David Palomar comenzó a cantar profesionalmente con apenas 17 años , y desde entonces, ha trazado un recorrido marcado por la autenticidad, la rebeldía y una búsqueda artística que nunca ha querido desligar de sus raíces. A lo largo de su trayectoria, ha colaborado con grandes figuras del género, ha pisado teatros de medio mundo y ha defendido un flamenco libre y profundamente andaluz. A sus 48 años, Palomar vive un momento de madurez creativa. Tras un tiempo sin publicar disco, ha confesado a este periódico que ya está trabajando en un nuevo álbum . Con la mirada puesta en la esencia del arte jondo, pero sin renunciar a la modernidad, el cantaor sigue apostando por un camino propio, ajeno a prisas y modas, fiel a una forma de sentir el flamenco que él defiende como identidad, territorio y verdad. Este sábado, el gaditano regresará a Sevilla, al Auditorio Cartuja, con 'Desamparao' , un espectáculo en el que tradición y vanguardia se dan la mano bajo la dirección de José Troncoso . - El sábado actúa en el Auditorio Cartuja, donde presentará 'Desamparao'. ¿Qué nos puede adelantar? - 'Desamparao' se estrenó en el Teatro Alameda en la última Bienal de Sevilla. Vuelvo a la ciudad con mucha ilusión y con ganas. Es la misma obra, aunque suele haber matices según el espacio. Es un espectáculo de cante guionizado por José Troncoso, donde hay tradición, vanguardia, crítica, sarcasmo, ironía… Un poco de todo lo que soy yo. Represento a un «desamparao», pero también me siento así en cierto modo, porque siento que hay cosas que han dejado de interesarme y otras que nunca deberían haber dejado de existir. - ¿Qué percepción le gustaría que tuviera el público al salir de su show? - Me gustaría que pensaran, que sintieran. Es un espectáculo que reivindica varias cosas, que habla de cómo nos hemos vuelto un poco borregos: no queremos pensar, todo es rápido y efímero, vivimos pegados a las redes… Parece que cada vez tenemos menos libertades. 'Desamparao' va en contra de todo eso. Es una llamada a recuperar la rebeldía, a disfrutar de la vida, a ser más sociables. Y está contado a través del flamenco, con partes cómicas y otras más reflexivas. - ¿Cómo definiría el punto de su carrera en el que se encuentra y por qué siente ahora esta necesidad de reivindicar? - Siempre he tenido ese punto rebelde. Mi padre me enseñó que cuando ves una injusticia tienes que levantarte. La gente me conoce por mi alegría, pero también por decir las cosas. Antes las decía con más reparo, más endulzadas. Ahora las digo directo, pero con educación. - ¿Cuál considera el que ha sido el mayor desafío que ha enfrentado a lo largo de su trayectoria? - Lo más complicado ha sido creer en mí mismo. Decirme: «Creo en lo que hago, me da igual lo que piensen». Si haces música comercial, las puertas se abren más fácil, pero cuando haces las cosas a tu manera, no siempre gusta al resto. Con casi 50 años, al mirar atrás veo que he hecho lo que he querido, y eso me hace muy feliz. - Empezó a recorrer escenarios a los 17 años. Después de tantos años en la profesión, ¿cómo definiría el punto en el que se encuentra el flamenco en la actualidad? - El flamenco goza de buena salud, sin duda. El flamenco es andaluz, por eso, tiene que estar cantado en andaluz. Hay artistas que han acercado a muchos jóvenes, como Israel Fernández o Rosalía, aunque lo suyo ya no es flamenco, sino un concepto personal donde a veces mete matices del género, y eso está bien si sirve de puente. Eso sí, sería interesante estudiar si los jóvenes se acercan al flamenco como tal o a músicas con tintes flamencos. Cabe destacar que vivimos en una época en la que la canción es efímera: hay quien saca un tema en enero y otro en febrero. A mí a veces ni siquiera me ha dado tiempo de digerir el primer tema aún. El buen flamenco no va con prisas, es como cocinar a fuego lento. Paco de Lucía tardaba años entre disco y disco, y a mí me pasa igual. Saco música cuando siento que tengo algo que contar. Sacar canciones tan rápido es indigesto. - Usted lleva desde 2022 publicar disco. ¿Hay álbum a la vista? - Sí, y será una lectura de lo que llevo vivido. A mis 48 años quiero mostrar lo que es el arte jondo según mi manera de escucharlo e interpretarlo, y, por supuesto, con tintes de los maestros. Habrá modernidad, pero será muy flamenco. Además, seguiré escribiendo mis letras, como siempre. Cuando creo un disco, todo empieza a fluir, y yo soy intuitivo, pienso el concepto, los músicos, el directo… Para mí, es clave el guitarrista, y en este disco casi seguro que será Dani de Morón, porque, para mí, eúne tradición y vanguardia. - ¿Habrá colaboraciones? - No lo sé aún. Eso sí, estoy abierto a ellas. Es verdad que he apuntado muy alto y conseguirlas no siempre es fácil, pero si surge de manera natural, estaré encantado. Para mí, cantar con Joaquín Sabina sería un sueño, al igual que me gustaría grabar con voces en peligro de extinción: Juana la del Pipa, Dolores La Agujetas… Y, por supuesto, con artistas como Bruno Mars y Manuel Carrasco. - ¿Hay alguna verdad incómoda sobre el flamenco de la que casi nadie habla? - Partimos de la base de que a veces fuera de España se valora más el flamenco que dentro. Nuestro país es muy plural, y es normal que en sitios con otras culturas el flamenco no sea tan cercano. Lo que sí me sorprende es que, en Andalucía, por lo general hay poco conocimiento y respeto en términos de flamenco. Yo ahora estoy estudiando el ciclo superior de cante flamenco, y creo que deberíamos involucrarnos más en la docencia. Bajo mi punto de vista, el flamenco debería ser obligatorio en la enseñanza en Andalucía: a nivel literario, histórico, musical… Que después cada uno escuche lo que quiera, pero tenemos que conocer lo nuestro. También creo que políticamente no se está haciendo nada: han quitado muchas ayudas y eso es muy triste. No hay un compromiso político real. Por otro lado, hay que contar la verdad a los jóvenes: el flamenco es andaluz, no pertenece solo a una etnia. Es un lenguaje compartido entre gitanos y no gitanos, y eso hay que decirlo tal cual. Camarón y Paco de Lucía son el claro ejemplo de ello.