Edificios que generan oxígeno: cuando la arquitectura funciona como un bosque urbano

Wait 5 sec.

¿Te has fijado alguna vez en esos árboles enormes que hay en los parques? Esos que absorben el ruido, te dan sombra en verano y purifican el aire mientras tú ni te enteras. Pues imagina que pudiéramos meter todo eso en un edificio. Sí, como lo lees: arquitectura que respira, que genera oxígeno y que funciona exactamente como lo haría un bosque, pero de forma vertical. Esto ya no es ciencia ficción, es una realidad que está cambiando nuestras ciudades.Yo creo que todos hemos sentido alguna vez esa sensación agobiante de caminar por una ciudad grande, con el calor reflejándose en el cristal de los edificios, el smog flotando en el ambiente y ese ruido constante que no te deja ni pensar. Las ciudades modernas se han convertido en lo que algunos arquitectos llaman «ciudades minerales«: estructuras de hormigón, acero y vidrio que más bien parecen creadas para repeler cualquier rastro de vida natural.Cuando un arquitecto decidió plantar un bosque en el cieloLa historia empieza en 2007, cuando Stefano Boeri visitó Dubái. Este arquitecto italiano se encontró rodeado de rascacielos que reflejaban la luz del sol como espejos gigantes, generando un calor insoportable. Fue entonces cuando se le ocurrió algo que muchos consideraron una locura: ¿y si pudiéramos cubrir esos edificios con árboles de verdad?No estamos hablando de unas macetas decorativas en un balcón, no. Según el estudio de arquitectura Boeri, estamos hablando de un edificio de 100 metros de altura capaz de producir 60 kilogramos de oxígeno al día. ¿Te das cuenta de lo que significa eso? Es como tener un pulmón urbano funcionando a toda máquina, filtrando el aire contaminado y devolviéndolo limpio.El resultado fue el Bosco Verticale de Milán, inaugurado en 2014. Dos torres de 110 y 76 metros respectivamente, cubiertas con 800 árboles, 4.500 arbustos y 15.000 plantas. Si desplegáramos toda esa vegetación en horizontal, cubriría más de 20.000 metros cuadrados de bosque natural, según datos del propio estudio. Pero aquí está concentrado en apenas 1.000 metros cuadrados.Más que bonito: un ecosistema funcionalLo fascinante de estos edificios verdes no es solo que sean impresionantes a la vista (que lo son), sino todo lo que hacen. Las plantas actúan como filtros naturales que atrapan partículas de polvo y contaminación. Crean un microclima alrededor del edificio que reduce la temperatura en verano y ayuda a mantener el calor en invierno. Incluso reducen el ruido urbano, porque la vegetación densa funciona como barrera acústica.Y aquí viene algo que me parece increíble: estos edificios se convierten en hábitats para pájaros e insectos. De hecho, el estudio Boeri llegó a preguntarse cuántas mariquitas necesitarían para controlar las plagas de los árboles de forma natural. Eso es pensar en la biodiversidad a otro nivel.La ciencia detrás del aire que respiramosVale, pero vamos a lo concreto. ¿Cómo funcionan realmente estos edificios como generadores de oxígeno? Aquí es donde la cosa se pone interesante. Algunos proyectos recientes han integrado fachadas con microalgas en bioreactores. Estos microorganismos son auténticas fábricas biológicas: capturan dióxido de carbono del aire y, mediante fotosíntesis, lo transforman en oxígeno y biomasa.El proyecto SymBIO2 en Francia y el BIQ House en Hamburgo son ejemplos de esta tecnología. Según investigaciones mencionadas en el portal Va por la Tierra, estas fachadas bioactivas no solo purifican el aire, sino que la biomasa generada puede aprovecharse como fuente de energía renovable. Es como si el edificio se alimentara a sí mismo.Hay incluso experimentos con paneles triangulares que contienen microalgas y que, cuando se interconectan por toda la fachada, crean un sistema integrado de gestión térmica. Imagínate: