Los ofendiditos de esta Sevilla cateta

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Anda Sevilla revuelta por el cartel que ha presentado el Ateneo para anunciar la próxima Cabalgata de Reyes Magos. O una parte de Sevilla, porque la esperanza es lo último que se pierde. Si José María Izquierdo —que ideó esta aventura de que los Magos de Oriente se entendieran directamente con los niños sevillanos— levantara la cabeza, seguramente la volvería a echar por la imposibilidad de divagar ya por una ciudad sin gracia.“Toda ciudad debe tener una altura —una montaña, una torre…— para mirar al cielo, y a la tierra desde las cumbres, y verse en su unidad, y sentirse aérea, y rezar; un espejo –un lago, un río, un mar…- para mirarse a sí, fuera de sí, en una apariencia fugaz y profunda, y verse diversa, y sentirse fluida, y reflexionar…”, escribió Jacinto Ilusión –su seudónimo- antes de que Romero Murube tuviera que despedirlo como “novio de Sevilla” en su precioso obituario. “Y Sevilla tiene la Giralda, el Guadalquivir y la Gracia…”, añadió.Un siglo después, Sevilla sigue teniendo la Giralda, aunque sea sobre todo para el turista; y el Guadalquivir, ya domesticado, pero los propios sevillanos dudamos demasiadas veces de que siga conservando la Gracia. Eso ya va por barrios. Esa Gracia con mayúscula es incompatible con el escándalo diario por cualquier cosa. Y vivimos cada día más en una ciudad escandalizada sin motivo, rebelde sin causa. Ahora es el cartel de la Cabalgata, ayer fue el cartel de la Semana Santa y mañana se buscará lo que sea para andar siempre a la gresca.La tontería de una democratización tan mal entendida nos ha comido el coco, y para el próximo cartel de cualquier fiesta que venga habrá que mandarle a cada sevillano una encuesta aunque sea por guasa para ver cómo, colaborativamente, confeccionamos un cartelito a gusto de todos y todas sin que salten las alarmas de la IA, que también tendrá que opinar.Un cartel que es una maravillaEl cartel de Fernando Vaquero es una maravilla. Cumple su objetivo de llamarnos la atención, en primer lugar, que es lo que tiene que hacer un cartel, porque al igual que las campanas ya no son necesarias para anunciar que hay misa porque todo el mundo tiene reloj, tampoco dependemos de un cartel para saber que vienen los Reyes Magos caminito de Belén. Nos consta. Por eso el cartel, más que anunciar, nos ambienta. Y lo hace con la propuesta personalísima, singular, auténtica de un artista que, aunque vive como nosotros la magia de la espera, es capaz de representarla con la belleza que se le supone a cualquier producto artístico, y sobre todo con la libertad que se le presupone. Belleza y libertad, qué dos conceptos tan bien unidos y, a veces, tan en peligro de extinción.Vaquero nos arrastra en la carrera de su niño descalzo y en pijama —que es él de niño, que somos todos de niños, que serán nuestros niños y los niños de nuestros niños— desde la oscuridad en la que estamos los espectadores de su cartel, es decir, desde este lado de la magia que él propone, hasta la luz incondicional que representa el fondo iluminado por la cara de su propia hija, a la que ha tomado de modelo; por esa luz de la mañana que inunda la habitación donde andan desordenados los regalos en torno al árbol de Navidad de un tiempo sin tiempo que es el de la ilusión: la Pepa Pig de estas últimas generaciones y un montón de cajas que contienen los valores de la adrenalina compartida en ese día tan especial en el que todo puede volver a empezar.En esa obra de arte facturada en óleo sobre lienzo nadie parece haberse detenido en la central vaporosidad dorada de la cabellera del chiquillo, ni en el tremendo realismo de la planta de su pie izquierdo ni en el juego increíblemente real de sombras que corporeizan el espacio bidimensional, y ni siquiera en ese detalle precioso de que al poner “Cabalgata de Reyes Magos” haya acertado a coronar las iniciales de los nombres de los tres Reyes en orden inverso a la tradición que también ha asumido, tan cristianamente, que los últimos serán los primeros: Baltasar, Gaspar y Melchor.Cartel de la cabalgata de Reyes Magos 2026 del Ateneo de Sevilla.Todo por la camiseta del BetisEl escándalo de los ofendiditos de esta Sevilla cateta y ciega ha sido la camiseta del Betis que cuelga del picaporte de esa puerta por la que pasa el niño sin advertirla siquiera, loco de alegría como va. El niño protagonista del cartel no se da cuenta de que en el picaporte de la puerta, con su percha y todo, cuelga una camiseta de su equipo favorito. No se da cuenta porque pasa a toda velocidad y prefiere compartir la alegría de las novedades, sin reparar aún en ninguna, con su hermanita. Pero los ofendiditos de esta Sevilla cateta y ciega sí que se dan cuenta, y bien. Es lo primero que han visto, es lo que han visto sobre todo, es lo que siguen viendo, aunque sea de reojo, sin querer verla, pero la ven.La siguen viendo a todas horas, incluso cuando no miran el cartel. La camiseta del Betis les parece que es el centro del cartel aunque ni el niño la haya visto siquiera. Da igual. Y ellos sí la ven, dolorosamente. Les parece tan ofensiva que no entienden qué pinta esa camiseta ahí, tan inoportunamente, tan dañinamente, tan escandalosamente.Creen firmemente que esa camiseta ha destrozado la ilusión de la mitad de los niños de esta ciudad, sin advertir que a todos esos niños, tan niños como el niño del cartel, les ha debido de pasar tan inadvertida la camiseta como al niño protagonista, y que solo cuando ellos, ofendiditos y ciegos, les han señalado con el dedo la camiseta, para que adviertan el sacrilegio, todos esos niños que no son del Betis se han percatado de que sí, de que los Reyes Magos son tan magos que incluso pueden traer una camiseta del equipo contrario. Pero hace falta hacerse niños para entender estas cosas, para dejar de ofenderse y estar ciegos…Y para lo único que haría falta ser adultos resulta que estos ciegos ofendiditos tampoco lo son, es decir, para comprender cabalmente que el encargo a un artista por parte de una institución, sea el Ateneo o la que sea, entraña el nervio, el riesgo y la ilusión de dejarnos sorprender por su propuesta, y que esa propuesta estará empapada de la vida del artista, de sus recuerdos, de sus gustos, de sus miedos, de sus miradas y no de los recuerdos, los gustos, los miedos y las miradas de los demás.Que la túnica de La Macarena no haya generado polémica demuestra hasta qué punto en esta ciudad tiene un sentido más religioso el fútbol que las hermandades y hasta qué punto también las hermandades tienen un sentido más deportivo de la existencia que quienes existen sufriendo por las alegrías que puede llevarse el equipo adversario, incluso esa de que su camiseta aparezca en un cartel porque le sale del alma a quien ha pintado el cartel.