Parece mentira, y de hecho los palaciegos no terminan de creérselo, no solo porque el párroco del Sagrado Corazón de Jesús, Luis Javier Merello Govantes, aparentaba una salud de hierro la pasada primavera, cuando le empezaron los achaques por la enfermedad que se lo ha llevado al concluir el período de las Primeras Comuniones, sino porque, a sus 78 años, nadie estimaba que Don Luis, como lo conoce cariñosamente todo el pueblo de Los Palacios y Villafranca, se tendría que morir alguna vez.[articles:343103]Ni siquiera el Arzobispado de Sevilla, consciente de su edad de jubilación hace solo tres años, cuando acababa de celebrar sus bodas de oro sacerdotales, movió ficha para sustituirlo. No solo era difícil, dada la escasez de vocaciones sacerdotales, sino imposible, porque Don Luis ha sido de esos curas que, frente a quienes suelen afirmar que creen en Dios pero no en la Iglesia, había demostrado con suficiencia que también era posible terminar creyendo en Dios y en la Iglesia gracias a un cura de pueblo como él. Don Luis, en una misa del Sagrado Corazón de Jesús.Sin clériman desde sus inicios pastorales, este cura nacido en El Puerto de Santa María (Cádiz) en 1947 era ya tan palaciego como cualquier vecino de pura cepa, y cualquier vecino, no solo de la feligresía de su parroquia, sino también de la de Santa María la Blanca o la de El Buen Pastor -la parroquia que él contribuyó a crear en el flamante barrio de La Nana-, sabía que podía confiarle cualquier preocupación con la tranquilidad de dirigirse a un amigo, es decir, a un cura que era fundamentalmente un hombre o un hombre que no parecía cura.Desde luego se había comprometido también con el mundo antes de ocuparse de las cosas del cielo. Desde niño, después de estudiar en su localidad natal con las Hermanas Carmelitas, fue interno en el colegio salesiano San Juan Bosco de Utrera (Sevilla). Allí estudió el Bachillerato. Y no fue hasta que se matriculó en la facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla cuando sintió la llamada de Dios. Abandonó la carrera e ingresó en el Seminario de Umbrete que acababa de abrirse para vocaciones tardías. Ello no le impidió pasar una gran temporada en el extranjero, pues pasó unos años en Frankfurt y en Baden-Baden, donde trabajó en un hotel haciendo un poco de todo. Al regresar a Sevilla, se desempeñó como albañil, trabajó en la fábrica de contadores de electricidad del sevillano barrio de Los Pajaritos y hasta haciendo bovedillas en la dársena del Guadalquivir, junto a San Juan de Aznalfarache.Hijo del Vaticano IIAl joven Luis Merello le tocó formarse como sacerdote en el nuevo ambiente que empezó a respirarse en el seno de la Iglesia gracias al concilio más revolucionario de la Edad Contemporánea: el Vaticano II, que no solamente modernizó algunos conceptos teológicos anclados en el Medievo, sino también las formas elementales de los ritos, pues los curas empezaron a decir las misas no mirando hacia el altar, sino hacia el pueblo, y no en latín, sino en castellano.En 1967, recién consolidada toda aquella reforma eclesiástica, el seminarista Luis pasa del Seminario de Umbrete al Metropolitano de San Telmo de Sevilla, la actual sede de la Junta de Andalucía. Allí vivirá interno y estudiará Filosofía y Teología hasta ordenarse sacerdote en 1972, cuando a él y a otros dos compañeros, Joaquín Morón Ríos y Francisco Javier Santos Verdugo, les encomendó la Archidiócesis el servicio religioso y la atención pastoral de cinco poblados de colonización que acababan de fundarse, los de las marismas del Bajo Guadalquivir: Trajano, Pinzón, Chapatales, El Trobal y Maribáñez. En este último se quedó a vivir durante los años que él recordará tantas veces como los más felices de su vida, los de la larga Transición española. Los viejos colonos que aún quedan allí lo saben, orgullosamente.A Don Luis, fuerte entonces como un roble, se le podía ver por las carreteras de aquellos poblados recién nacidos con su Lambretta o con su Citroën Diane. Amigo de todos, comía cada día en un hogar, reía a carcajadas con los