Gana más de 6 millones de euros en la lotería y se marcha del país por lo que hacen sus amigos con él: «Mi vida era un infierno asfixiante»

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El dinero sigue siendo, para bien o para mal, el gran espejismo del mundo moderno. Nos hace soñar, nos obsesiona y, a veces, nos consume. Por ello, cada semana, millones de personas compran un boleto de lotería con la ilusión de que una simple combinación de números cambie su destino . Imaginan viajes, casas, tranquilidad... pero detrás de ese sueño dorado se esconde una realidad mucho menos luminosa: hay fortunas que no traen felicidad , sino soledad, desconfianza y angustia. Y pocas historias lo reflejan mejor que la de Roger Robar, un chef que pasó de tenerlo todo a desear haberlo perdido, después de que ganar más de seis millones de euros convirtiera su vida en un auténtico «infierno asfixiante» . El agraciado, nacido en Martinica y afincado en Londres, se convirtió en millonario en 1996 tras acertar los números de la Lotería Nacional británica. En aquel momento trabajaba en la cocina de un restaurante y cobraba apenas 250 libras a la semana. Su intención era sencilla, quería ganar la lotería para pagar la boda de su hija y dar una vida mejor a los suyos, pero nadie podía imaginar que aquella suerte acabaría costándole prácticamente todo. Al principio, como muchos ganadores, vivió la euforia del momento y se compró una casa en Crouch End, en el norte de Londres, valorada en 400.000 libras, un salón de belleza de 350.000 para su esposa, un flamante Range Rover y hasta el restaurante donde había trabajado, al que rebautizó como 'Roger´s Seafood'. Donó 1,5 millones de libras a causas benéficas y ayudó a decenas de personas de su comunidad. «Si la gente me pide, se lo doy», confesaba entonces. «Pero por cada persona a la que ayudo, hay cientos que quieren más. Y la mayoría no lo necesita: solo lo quiere gratis». Con el tiempo, aquella generosidad sin límites se transformó en una trampa emocional . Su buzón se llenaba de cartas pidiendo dinero, sus amigos lo llamaban con súplicas , sus familiares esperaban cheques semanales ... Lo que en un principio fue alegría se tornó una carga insoportable . Su matrimonio empezó a resquebrajarse, y la presión social lo empujó al límite. «Me arrepiento día y noche», llegó a confesar entre lágrimas. «Habría sido mejor no haber ganado la lotería. No tenía ni idea de que mi vida acabaría así, tan llena de estrés», añadió. Aquel éxito, que muchos habrían considerado una bendición, se convirtió en una losa. El chef perdió la tranquilidad, la intimidad y la confianza en los suyos . «Si tuviera que elegir entre ganar la lotería o seguir siendo chef con 250 libras a la semana, elegiría seguir cocinando. Era más feliz», aseguró en una entrevista. Su relato desarma cualquier tópico sobre el dinero como fuente de libertad: «Antes trabajaba, reía, vivía tranquilo. Ahora todo es sospecha, todo es exigencia». Su relación con su esposa se rompió apenas tres años después del triunfo. La familia de ella , según explicó, convirtió la convivencia en un tormento . «No me casé solo con Mary; me casé con toda su familia. Cada día tenía que firmar un cheque para uno u otro. No paraban. Y yo no soy un banco». Cansado del acoso, el ganador tomó una decisión drástica: abandonar el país . «Es demasiado tarde para cambiar ahora. Para cambiar, debo irme de Inglaterra. Solo eso me salvará la vida. Si me quedo, moriré», reconoció entonces. Con esas palabras empaquetó su pasado y se mudó a Francia , buscando el anonimato que su fortuna le había arrebatado. Su asistente, Sarm Basram, contó un año después que la presión fue tan intensa que tuvo que actuar como una especie de guardiana . «La gente tiende a congregarse a su alrededor creyendo que su suerte es contagiosa», explicó. «Al principio, ayudó mucho a quienes consideraba más necesitados, incluidas madres solteras con dificultades, pero la gente era desagradecida y solo quería más y más de él». 29 años después, el chef pudo volver a Londres y terminó viviendo en un modesto apartamento de 200.000 libras en Enfield, lejos de los lujos y rodeado solo de recuerdos. Sin embargo, pese a todo, siguió jugando a la lotería con su método habitual. «Sigue jugando a la lotería dos veces por semana con su sistema especial, y estoy segura de que volverá a ganar. Me anima a participar, pero no creo que quiera ser multimillonaria, después de ver el estrés que puede causar», señaló su antigua asistente entre risas. Hoy, su historia es un recordatorio de lo que el dinero puede provocar. No todo lo que brilla es oro, ni toda fortuna significa bienestar . Quizás, al final, la verdadera riqueza no esté en el número de ceros de una cuenta, sino en poder mirar al mundo sin miedo, sin deudas emocionales y sin que nadie te pida nada más que tu compañía .