La indiferencia de mi hija respecto al fútbol ya es un hecho irreversible. Todavía no sé si es algo bueno o algo malo, si lo he hecho bien como padre o he fracasado. Si alguna vez se agobia, por los exámenes, la vida o algo, le digo que yo a los 14 años estaba igual de agobiado y además tenía que lidiar con las desgracias de mi equipo. Por eso, a veces pienso que es bueno que no le interese el fútbol, porque se libra de esa preocupación extra. A veces pienso que esa paz mental le da una ventaja competitiva, pero otras veces pienso que nunca sabrá qué se siente al tirar una pared, al clavar una falta en la escuadra o al girarse entre dos rivales con un control orientado.Seguir leyendo....