ESTE ARTÍCULO CONTIENE SPOILERS DE WICKED: PARTE II]Dicen que a los hermanos mayores les toca abrir el camino. Dicen que los pequeños a menudo sufre la presión de tener que igualar los logros del mayor. La primera entrega de Wicked abrió el camino de baldosas amarillas a un público global que no necesariamente estaba familiarizado con el musical de Broadway, que tal vez no profesaba la adoración hacia El mago de Oz de la audiencia norteamericana. Y lo de 'abrir' es un eufemismo: Wicked reventó el camino, haciéndonos alzar la voz al son de Defying Gravity.A su secuela, Wicked: Parte II, que llega tan solo un año después, le toca estar a la altura, con la dificultad añadida de adaptar el segundo acto de un musical, inevitablemente más corto y precipitado. Sumémosle a todo esto un cambio en el tono de la trama y otro hándicap que los fans del musical conocen bien: las canciones más icónicas de Wicked (Defying Gravity, por supuesto, pero también Popular, Wizard and I o Dancing Through Life) pertenecen al primer acto. Por suerte, Jon M. Chu elude la cacofonía y firma un remate más que satisfactorio para la historia de Elphaba (Cynthia Erivo) y Glinda (Ariana Grande), una culminación disruptiva y climática que recupera todo lo que nos enamoró de la primera entrega, pero abraza la maduración de la trama, la deja crecer hacia un relato más oscuro y profundo que, de forma involuntaria pero atinada, resuena en la actualidad.De la primera entrega quedan un elenco afinadísimo capitaneado por el tándem Grande-Erivo, una ambición visual que exprime el lenguaje cinematográfico y las virguerías técnicas, el acabado teatral casi tangible e inmersivo que proporcionan los decorados construidos, y el espectáculo musical multisensorial que celebra el género al que pertenece en cada plano. Incluso hay ecos nostálgicos de viejas canciones, ahora reinterpretadas.Sin embargo, Wicked: Parte II no se conforma con repetir la fórmula y se sacude el matiz juvenil, más ligero y bobalicón (en el buen sentido) de su predecesora para volverse tremendamente política, un tornado fantástico, conmovedor y revolucionario. Desde su escena inicial, con Elphaba destrozando el camino de baldosas amarillas, nos situamos en un campo de batalla, en un relato operístico supeditado a la acción. La denuncia a la desinformación, al mal uso de la propaganda, a las fake news y a la discriminación que se intuía en aquella primera entrega toma aquí el control con una bruja 'mala' que vuela alto pero contra el viento, empeñada en salvar un hogar que la rechaza; y una bruja 'buena' enfrentada al autoengaño y su carácter complaciente, temerosa de hacer explotar su burbuja. En sus manos, la rebelión toma dos formas que se contraponen constantemente: la de los marginados que se sublevan, la de los privilegiados que dejan de mirar al otro lado. A falta del himno Defying Gravity, la secuela sube el volumen a For Good y añade dos nuevas canciones (No Place Like Home para Erivo y The Girl in the Bubble para Grande) que suman a la narrativa, que exploran como el musical nunca hizo las luchas internas de las protagonistas, que añaden matices a esta historia de amistad y redención, de esperanza y autoaceptación, de vínculos que te cambian para siempre. Para los fans de El mago de Oz, la Parte II conecta además con la aventura de Dorothy, aunque, fiel a la obra de Broadway, aborda el viaje de la joven en las sombras. Este sigue siendo, en esencia, el camino de regreso a casa de Glinda y Elphaba, más alejadas que nunca la una de la otra, transformadas por su vínculo pero obligadas a emprender su propia travesía por separado, con Erivo y Grande primando la emoción a la comedia en sus actuaciones. ¿Está Wicked: Parte II a la altura de su hermana mayor? Totalmente. ¿Es mejor? Por muy vago que suene, dependerá de las preferencias de cada espectador: quienes disfruten más con las historias coming-of-age en entornos académicos, se quedarán en Shiz; el público que busque un relato más subversivo y trepidante, preferirá esta. Sea como fuere, es un fin de fiesta perfecto ("Thrillifying", diría Glinda) que confirma el díptico Wicked como la mejor adaptación cinematográfica de un musical en años.