Para tratar de ser honestos, cabe comenzar con la única (supuesta) pega, con el único (presunto) inconveniente: es autoservicio, no se atienden las mesas, cada cual pide, paga, recoge y devuelve la bandeja en la amplia barra del local.A partir de ahí, todo parecen ventajas, casi milagros de la hostelería en tiempos de precios desbocados y turismo ubicuo en Cádiz. Como en todas partes.Un establecimiento hostelero ofrece la posibilidad de disfrutar de desayunos, bebidas frías y calientes, tapas, bocadillos, meriendas o una gran cocina casera a precios de las temporadas intermedias de Cuéntame y en una terraza situada sobre la playa de La Caleta.El castillo de San Sebastián, visto desde la terraza de la cafetería de Empresariales. REYNA Nada falta en la pantalla real del fondo. Todo en perfecto orden de vista y revista, los dos castillos (San Sebastián y Santa Catalina), las piedras caleteras en su sitio, la bajamar y la pleamar cediéndose paso, las barquitas, la orilla, las algas y todos sus avíos.Es resultado de la suma es una ubicación de hotel turístico de lujo con una oferta gastronómica de casa de comidas cabal a precios de universitario.La insólita combinación se produce en la cafetería de la facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, en la histórica sede del antiguo hospital de Mora, ante el milenario drago con muletas, a la vera de Valcárcel.Unos precios de otra épocaEl choque cultural puede resumirse con un cartel, "bocadillo de tortilla y refresco, 2,90 euros" colocado frente al desembarco de medio centenar de turistas, aparentemente jubilados españoles, en un autobús a 20 metros de la terraza.Mientras las parejas de cruceristas guiris pasan camino de la orilla cantada y encantada o los grupos de turistas extranjeros se hacen fotos en la balaustrada caletera, en la vecina terraza de la facultad circulan los cafés y las tostadas cada mañana.El desayuno básico de un espacio que podría lucir en cualquier revista digital de turismo lujoso cuesta 2,20 euros. El zumo de naranja natural, 1,30.Una de las tapas habituales, servida en la terraza sobre La Caleta. REYNA El contraste es tan llamativo que los responsables del establecimiento lo justifican con una sonrisa. Alejandro Montes de Oca, con una larga trayectoria en la hostelería gaditana, y Marisa Ocaña, son los concesionarios desde septiembre. El resultado de su insólita propuesta no se ha hecho esperar: "Cogimos la cafetería a principios de curso, abrimos el 1 de septiembre y simplemente aprovechamos la terraza. En la etapa anterior, por lo visto, no estaba en funcionamiento. Preguntamos si podíamos y nos dijeron que sí".Un mirador con vistas de lujoLa amplia cantina universitaria, tras un leve descenso por escaleras, en un entresuelo, tiene forma triangular, grandes dimensiones y el ambiente que cabría esperar. Grandes grupos de estudiantes, mesas largas de veinteañeros, barra muy activa con tres trabajadoras que trajinan con cientos de cafés a la hora y grandes bocadillos envueltos en papel metálico. Otras mesas más tranquilas presentan pequeños grupos de trabajadores, profesores, en la pausa matinal.Uno de los platos incluidos en el menú del día por 7,5 euros. REYNA Hasta ahí, una cafetería universitaria como miles. La diferencia está sobre el techo. Por una escalera ubicada al fondo del salón principal se llega a la terraza elevada sobre La Caleta. Despejada, minimalista por casualidad o con intención, algún macetón, barrios barriles como mesas altas, el legendario edificio blanco detrás y el mar por delante.Sólo una verja, las aceras y los dos carriles de tráfico la separan del mirador con más trasiego turístico de la ciudad de Cádiz, el paseo Antonio Burgos. Las vistas son imponentes.En sus modestas mesas, alrededor de una decena, se puede disfrutar cualquier consumición que se pida abajo, en la cafetería. Está abierta a todo el público, sin limitaciones ni exclusividad para el alumnado o el personal de la facultad.Menú del día con dos platos, pan, bebida y postre"Puede venir cualquiera y viene mucha gente de la calle todos los días. Algunos turistas la ven desde La Caleta y entran. También están viniendo muchas personas mayores de La Viña a comer cualquier día".Ese perfil parece inesperado en un recinto universitario: "Son hombres o mujeres que viven solos y les puede costar hacerse de comer todos los días". La cafetería abre de 8 de la mañana a 7 de la tarde, ininterrumpidamente.La Viña es uno de los barrios con menor renta per cápita de Cádiz y con la edad media más elevada entre sus vecinos. El menú del día, con dos platos, pan, bebida y postre, cuesta sólo 7,5 euros por lo que el atractivo, panorámica y estética al margen, es notable para cualquiera.Como añadido imprescindible aparece la calidad, Alejandro asegura que de su cocina sale magia, guisos caseros tradicionales, sabrosos, saludables y atractivos. Entre los platos que van circulando por el menú cita como ejemplos frecuentes ensaladilla de chicharrones, arroz negro y menudo.Por orientar, la pizarra de un viernes cualquiera de noviembre era: "Primer plato a elegir entre salpicón de marisco, ensalada mixta, papas aliñás o ali-oli, salmorejo con jamón. Segundo plato a elegir: atún encebollado, garbanzos con langostinos, cazón en tomate, filetes al whisky, pollo asado. Bebida, pan y postre".Un cliente toma café, mirando la Caleta. REYNAUno de los mejores paisajes de CádizLa única condición es coger lo que se vaya a consumir, llevarlo a la terraza y luego bajar los restos: "La gente es muy amable y colabora, sobre todo los clientes que vienen de fuera, de la calle, nos ayudan mucho".El atractivo de la terraza unido a la calidad de la oferta ha supuesto ya organizar pequeños y medianos eventos, fiestas o celebraciones "de hasta cien personas", convocados especialmente por trabajadores de la propia facultad.La cafetería, en cualquier caso, está abierta a las peticiones y necesidades del público externo a la Universidad de Cádiz, tanto para esas citas concertadas como para desayunos, almuerzos, tapeo y meriendas cotidianos.Los que quieran disfrutar de uno de los mejores paisajes de Cádiz, como si fueran turistas en su ciudad y a precios de otro tiempo, quedan avisados. Sólo dos condiciones: hay que autoservirse y no vale amontonarse ni correr, sin empujones. Hay paisaje, comida, bebida, silencio, brisa y luz para todos.