Un hogar en Córdoba para cuidar de la esperanza en la salud mental

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Susana de la Vega llegó a la Casa Hogar de Faisem en Córdoba hace once años. Recaló en la estancia de la Fundación Andaluza para la Integración Social del Enfermo Mental (Faisem), en Vistalegre, tras la muerte de su padre y la enfermedad de su madre, por lo que necesitó un sitio adecuado para su desarrollo personal. Esta fundación tiene varios de estos inmuebles en Córdoba dedicados a que enfermos mentales graves puedan tener una vida lo más independiente posible, lo que incluye un acercamiento a actividades variadas y al mundo laboral. Además, por supuesto, de su propio autocuidado y el del entorno. Hoy adquiere pleno sentido su función el Día Mundial de la Salud Mental . «Estoy en talleres y también estudio pintura, por ejemplo, la verdad es que me gusta todo y suelo apuntarme a muchas cosas, intento moverme lo que puedo en el mundo laboral », indica esta usuaria. Según datos de este organismo, una de cada cuatro personas sufrirá algún tipo de trastorno mental a lo largo de su vida, y entre 1,5 y 2,5 por cada 1.000 tienen un problema grave de salud mental. Córdoba capital cuenta con tres casas hogares de este tipo. Cabra tiene otra. Además, hay diez viviendas supervisadas en la capital y una más en Cabra. «En esta casa hogar de Vista Alegre viven veinte personas con problemas de salud mental, atendidas por un equipo de monitores las 24 horas del día, los 365 días del año, son personas que necesitan mayor atención y cuidados más especiales en comparación con las que están en las viviendas supervisadas, donde hay entre tres personas y hasta un máximo de diez que viven de manera más autónoma con una supervisión puntual», explica el responsable provincial de Faisem Córdoba, Fernando Castro. El modo de funcionamiento de la casa hogar de Vistalegre, construida en 2011 a modo de modernas instalaciones en torno a un luminoso patio, se centra en «personas con enfermedades mentales graves , sobre todo esquizofrenia, aunque tenemos también a alguno que padece trastorno bipolar», especifica el responsable de la Casa, Jesús Chacón. «Llegan aquí tras agotar otros recursos, o porque sus familias ya no se pueden encargar de ellos, otros tienen una ausencia de parientes cercanos que puedan asistirles adecuadamente». Si el caso de Susana de la Vega venía por la ausencia de familiares, un ejemplo de derivación desde otros recursos es el de José del Caño, quien lleva unos trece años en la casa. Procede de un piso supervisado de Faisem donde, recuerda, consumía alcohol y droga , en concreto porros, por lo que la interacción del estupefaciente con las pastillas propias del tratamiento agravaron su estado. A causa de ello terminó en la unidad de agudos. Le ofrecieron la opción de volver a un piso o a esta instalación más abierta, por la que se decantó con el propósito de dejar esos malos hábitos, cosa que ha conseguido, salvo, confiesa, «un cigarrito de vez en cuando». «Hago deporte y también aprovecho para cuidar a mi madre , que tiene artrosis, y le ayudo con la limpieza del salón, la cocina o el cuarto», apostilla. La entrada en la casa hogar es completamente voluntaria, y la estancia de puertas abiertas, con las salvedades lógicamente hechas en el caso de enfermos más graves que requieran acompañamiento constante para las salidas, que son frecuentes gracias a las actividades de ocio y ocupacionales . «Aspiramos a que estas personas adquieran habilidades de autonomía para que luego pasen a los pisos supervisados, donde tienen una vida más independiente», añade Chacón. Este punto es especialmente importante, ya que basta un año en la casa hogar para que las habilidades del usuario se vean multiplicadas y hagan posible, salvo en casos difíciles, ese paso a la vivienda convencional. «El perfil de la persona que consigue dar ese salto es el del usuario activo, al que le gusta estudiar y ha tenido ya pequeños trabajos», indica el responsable de la casa. «Van ganando rápidamente en autonomía , por ejemplo, al principio salen en grupo, luego pasan a salir solos». En este sentido, cada perfil es único: «Hay quien tiene autonomía suficiente para, por ejemplo, ir al banco, retirar dinero y autogestionarse económicamente el mes, otros necesitan más ayuda», concluye Chacón. En la casa hogar es importante tener en cuenta que no hay ayuda psicológica o médica constante, sino que se limita la gestión de la convivencia , desde la cocina a la limpieza, con el objetivo de que la vida sea los más independiente posible. Luego, cada usuario cuenta con su tratamiento médico o psiquiátrico al margen de la estancia y, eso sí, perfectamente controlado. Dentro de la casa hogar, Faisem cuenta con un área dedicada a la inserción laboral, a la que pueden acudir personas con enfermedades mentales graves derivadas por otras instituciones mediante un protocolo, no es necesario que sean residentes. Este servicio de orientación y apoyo al empleo se enfoca a tareas que van desde la mejora de la empleabilidad hasta el trabajo propiamente dicho. «Hacemos un itinerario de inserción para cada persona, desde aspectos básicos como tener una rutina para poder afrontar futuros horarios, la imagen, los currículum o cartas de presentación hasta la derivación a centros de empleo o empresas sociales que tengan puestos para personas con un grado de discapacidad reconocida», destaca la técnico del área, Paqui López. Los puestos de trabajo ofertados son variados, y van desde la limpieza o profesiones en las que se requiere menos formación reglada hasta aquellas que incluyen a personas con grado universitario, un ejemplo reciente es la coordinación de proyectos de formación en la Federación de Personas con Discapacidad ( Fepamic ) o personas que están trabajando en el Servicio Andaluz de Salud. «Nos vamos a encontrar personas con trastorno mental grave en todos los sectores», resalta López. El programa residencial de Faisem atiende en Andalucía a 2.151 personas en 58 casas hogares, 176 viviendas supervisadas con 637 plazas, y 537 personas atendidas en el subprograma de atención domiciliaria. La primera casa hogar abierta en Córdoba fue un chalé situado en la zona de Sansueña y data de 1993. Luego vinieron las de Isla Tabarca (Arroyo del Moro) y Vista Alegre . Este modelo consiguió solventar los problemas derivados de la reforma psiquiátrica, que supuso el cierre de los manicomios, algo que desembocó en situaciones familiares gravísimas por imposibilidad de ofrecer cuidados, o en la degradación de los enfermos hasta terminar en la calle. Desde entonces, estos recursos se han convertido en un ejemplo de ayuda y respeto al paciente.