(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 16.11.2025).- Por la mañana del sábado 15 de noviembre, el Papa León XIV recibió en audiencia en la Sala Clementina del Palacio Apostólico a un nutrido grupo de personalidades del mundo del cine. El encuentro fue anunciado a mitad de semana y se presentó como una extensión de los que en el pasado han tenido los papas con personalidades del mundo de la comedia y con los artistas. Ofrecemos a continuación la traducción al castellano del discurso del Papa, un discurso que bien podría considerarse un elogio del buen cine pero también una meditación acerca de él:***En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡La paz esté con ustedes!Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!El cine es un arte joven, soñador y un poco inquieto, aunque ya centenario. Precisamente en estos días cumple ciento treinta años, contando desde aquella primera proyección pública realizada por los hermanos Lumière el 28 de diciembre de 1895 en París. Al principio, el cine aparecía como un juego de luces y sombras para divertir e impresionar. Pero muy pronto, esos efectos visuales supieron manifestar realidades mucho más profundas, hasta convertirse en expresión del deseo de contemplar y comprender la vida, de narrar su grandeza y su fragilidad, de interpretar su nostalgia de infinito.Con alegría los saludo, queridos amigos y amigas, y saludo con gratitud aquello que el cine representa: un arte popular en el sentido más noble, que nace para todos y habla a todos. Es hermoso reconocer que, cuando la linterna mágica del cine se enciende en la oscuridad, se inflama simultáneamente la mirada del alma, porque el cine sabe unir lo que parece ser solo entretenimiento con la narración de la aventura espiritual del ser humano. Uno de los aportes más valiosos del cine es precisamente ayudar al espectador a volver sobre sí mismo, a mirar con ojos nuevos la complejidad de su propia experiencia, a ver el mundo como si fuera la primera vez y a redescubrir, en ese ejercicio, una parte de esa esperanza sin la cual nuestra existencia no está plena. Me consuela pensar que el cine no es solamente moving pictures: es poner en movimiento la esperanza.Entrar en una sala de cine es como atravesar un umbral. En la oscuridad y en el silencio, el ojo vuelve a estar atento, el corazón se deja alcanzar, la mente se abre a lo que aún no había imaginado. En realidad, ustedes saben que su arte requiere concentración. Con sus obras dialogan con quienes buscan ligereza, pero también con quienes llevan en el corazón una inquietud, una pregunta de sentido, de justicia, de belleza. Hoy vivimos con las pantallas digitales siempre encendidas. El flujo de información es constante. Pero el cine es mucho más que una simple pantalla: es un cruce de deseos, memorias e interrogantes. Es una búsqueda sensible en la que la luz perfora la oscuridad y la palabra se encuentra con el silencio. En la trama que se despliega, la mirada se educa, la imaginación se dilata y hasta el dolor puede encontrar un sentido.Estructuras culturales como los cines y los teatros son corazones palpitantes de nuestros territorios, porque contribuyen a su humanización. Si una ciudad está viva, es también gracias a sus espacios culturales: debemos habitarlos, crear relaciones en ellos, día tras día. Pero las salas cinematográficas sufren una preocupante erosión que las está arrebatando a ciudades y barrios. Y no son pocos los que dicen que el arte del cine y la experiencia cinematográfica están en peligro. Invito a las instituciones a no resignarse y a cooperar para afirmar el valor social y cultural de esta actividad.La lógica del algoritmo tiende a repetir lo que “funciona”, pero el arte abre a lo posible. No todo debe ser inmediato o previsible: defiendan la lentitud cuando es necesaria, el silencio cuando habla, la diferencia cuando provoca. La belleza no es solo evasión, sino sobre todo invocación. El cine, cuando es auténtico, no solo consuela: interpela. Llama por su nombre a las preguntas que habitan en nosotros y, a veces, también a las lágrimas que no sabíamos que necesitábamos expresar.En el año del Jubileo, en el que la Iglesia invita a caminar hacia la esperanza, su presencia desde tantas naciones y, sobre todo, su trabajo artístico cotidiano, son signos luminosos. Porque también ustedes, como tantos que llegan