Cuarenta niños de entre seis y diez años escuchan sentados en el suelo en cuatro tiendas de campaña desgastadas por meses de viento, lluvia y sol, cerca del campo de refugiados de Nuseirat, en el centro de la Franja de Gaza. Jóvenes profesores voluntarios de una asociación local les enseñan las asignaturas básicas: gramática, matemáticas, ciencias y un poco de inglés. También les intentan inculcar el gusto por la lectura. Casi todo oralmente, sin pizarras ni libros y sin apenas cuadernos ni lápices, convertidos en un verdadero lujo en esta Gaza devastada por dos años de guerra. Dania tiene siete años, vive en el campo y cada mañana acude a estas clases, sonriente y con sus trenzas recién peinadas.Seguir leyendo