La 'Sinfonía granadina' de Lalo

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Ha sido una niña prodigio de libro, con la ventaja de que con las nuevas tecnologías su fama creció como la espuma. Por eso, y por la cantidad de certámenes nacionales e internacionales que ha ido ganando desde entonces, hoy a los 22 años graba para Deutsche Grammophon y es dirigida por el maestro Antonio Pappano con la Chamber Orchestra of Europe , lo que ya da idea de que su camino ha sido guiado con sabiduría y acierto. La pena es que nosotros hayamos tardado tanto tiempo en ver a la violinista granadina en Sevilla y dentro de una gira europea. Nos sigue pasando como con otro granadino ilustre, Heras-Casado , la gran batuta actual de Bayreuth, y de otros muchísimos certámenes y primeras orquestas, y aquí a Sevilla sólo ha venido con la OJA , una gran orquesta, pero de no profesional, sino de jóvenes. Dueñas traía la 'Sinfonía española' de Lalo , una obra (no hay acuerdo si sinfonía, concierto o qué) que a su vez es discutida por su calidad a favor de su virtuosismo extremo (estuvo dedicada y la estrenó Pablo Sarasate ) y que en manos de la granadina se nos antojaba como obra maestra, porque ha conseguido sacarle todo lo que de española y granadina, si nos apuran, tiene. Es más, la obra arranca con la fuerza de los metales e inmediatamente, y Dueñas recién salida, sin afinar como parece preceptivo, se encuentra ante un movimiento que ya presenta un pasaje endemoniado, con un sobreagudo que lo clavó al quedarse sola a escasos segundos de comenzar, exponiendo en ella la cabecera del tema y repitiéndolo una octava más arriba. Parece que la obra le ha dado a la violinista grandes alegrías en su trepidante carrera y la tiene como una obra fetiche. Y quizá, por muy ilusorio folclore español que queramos, la obra tiene unos requiebros (tresillos, por ejemplo) y cadencias frigias que la recuerdan, como también los ritmos de habanera ( 'Carmen' se estrenó un mes después que la 'Sinfonía'), y ya pudimos detectarlos en la exposición del segundo tema, cuyo sustrato mantiene este ritmo. Aquí Dueñas supo destacar el carácter enérgico del ritmo/tema inicial, en especial cuando entra la orquesta, que la solista ha de repetir en 'appassionato'. Pues sí, le viene que ni pintado, al igual que el tema lírico. El 'Scherzando' que le seguía mantenía la vivacidad anterior sobre un ritmo de jota o seguidilla, que la solista supo gestionar, ya que es un 'tempo' en el que puede ir muy libre y en el que la joven podía moverse con mucha fluidez. El 'Intermezzo' mostró su cara más lírica, cantable, alternando con inesperadas sacudidas, que sirvió para que admirásemos otra de sus cualidades: la facilidad que tiene para moverse por dinámicas cambiantes (y a qué velocidad). También destacó la ejecución de enormes saltos interválicos que alcanzaban nuevamente el sobreagudo, pero como una célula repetida junto con otros pasajes de virtuosismo exuberante. Parece obvio, pero para alcanzar estos niveles se necesita una técnica soberbia -que la tiene-, pero que ha conseguido camuflarla, de manera que parece algo natural o al alcance de cualquier violinista. Pero no es así. De nuevo volvemos a la Dueñas más recogida (tonalidad menor), con el 'Intermezzo' , con un inicio como el del principio, punteado al unísono en toda la orquesta, pero con un desarrollo que parece más libre, como más improvisado, en el que notamos esos pianísimos casi susurrados, que no tardarán en contrastar con las dinámicas más fogosas. La melodía en el violín parece como cantada y con un peculiar carácter andaluz (no podemos olvidar que es granadina), sobre una base de habanera. En el 'Andante' pudimos oír a la violinista más expresiva, más evocadora o dramática, a la vez que la de canto más gitano, también en la tonalidad menor, aunque esta es la de la obra. La verdad es que cuando se encaminaba hacia el extravirtuosístico final, sacaba sus graves más carnosos y sus agudos más estratosféricos, a una velocidad importante. Y no es que su violín derroche volumen (tampoco carece de él) o al menos desde donde estábamos, pero nos permitió seguirla desahogadamente en el increíble final ( 'Rondo-Allegro' ), con arpegios vertiginosos interrumpidos por trinos espasmódicos en los que la intérprete todavía encontraba tiempo para embutir simultáneamente una nota repetida en pizzicato. Naturalmente, semejante final desató l os aplausos más encendidos del público, pero parte de este llevaba aplaudiendo tras cada movimiento (cada vez menos público, eso sí), sin darse cuenta de que a lo mejor no había terminado la obra. Esto no sólo quita cualquier valor a esos aplausos, sino que pueden resultar ofensivos, dado que la solista puede pensar en lo poco que este público frecuenta las salas de concierto y están ahí para aplaudir cada vez que la orquesta hacía chimpún. Pero también es verdad que no había programa de mano, ni en papel ni en QR (estaba en la página del teatro, pero los que aplaudían no creemos ni que lo supieran ni que les interesara). Por lo menos se podía haber proyectado el nombre al inicio de cada movimiento, e incluso el número que ocupaban dentro de los 5 que componían la obra (1/5, 2/5, 3/5…). Es un lujo tener por primera vez al maestro Pappano en el podio del Teatro, y no nos defraudó en cuanto a su atenta dirección y con una orquesta que sonaba bastante bieny que además hizo un trabajo magistral siguiendo a la granadina. Había cambiado además el sitio de los violines II por el de los chelos, y aunque esto es cada vez más frecuente, no lo es tanto que también se lleve los contrabajos, que dejaron al descubierto a los metales, no tanto física sino sonoramente, ya que desde la esquina en la que nos encontrábamos el primer cañonazo inesperado nos lo llevamos. Por fortuna, como toda la orquesta, eran disparos muy afinados y conjuntados , pero los decibelios seguían ahí (el sonido de los contrabajos lo hubiera compensado/suavizado en parte). Pero no me digan que contar con el maestro italiano para dirigir las 'Danzas eslavas' op.46 de Dvořák no es un lujo innecesario. Son unas danzas que nos resultan en el estilo de Brahms, pero de resultado rebajado, al rebufo de estas, y que las podíamos imaginar en versión para banda de música en el kiosco de la plaza del pueblo o como concierto checo de año nuevo.