esta “chispa” para “incendiar las calles” y “polarizar” la campaña. Hernández ha dicho que “lo fácil” sería dimitir, pero lo ha descartado. Tampoco es la opción que baraja Moreno, según fuentes de su entorno: “el presidente no va a cesar a la consejera de Salud en precampaña electoral”. En el Palacio de San Telmo –sede de la Junta– sostienen que al presidente no le preocupa que las izquierdas capitalicen el escándalo de los cribados de cáncer, sino que su Gobierno proyecte una imagen de insensibilidad con las mujeres que ahora están saliendo a la luz para hablar de cómo han vivido estos meses o años de incertidumbre, miedo y desazón, sin saber si tienen o no un cáncer maligno. Moreno ha cultivado mucho –más allá que la gestión, los números, las cifras– una imagen personal de bonhomía, de cercanía, de empatía, de proximidad. Es su valor más sólido, el más reconocido en la calle, por sus votantes y por sus adversarios. A Hernández le han reprochado, por ejemplo, que contraatacara a las mujeres que han denunciado ante la Fiscalía los diagnósticos tardíos de cáncer; o que en la reunión a puerta cerrada, el pasado jueves, las “riñese” por haberse visto antes con el PSOE que con ella; o que afease a cuatro mujeres con cáncer de mama, en ese 2% de casos dudosos que se confirman malignos, que ven “el vaso medio vacío”. El miedo al cáncer toca esa fibra sensible en la sociedad, porque el cáncer de mama es el que más muertes provoca entre mujeres de Andalucía (un 15,5%), seguido del cáncer de pulmón (13,7%) y de colon (9,5%). “Ahora la gente está hablando de esto en los bares y en las peluquerías, y esto es un problema serio”, dice una persona próxima al dirigente popular. La Junta ya se había percatado de que la sanidad pública estaba subiendo escalones como el principal problema de los andaluces (hoy ocupa el segundo lugar, después del paro, según el último CIS andaluz). La exconsejera de Salud, Catalina García, era el flanco más débil y más zarandeado por la oposición para arañar el traje al presidente Moreno, cuya mayoría absoluta seguía inalterable en las encuestas de opinión. Su sustituta, Rocío Hernández, ha logrado arrastrar ese debate hipertenso hasta la atonía. Pero, esta vez, las carencias o el desinterés por abordar este problema desde una perspectiva política y con una estrategia de comunicación más empática golpea a la línea de flotación del candidato popular a la Presidencia del Gobierno andaluz.