mismos vecinos con que se arremangaba para recolectar algodón y también con los jóvenes a los que organizaba en equipos de fútbol.El sueño de una parroquia giganteNo fue hasta 1985, es decir, hasta hace exactamente 40 años, cuando Luis Merello fue nombrado párroco del Sagrado Corazón de Jesús, una joven parroquia en el popular barrio de Las Casas Baratas cuyo templo era tan pequeño que, en la minúscula sacristía, el sacerdote tenía que encoger la barriga para revestirse, mientras que las Primeras Comuniones tenían que celebrarse en la cancha de baloncesto de los colegios. Ese templo se conserva hoy como casa hermandad de El Rocío, siempre vinculada a la parroquia precisamente desde su fundación, el mismo año en que Merello –siempre su director espiritual- fue ordenado sacerdote, o sea, desde 1972.Luis Merello Govantes, en una instantánea reciente captada por el fotógrafo local José Manuel Cerrada. Antes de la Expo 92, el párroco del Sagrado Corazón lideró el proyecto para la construcción de un nuevo templo, el actual, y consiguió otro de esos milagros que perduran para la historia: que todo el pueblo colaborara para levantar tan majestuoso edificio. Con la llegada del siglo XXI, también la Hermandad de La Borriquita, con sede en la capilla del barrio de La Almazara, terminaría integrándose en el Sagrado Corazón. La última obra de Don Luis ha sido la constitución de una asociación parroquial en torno a María Auxiliadora, una íntima devoción suya desde sus años salesianos.Hasta la conformación de la tercera parroquia del pueblo, la de El Buen Pastor, esta del Sagrado Corazón llegó a tener la feligresía más nutrida de la localidad, con más de 22.000 vecinos. Don Luis siempre ha tenido un apoyo firme en su vicario parroquial, Julián Hernández Lancha, que ha vivido con emoción contenida todo el doloroso proceso de la agonía de su compañero, amigo y maestro.Querido arcipresteLa naturalidad con que Don Luis se ha movido siempre entre su vecindario, sin distinguir jamás si iban más o menos a misa, quizá haya enturbiado algo la percepción que muchos han tenido del que también ha sido, en varios períodos, arcipreste de Utrera. El párroco del Sagrado Corazón también ha sido miembro del Consejo de Presbíteros de Sevilla y su provincia entre 1994 y 2003, y del Colegio de Consultores de la propia Archidiócesis entre 1995 y el año 2000.El velatorio, hoy en el Sagrado CorazónLa noticia de la muerte de Don Luis ha corrido como la pólvora desde este mediodía y, pese a que ya se esperaba el triste desenlace desde hace al menos una semana, ha dejado un reguero de dolor en todo el municipio de Los Palacios y Villafranca, donde este cura era Hijo Adoptivo desde hacía tres lustros.Don Luis, el día en que lo nombraron Hijo Adoptivo de Los Palacios, allá por 2010.Hermandades y cofradías, empresarios, hosteleros, todos los políticos de la corporación municipal y tantos vecinos como conformaban grupos pastorales en la parroquia están inundando las redes sociales con sus pésames por un cura con el que todo el mundo se llevaba bien. El alcalde, Juan Manuel Valle (IP-IU), que sufrió una grave enfermedad justo antes de las pasadas elecciones municipales, ha insistido en estos días en que “jamás podré olvidar que Don Luis llamaba cada día a mi esposa para preguntar por mi salud cuando estuve en la UCI”. Las banderas del Ayuntamiento, que ha decretado un día oficial de luto, lucen a media asta desde hoy.El féretro del párroco será velado desde las 18.00 horas de esta tarde en su parroquia, cuya capilla ardiente estará abierta hasta las 12 de la noche. Mañana sábado volverá a abrirse a partir de las 8.00 horas y hasta la hora del entierro, que será a las 17.00 horas, presidido por el obispo auxiliar, Teodoro León Muñoz.Don Luis o Luis el cura, como era conocido popularmente en este pueblo del Bajo Guadalquivir y en toda la comarca, descansará en el cementerio del que fue, por derecho propio, por toda una vida y por tanta entrega desbordada, también su pueblo, Los Palacios y Villafranca. Aquí va a descansar en paz para siempre.