Si uno la mira de reojo, diría que la Plaza de la Villa no tiene wifi, alcalde. Así de añeja, intemporal, y mitológica la ve uno. He ahí el milagro del silencio en mitad del éxito de estruendo que es la ciudad. Se desembarca desde la calle Mayor, por ejemplo, y se entra enseguida en un aire que tiene memoria, un aire acorralado por unas fachadas que son muros que son parada historia. No es grande la plaza, alcalde, y ni falta que le hace. Es una plaza pensante, hecha para la confidencia. Tres edificios la cercan, viejos como una verdad de piedra: la Casa de la Villa, la Casa Cisneros y la Casa de los Lujanes, que acreditan que... Ver Más