Durante una década, millones de datos anatómicos quedaron repartidos en bases que nadie podía conectar entre sí. Ahora, Fugaku —una máquina tan rápida que supera cualquier capacidad humana de cálculo— los ha unido para crear el mayor cerebro virtual jamás construido. Un modelo que late, se activa y se comunica como un cerebro real… y que podría cambiar cómo estudiamos el Alzheimer o la epilepsia.