un edificio que no solo no contamina, sino que absorbe CO2, genera oxígeno y gestiona su propia temperatura. Todo en uno.De Milán a todo el mundoEl concepto se ha expandido como la pólvora. China, un país que se ha convertido casi en sinónimo de contaminación, está apostando fuerte por esto. El arquitecto Boeri está trabajando en proyectos de ciudades-bosque enteras en Liuzhou, donde se calcula que más de 40.000 árboles y casi un millón de plantas podrían absorber unas 10.000 toneladas de CO2 al año.Esto equivale, según datos del portal Ethic, a sacar más de 2.100 coches de las calles. Y no es una cifra menor cuando hablamos de un país que ha creado, en palabras del propio Boeri, «ambientes metropolitanos inmensos que son verdaderas pesadillas».Materiales que crecen en lugar de construirsePero la cosa no se queda solo en plantar árboles en balcones. Hay proyectos como LIWAS en Estados Unidos que están desarrollando paneles de construcción a partir de micelio de hongos. Sí, hongos. Estos paneles crecen literalmente a partir de residuos agrícolas y micelio, son biodegradables, aíslan térmica y acústicamente, y tienen una huella de carbono mucho menor que los materiales tradicionales.Algunos arquitectos hablan de edificios adaptativos inspirados en los árboles, con fachadas que se ajustan a las condiciones climáticas como lo haría una corteza o una hoja. Sistemas que capturan agua de lluvia, la filtran y la redistribuyen. Estructuras que se comunican internamente como lo haría el sistema vascular de una planta.¿Pero esto funciona de verdad o es puro marketing verde?Seamos honestos: hay que tomarse estas cosas con cierto escepticismo saludable. El Bosco Verticale, por ejemplo, tiene apartamentos que cuestan entre 7.000 y 9.000 euros el metro cuadrado, según datos de Aryse. No es precisamente accesible para cualquiera. Y el mantenimiento de toda esa vegetación requiere equipos especializados, sistemas de riego automatizados y un cuidado constante.Pero, mirándolo desde otro ángulo, estos proyectos son prototipos. Son el equivalente arquitectónico a los primeros coches eléctricos: caros, complicados, pero necesarios para ir afinando la tecnología. A medida que se replican y mejoran, los costes bajan y las soluciones se vuelven más accesibles.El futuro que vieneLo que me parece más interesante de todo esto es el cambio de mentalidad que representa. Durante décadas hemos construido ciudades como si la naturaleza fuera el enemigo, algo a controlar y mantener a raya. Estos edificios biológicos proponen justo lo contrario: integrar la naturaleza en la estructura misma de nuestras ciudades.Y ojo, porque esto no es solo cuestión de estética o de sentirse bien. Estamos hablando de salud pública. La calidad del aire en las grandes urbes afecta directamente a millones de personas. Enfermedades respiratorias, estrés térmico, contaminación acústica… Si estos edificios pueden contribuir aunque sea un poco a mitigar estos problemas, ya vale la pena.El arquitecto Stefano Boeri habla de «arquitectura sostenible» como algo que va más allá de simplemente reducir emisiones. Se trata de crear ecosistemas urbanos donde humanos, plantas y animales coexistan. Donde los edificios no sean estructuras inertes, sino organismos vivos que contribuyen activamente al bienestar del entorno.Yo me pregunto: ¿cuánto tiempo pasará hasta que esto deje de ser excepcional y se convierta en lo normal? Porque, francamente, cuando ves uno de estos edificios en acción, con sus árboles cambiando de color con las estaciones, sus pájaros anidando en las ramas, su aire visiblemente más limpio alrededor… cuesta entender por qué seguimos construyendo cajones grises de hormigón.La noticia Edificios que generan oxígeno: cuando la arquitectura funciona como un bosque urbano fue publicada originalmente en Wwwhatsnew.com por Natalia Polo.