a Roma desde todas partes del mundo, están en camino como peregrinos de la imaginación, buscadores de sentido, narradores de esperanza, mensajeros de humanidad. El camino que recorren no se mide en kilómetros, sino en imágenes, palabras, emociones, recuerdos compartidos y deseos colectivos. Es una peregrinación al misterio de la experiencia humana que ustedes atraviesan con una mirada penetrante, capaz de reconocer la belleza incluso en los pliegues del dolor, la esperanza dentro de las tragedias de la violencia y de las guerras.La Iglesia mira con estima a quienes trabajan con la luz y con el tiempo, con el rostro y con el paisaje, con la palabra y con el silencio. El papa san Pablo VI les dijo: «Si son amigos del verdadero arte, son nuestros amigos», recordando que «este mundo en el que vivimos necesita belleza para no caer en la desesperación» (Mensaje a los artistas al término del Concilio Vaticano II, 8 de diciembre de 1965). Yo deseo renovar esa amistad, porque el cine es un laboratorio de esperanza, un lugar donde el ser humano puede volver a mirarse a sí mismo y a su destino.Tal vez debamos escuchar de nuevo las palabras de un pionero del séptimo arte, el gran David W. Griffith. Él decía: «What the modern movie lacks is beauty, the beauty of the moving wind in the trees» («Lo que le falta al cine moderno es belleza, la belleza del viento moviéndose entre los árboles», ndt). Cómo no pensar, escuchando a Griffith hablar del viento entre los árboles, en aquel pasaje del Evangelio de Juan: «El viento sopla donde quiere y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va: así es todo el que ha nacido del Espíritu» (3,8). Queridos maestros antiguos y nuevos, hagan del cine un arte del Espíritu.Nuestra época necesita testigos de esperanza, de belleza, de verdad: ustedes, con su trabajo artístico, pueden serlo. Recuperar la autenticidad de la imagen para salvaguardar y promover la dignidad humana está en el poder del buen cine y de quienes son sus autores y protagonistas. No tengan miedo de enfrentarse a las heridas del mundo. La violencia, la pobreza, el exilio, la soledad, las adicciones, las guerras olvidadas son heridas que piden ser vistas y contadas. El gran cine no explota el dolor: lo acompaña, lo indaga. Esto hicieron todos los grandes directores. Dar voz a los sentimientos complejos, contradictorios, a veces oscuros, que habitan el corazón del ser humano es un acto de amor. El arte no debe huir del misterio de la fragilidad: debe escucharlo, debe saber permanecer ante él. El cine, sin ser didáctico, tiene en sí, en sus formas auténticamente artísticas, la posibilidad de educar la mirada.Para concluir, la realización de una película es un acto comunitario, una obra coral en la que nadie se basta a sí mismo. Todos conocen y aprecian la maestría del director y la genialidad de los actores, pero una obra sería imposible sin la dedicación silenciosa de cientos de otros profesionales: asistentes, runners, encargados de utilería, electricistas, técnicos de sonido, maquinistas, maquilladores, peluqueros, vestuaristas, encargados de locaciones, directores de casting, directores de fotografía y de música, guionistas, montadores, especialistas en efectos, productores… ¡Ojalá no deje a nadie fuera, pero son muchos! Cada voz, cada gesto, cada competencia contribuye a una obra que solo puede existir en conjunto.En una época de personalismos exacerbados y contrapuestos, ustedes nos muestran que, para hacer una buena película, es necesario poner en juego los propios talentos. Pero cada uno puede hacer brillar su carisma particular gracias a los dones y cualidades de quienes trabajan a su lado, en un clima colaborativo y fraterno. Que su cine siga siendo siempre un lugar de encuentro, una casa para quienes buscan sentido, un lenguaje de paz. Que no pierda nunca su capacidad de sorprender, continuando mostrándonos aunque sea un solo fragmento del misterio de Dios.El Señor bendiga a ustedes, a su trabajo y a sus seres queridos. Y los acompañe siempre en el peregrinaje creativo, para que puedan ser artesanos de esperanza. Gracias.Gracias por leer nuestros contenidos. Si deseas recibir el mail diario con las noticias de ZENIT puedes suscribirte gratuitamente a través de este enlace. The post Así fue el elogio (y meditación) sobre el cine que hizo el Papa León XIV appeared first on ZENIT - Espanol.