Filjak: Carga energética entre el barroco y el romanticismo

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Recibíamos en esta ocasión a la pianista croata Martina Filjak , de energía desbordante, que se presentaba con un programa de los que tememos para los intérpretes de formación romántica, y ni que decir tiene cuando se trata de una pianista con ganas de comerse el mundo. La 'Suite para clave nº 7' en Sol menor HWV 432 pertenece a un cuaderno que compuso Haendel y que como el otro existente apenas son conocidos, y no porque sean de calidad mediocre, al contrario, sino porque durante años los oratorios, óperas o música para orquesta eclipsaron la obra más camerística del genio de Halle. A ello se sumaba que las partituras se publicaban con una música básica, que el músico debía adornar con diferentes figuras o rellenar con voces intermedias, algo que tuvieron que aprender los músicos que quisieron recuperar esta música en el siglo XX tal como se hacía entonces. Pero antes que eso, cualquier intérprete de nuestro tiempo debe recordar que estas obras eran para clave , y que este no cuenta con pedal, por un lado, y que su volumen no es regulable (puede contar con la suma de otro teclado -de teclas no regulables individualmente-, pero que en cualquier caso no rebasa la potencia de un piano moderno). De ahí que la entrada de la obertura ('Largo') con un acorde cargado de 'efes' nos resultase explosiva. En un clave lo hubiera reventado. Pero no sólo era el volumen, sino el uso continuado del pedal, es cierto que no especialmente insistente, pero suficiente para que las notas se confundieses a veces, y siempre en una escala que se repetía una y otra vez. Pero también digamos que bordaba los trinos con todos los dedos, incluso los más pequeños o que en el 'fugato' dejó oír muy bien las imitaciones y que sus 'picados' parecían querer evocar los sonidos mecánicos producidos por los saltadores. El mismo carácter que le otorgó al 'Andante' , diríamos que borboteante, percusivo si se quiere, también venía a insistir en un efecto que evocaba las articulaciones de un clave, y además que le sonaron muy claras, de manera que los cambios de melodías en una mano y otra contribuían a la sensación de limpieza textural. Todavía pudimos verlo mejor en el 'Allegro' , por su carácter más contrapuntístico y veloz, que además ponía en evidencia la independencia de sus manos. En cambio, en la 'Sarabande' dio muestras de una gran expresión melódica, con una pulsación plena (aunque tocase muy 'piano'); sin embargo, seguía sobrando el pedal. La 'Giga' ya apuntaba hacia su virtuosismo, pero aún más, hacía una mayor independencia de las manos, donde la izquierda adquiría la misma importancia que la derecha, algo que todavía sobresalió más en la 'Passacaille' , en los cambios de la melodía en una u otra mano, con final espectacular. En realidad lo suyo, su formación y su expresión sintonizaba más con el romanticismo de un Schumann que con el barroco. El 'Carnaval de Viena' aunaba una gran cantidad de momentos expresivos y un virtuosismo extremo, a la vez que -ahora ya sí- daba suelta a su impactante sentido de las dinámicas, sin olvidar la disimilitud desmedida en el carácter de los personajes presentados. Scriabin alcanza su propio espacio en la historia de la música, pero además supone un reto para los pianistas, al necesitar suplir las dos manos por una sola, sin que se perdiera la sensación de que había dos. Ya hemos insistido en la devoción expresiva de Filjak, de manera que en este 'Preludio y Nocturno para la mano izquierda' Op.9 consiguió ambos desafíos, al enarbolar las melodías sobre un mar de armónicos, conseguidos -aquí es imprescindible- con ayuda del pedal y algunos momentos que rozan lo increíble, como el grupeto en la zona más aguda que desciende a la grave con la mano izquierda, recordémoslo. No es fácil reproducir la sensación oír dos manos, con una izquierda cantando la melodía con intensidad y con la misma mano acompañándose suavemente. De forma muy distinta hay que enfocar las 'Reminiscencias de Lucia di Lammermoor' S.397 de Liszt , ya que la mano izquierda marca un ritmo de acompañamiento que no es fácil de mantener una vez que la mano derecha hace la melodía, y más aún cuando ambas manos se intercambian el protagonismo. Pero recordemos que esto es Liszt, y las texturas se encrespan y comprimen, con arpegios vertiginosos alternándose en ambas manos. Nos dio a elegir una propina en correcto y simpático español, entre Satie y Rachmáninov , y no sabemos cómo se eligió al primero, aunque después del sobreesfuerzo anterior no había ni que preguntar. Pues cuando ya parecía que estábamos en los 'estiramientos' de la Gnosienne nº1 , que sinceramente no nos convenció, aunque la hubiera propuesto ella, dejó caer un ataque 'heavy', como para meter en la quietud satieniana un trocito de Rachmáninov.