La alcaldesa de la aldea donde vive un asesino en libertad llama a «no acercarse a él, ni ir a su casa solo»

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El concello orensano de A Bola tiene todos los focos encima a cuenta de su nuevo vecino, un asesino en serie, Antonio Gali Balaguer, condenado por tres crímenes y que el pasado febrero salió de la cárcel tras cumplir 40 años de condena . El exconvicto se mudó a una infravivienda ubicada en una aldea con un puñado de vecinos, e inició una vida asocial, sin apenas relación con ninguno de ellos. Las carencias que lo rodean sí llevaron a algunos a ofrecerle su ayuda, e incluso se movilizaron para conseguirle una nevera, hasta que la alcaldesa de la localidad, Teresa Barge, destapó su identidad . Después de buscar su nombre en Internet, la regidora descubrió el oscuro pasado de Gali, de 74 años en la actualidad, y no dudó en comunicárselo a sus vecinos, advirtiendo del riesgo de reincidencia en base a una estadística de criminalidad que, también, encontró en la red. La noticia no tardó en correr por la comarca y los bulos se dispararon. Había quien decía haberlo visto merodeando por los parques infantiles de localidades cercanas, pese a que sus vecinos más próximos reconocieron a ABC la pasada semana que apenas sale de casa porque tiene las dos piernas rotas y camina con muletas y serias dificultades. Sin embargo, y ante el revuelo mediático causado, la alcaldesa no dudó en convocar ayer una suerte de rueda de prensa en la que explicó los motivos que la llevaron a señalar a Gali Balaguer. Según manifestó, los habitantes del municipio «están tranquilos» porque saben que el septuagenario «no tiene la movilidad suficiente como para perseguir a nadie» aunque, agregó la regidora, «hay que tener cuidado». En su explicación, la mandataria local narró que cuando el Ayuntamiento comprobó datos y confirmó el pasado de Gali, lo puso en conocimiento de la Guardia Civil para que el cuerpo «averiguara si había cumplido la condena y no era un fugitivo», y tomar así «las medidas de vigilancia que permite la ley». Medidas que se fundamentan, se encargó ayer de informar, en una «presencia disuasoria» de las fuerzas de seguridad, a través de la vigilancia de la zona, que no seguimiento, para que «no haya alarma social» y para «alertar a los vecinos de que tomen las debidas precauciones», es decir, «no ir a su domicilio» y «no acercarse demasiado». El alarmismo desplegado desde el concello contrasta con la tranquilidad con la que la mayoría de los habitantes de A Bola, sobre todo los más próximos a la nueva residencia del criminal, asumen esta circunstancia. Consultados por este medio, algunos de ellos explicaban que las supuestas salidas de la aldea del criminal «son bulos» porque «él ya casi no se acerca ni a la venta y tiene que subir la compra con una cuerda porque solo no puede». También reconocen que se trata de una persona poco habladora que nunca buscó relacionarse con nadie, y que han tenido que ayudarlo a levantarse de la calle en más de una ocasión por sus problemas de movilidad. Pese a ello, la alcaldesa ahondó este miércoles en que no tiene prejuicios y «respeto todo eso» , pero «es cierto que hay estudios profundos que hablan de que este caso concreto es un perfil con alta probabilidad de reincidencia, del 20 por ciento» se explayó la política. «Solo informé a los vecinos para que no corran riesgos innecesarios. No quiere decir que lo aíslen, pero no podemos poner en riesgo la vida de una persona mayor y vulnerable que a lo mejor se mete en su domicilio desconociendo que puede haber riesgo» manifestó ayer Barge. «Queremos evitar la posibilidad de que pase algo por el riesgo de reincidencia» continuó la alcaldesa, que constató ante los medios que «el riesgo existe». «Una persona sola no debería entrar en su domicilio» volvió a aconsejar para «desear que no siga viviendo aquí, aunque sabemos que legalmente puede hacerlo». En el historial de Antonio Gali Balaguer figuran varias violaciones a menores en los años 70 y tres asesinatos: el de una niña de 11 años, amiga de su hija, el de un pastor y el de una prostituta en Orense en 2005, su última víctima.