«¡Oh Jesús, que compasivo en el monte del Calvario perdonaste! ¡Tu misericordia quiero por las lágrimas amargas que lloraste!» Estas letras son el estribillo de las coplas del Señor de las Penas que retumban estos días en el interior de la iglesia del Buen Suceso, la oración que Antonio Pantión dio a la hermandad e hizo himno. No es enero, fecha que, por otra parte, no está tan lejana; pero el culto se asemeja de alguna forma a ese mes, por el anochecer temprano y la llegada del frío, habituales cuando el Señor de las Penas está de culto y la corporación se reúne para acompañarlo. Entrar en la iglesia del Buen Suceso y contemplar al Señor de las Penas a los pies de la Virgen del Carmen es regresar al origen de esta hermandad. El templo es distinto, sí, pero permanece intacta la misma esencia espiritual con la que los carmelitas dieron vida a la corporación hace ciento cincuenta años, una institución que, por todo lo que simboliza, parece haber existido desde mucho antes. E s una grata alegría ver esta iglesia repleta de personas durante la estancia del Señor de las Penas, porque invita a la oración, al recogimiento, a la reflexión, a sentarse y admirar esta novedosa estampa. Es curioso cómo hay sevillanos que acuden al Buen Suceso no conocían siquiera su existencia; otros han entrado por primera vez. Por eso, la hermandad ha hecho bien en acercar al Señor a este templo, abriendo una puerta que invita a descubrir un lugar que, para muchos, había permanecido oculto y cuenta con un patrimonio religioso de un valor incalculable. Los carmelitas están encantados con la presencia del Señor; lo querrían tener para siempre. Se muestran alegres, felices, profundamente emocionados al contemplarlo junto a la Virgen del Carmen. Repiten los gestos de sus antecesores cuando vivían en el antiguo convento del Carmen : le rezan antes de retirarse a descansar, acuden a su llamada a primera hora de la mañana o se acercan a Él en cualquier momento para elevar una oración. Son sus protectores y lo visitan cada semana en San Vicente, pero esta vez ha sido Él quien ha devuelto la visita. En la tarde, antes de la eucaristía, los feligreses habituales rezaban el rosario diario y se mezclaban con los hermanos de las Penas que los acompañaban, hasta convertir el templo en un espacio completamente repleto de espiritualidad. Era una inmensa alegría comprobar que la fe sigue muy viva en Sevilla, y que esta hermandad es un claro ejemplo de que lo primero es eso: el culto, acercar al Señor y a la Virgen a través de sus imágenes, sin que falte el toque cofrade propio de una corporación, pero con la principal misión siempre por delante, hacer hermandad en todo momento, dentro o fuera del culto. Fray José Manuel Granados Rivera , prior del convento del Buen Suceso y director espiritual de la hermandad, durante la homilía impartida en el primer día de triduo explicó el significado de Jesús Caído. « Esta imagen representa a Cristo sufriente . Si examinamos nuestra conciencia, nos damos cuenta de que a veces hacemos daño a los demás y también a nosotros mismos; somos pecadores. Nadie puede sufrir de inocencia, y por tanto, es justo que merezcamos un castigo por nuestros pecados. Cristo vino a este mundo para librarnos del pecado y del castigo que merecíamos. Vino inocente, pero cargó con nuestros pecados y recibió el castigo que nosotros, los pecadores, merecíamos. Por eso Nuestro Señor sufrió su pasión. Cuando contemplamos la imagen del Señor, solo nos despierta amor, porque nosotros no merecíamos su compasión y misericordia , pero Él quiso morir en nuestro lugar . Dios puede perdonarnos, pero la culpa de nuestro pecado debía ser reparada. El Señor toca nuestros corazones, y lo más hermoso es acercarnos a la confesión por amor a Él , para que se abran las puertas del paraíso.» Todos los carmelitas del Buen Suceso acompañan a las Penas en el culto de principio a fin , en un ambiente festivo, reunidos en la eucaristía durante unos días verdaderamente inolvidables. Incluso los propios frailes desean ver al Señor sobre el paso dentro del templo y atravesando la puerta de la que también es su casa. Aun así, prefieren vivirlo día a día , como si quisieran que el tiempo avanzara más despacio para que este sueño no llegue a su fin de una hermandad carmelita como son las Penas, una orden y una corporación unidas y vinculadas para la eternidad.