Alemania se sigue expandiendo en China

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Los principales grupos industriales de Alemania están profundizando su apuesta por China a pesar de las crecientes advertencias del Gobierno y de los analistas sobre los riesgos económicos y geopolíticos de esta dependencia. Entre 2023 y 2024, la inversión corporativa alemana en el gigante asiático aumentó en 1.300 millones de euros, hasta alcanzar los 5.700 millones, según datos del Mercator Institute for China Studies (MERICS). La tendencia demuestra que, aunque Berlín ha identificado a China como un factor de vulnerabilidad estratégica, su tejido empresarial sigue viendo en ese mercado un destino imprescindible para sostener beneficios y volumen de ventas. Las tensiones entre sector privado y Ejecutivo se han intensificado en los últimos meses. En reuniones privadas, representantes empresariales y cargos gubernamentales han intercambiado reproches sin lograr consensuar soluciones. Según fuentes conocedoras de estos encuentros, sigue sin resolverse la cuestión clave: ¿Quién debe asumir los costes de reducir la dependencia de China? Renunciar al mercado asiático implicaría menores ingresos para las compañías, posibles despidos para los trabajadores y precios más elevados para los consumidores. Y el Gobierno, que ya afronta elevadas obligaciones en materia de clima, defensa y bienestar social, se muestra reacio a asumir parte de esa carga, según informan desde Bloomberg. China continúa ofreciendo beneficios inmediatos que resultan difíciles de ignorar para las grandes multinacionales. En sectores clave como la automoción o la industria química, la rentabilidad y el acceso al mercado chino siguen pesando más que las advertencias geopolíticas. Este fin de semana, el vicecanciller y ministro de Finanzas, Lars Klingbeil, viajará a Pekín para trasladar las preocupaciones de Berlín, mientras el canciller Friedrich Merz insiste en público en los riesgos de depender de un país que podría cerrar el acceso a suministros críticos o emplear su peso económico como herramienta de influencia. La automoción es el sector más expuesto y también el que más está incrementando su presencia en China. Entre 2023 y 2024, la inversión de los fabricantes de automóviles alemanes creció un 69 %, hasta 4.200 millones, lo que supone dos tercios del total invertido por Alemania en el país asiático. China se ha consolidado como el mercado más relevante para BMW, Mercedes-Benz y Volkswagen, para los que supone en torno a un tercio de sus ventas y en el que avanzan con nuevos proyectos industriales y ampliación de redes comerciales. BMW ha comprometido 3.800 millones en una planta de baterías en Shenyang, mientras Mercedes traslada a Pekín su cumbre anual de estrategia y desarrolla vehículos eléctricos exclusivos para ese mercado. Volkswagen, que califica a China como su «segundo mercado doméstico», ha firmado acuerdos con empresas locales para acelerar su innovación tecnológica. La dependencia se extiende también a otros sectores. BASF acaba de inaugurar en China su mayor inversión histórica, un complejo químico valorado en 8.700 millones. Bosch está profundizando su colaboración tecnológica en ese país a la vez que reduce plantilla en Alemania. En los últimos cinco años, la inversión media anual de empresas alemanas en China ha sido de 5.200 millones, muy por encima de los 3.300 millones registrados entre 2015 y 2019. Intentar diversificar proveedores tampoco es sencillo. Localizar alternativas para materias primas críticas, semiconductores o componentes industriales implica costes más altos y años de reconfiguración de las cadenas de suministro. Los directivos temen tener que elegir entre asumir menores márgenes, trasladar subidas de precios a los consumidores o aplicar recortes de plantilla, a menos que el Estado intervenga. La poderosa asociación automovilística VDA ha reclamado reformas domésticas —reducción de costes energéticos y de la burocracia— para facilitar la relocalización de procesos productivos en Alemania. Sin embargo, no todas las compañías comparten la misma visión. empresas medianas como 4Jet llevan años reduciendo su exposición al mercado chino tras detectar patrones recurrentes en la estrategia industrial de Pekín: subsidios masivos, expansión acelerada y posterior dominación de mercados globales. Pero estas decisiones suponen excepción más que norma. Mientras tanto, se multiplican las señales de vulnerabilidad. En octubre, varios fabricantes alemanes sufrieron una interrupción súbita en el suministro de chips por parte de Nexperia, un proveedor chino con sede en Países Bajos, lo que provocó riesgos de paralización inmediata en líneas de producción. A la vez, las exportaciones alemanas a China han disminuido, mientras la dependencia de insumos baratos procedentes del país asiático aumenta, alimentando el temor a un «vaciamiento» progresivo de la base industrial alemana. El Gobierno alemán está empezando a diseñar mecanismos de respuesta. La creación de un consejo de seguridad nacional ha impulsado la elaboración de un plan para diversificar el acceso a materias primas antes de final de año, así como una estrategia de seguridad económica prevista para 2026. Pero el canciller Merz mantiene un mensaje firme para las empresas: si la apuesta por China sale mal, no habrá rescates públicos. «Es su riesgo», advirtió esta semana. «Y puede ocurrir muy rápido».