El presidente del gobierno ha vuelto a darle un buen repaso al moderado líder de la oposición en el Congreso. Con solo dos palabras, dejó en evidencia las carencias de Feijóo, poniéndolo en su sitio, por pusilánime y flojo. Alberto inició la sesión con una performance típica de las suyas, un relato lleno de retórica patética, deficiente y aburrido, un discurso repleto de clichés y con un sarcasmo propio de un analfabeto funcional. Ajeno a lo que le esperaba, el primer aviso le llegó de su propio partido, cuando la bancada pepera le dedicó una ovación en la que destacaban más las caras de circunstancia que las de satisfacción, aparentando lo que en realidad no era más que el obligado peloteo. Alberto se cuadró con un golpe de cabeza, con el gesto nervioso y el pelo alborotado que le han puesto para aparentar más modernidad, y en ese mismo instante sintió el mismo escalofrío que recorrió a Casado el día que recibió la misma ovación, justo antes de ser defenestrado. Feijóo trata de luchar contra su propio destino, pero, ese hombre que no gobernó España porque no quiso, es el mismo que se traga los discursos de Ayuso sin rechistar, el que se mueve ideológicamente al ritmo que le marca la ultraderecha y el que no se quita la careta de indiferencia ni para dormir porque está obligado a mantener esa idea de estadista moderado a pesar de que no se entera de nada. Pero Feijóo es la nada, es un tipo vacío por dentro y por fuera. Dos palabras le sobraron al presidente para desactivarlo. "Ánimo, Alberto" le dijo. Dos palabras que escondían lo que no le dijo. Es usted un meme, no tiene criterio, miente más que habla y ni siquiera tiene la personalidad suficiente para ofrecer una opinión propia. En efecto, Feijóo no es más que el muñeco de Ayuso, quien se dio cuenta de que su incompetencia era lo que necesitaba para elevarlo como el candidato más torpe, alguien a quien poder quitar de en medio sin problema. Alberto Núñez Feijóo en la sesión plenariaCongreso de los Diputados Pero la culpa es de Feijóo, por aceptar un papel tan subsidiario con tal de sentir la ilusión de mandar. Cuando se apagaba en Galicia, y ya había tocado techo, quiso salir del pueblo para ir a la ciudad. Pero en Madrid hace mucho más frío que en Os Peares, y allí pasa totalmente desapercibido, porque se aplaude a Ayuso, y le toca hacer el papel de tonto útil para cuando se decidan a aupar a la lideresa madrileña. Feijóo ha caducado, está amortizado, y las palabras de Sánchez le pusieron los pies en la tierra, sabedor de que los aplausos de sus colegas eran, en realidad, una despedida. Pedro Sánchez en la sesión plenariaCongreso de los Diputados