Fuente.Este 1 de octubre de 2025 el mundo científico y humano perdió a Jane Goodall a los 91 años, una mujer cuya curiosidad infantil se convirtió en puente entre los seres humanos y nuestros parientes más cercanos: los chimpancés.Goodall comenzó su aventura en los bosques de Gombe, Tanzania, en 1960, bajo el auspicio de Louis Leakey, con pocos títulos universitarios pero con una determinación feroz por observar la naturaleza sin imponerle figuras humanas rígidas. Lo que descubrió en esos primeros años cambió para siempre varias ideas fundamentales en antropología, biología y filosofía: los chimpancés fabrican y usan herramientas, tienen personalidades, emociones, relaciones sociales complejas.Una de sus hazañas más famosas fue observar a un chimpancé llamado “David Greybeard” que modificaba un palo para sacar termitas de un nido, quitándole hojas y usándolo como herramienta. Eso, que hoy parece evidente, en su momento hizo temblar la creencia de que el uso de herramientas era lo que definía a los humanos. “Redefine herramienta, redefine hombre” dijo Leakey cuando Goodall le contó lo que había visto.Pero Goodall no se limitó a descubrir acciones: se sumergió en la vida emocional de los chimpancés, observó cómo lamentan pérdidas, cómo defienden territorios, cómo ejercen dominancia, cómo cuidan a sus hijos, cómo cooperan… Todo ello pintaba un cuadro mucho más rico de lo que la ciencia había estimado hasta entonces: los chimpancés no eran autómatas biológicos, sino seres vivos, complejos, capaces de aprendizaje, de cultura en sentido amplio, de innovación — no sólo de instinto.Su labor ha servido para erosionar la frontera supuestamente clara entre “lo humano” y “lo otra especie”. En antropología, esto implicó cuestionar qué queremos decir con cultura, con aprendizaje, con persona. Porque si los chimpancés aprenden unos de otros, tienen tradiciones locales (herramientas, costumbres sociales, modos de resolver conflictos), entonces muchos de los rasgos que creíamos exclusivamente humanos están repartidos, en diversos grados y formas, entre otros animales. Esto no convierte al ser humano en algo disminuido, sino que nos sitúa en contexto: somos parte de una red biológica más amplia, heredera de millones de años de evolución compartida. Goodall demostró que nuestra diferencia no está en poseer ciertas capacidades sino en cómo las combinamos, en la escala, en el lenguaje simbólico, en la auto-reflexión, pero que muchas piezas del rompecabezas están en otros primates también.A lo largo de su carrera no sólo recogió datos, sino que construyó puentes éticos: su estilo de observación — paciente, respetuoso, empático — cambió el modo en que quienes estudian otros animales se plantean su propio papel. Se negó a usar nombres numéricos para los chimpancés; les dio nombres humanos, observó sus peculiaridades individuales. Esa cercanía no fue antropomorfismo vacío, sino una forma de reconocer al otro. Goodall siempre insistió en que observar con cuidado, con humildad, abre puertas que los experimentos rígidos no logran ver.También hubo una dimensión política y ecológica en su trabajo: no bastaba con escribir artículos científicos, Goodall fundó el Jane Goodall Institute, impulsó el programa Roots & Shoots para jóvenes, fue Mensajera de la Paz de Naciones Unidas, recibió numerosos reconocimientos — entre ellos la Presidential Medal of Freedom en 2025. Su activismo se centró en la conservación de ecosistemas, en denunciar la destrucción de hábitats, en acercar a la gente común el mensaje de que lo que hacemos como humanidad tiene efecto sobre todos los seres vivos.Hoy, al recordarla, aprendemos varias lecciones que van más allá de sus descubrimientos concretos: que la ciencia no debe partir de la superioridad humana como axioma; que el aprendizaje y la cultura no son monopolio de quien habla con códigos complejos, sino procesos de interacción, imitación, innovación que otros animales también llevan a cabo; que nuestras diferencias importan, pero también lo hace lo que compartimos. Jane Goodall nos enseñó que mirar al otro — aunque sea un chimpancé en lo profundo de la selva— nos devuelve algo de lo que solemos ignorar: nuestra propia humanidad.Ya no está, pero su legado nos reta: ¿cómo rehacemos nuestras fronteras morales ahora que sabemos cuánto somos como ellos, y ellos como nosotros? Su vida fue ese desafío, y su muerte nos recuerda que esas fronteras son para cruzarlas.____________________________________________________________________________________________ No olvides que puedes seguirnos en Facebook.The post Jane Goodall: la antropóloga que puso en entredicho lo que significa ser humano appeared first on La piedra de Sísifo.