1 sacerdote católico y 25 niñas de escuela secundaria secuestrados en Nigeria

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(ZENIT Noticias / Kaduna, 18.11.2025).- La madrugada del 17 de noviembre marcó un nuevo y sombrío capítulo en la creciente crisis de seguridad de Nigeria. Antes del amanecer en los estados del centro y noroeste del país, grupos armados atacaron dos comunidades: una casa parroquial en Kaduna y un internado femenino en Kebbi. Al salir el sol, un sacerdote católico había desaparecido sin dejar rastro, un funcionario escolar yacía muerto y decenas de estudiantes habían sido obligadas a huir a los bosques que sirven de refugio a bandas criminales.En Kushe Gudgu, una comunidad rural del estado de Kaduna, los atacantes actuaron con rapidez. Irrumpieron en la residencia de la iglesia de San Esteban y capturaron al párroco, el padre Bobbo Paschal. Varios residentes fueron secuestrados junto a él, aunque se desconoce el número exacto. El ataque se tornó mortal cuando los asaltantes asesinaron a Gideon Markus, hermano de otro sacerdote local, al intentar intervenir.La Arquidiócesis de Kaduna, conmocionada pero acostumbrada a emitir este tipo de comunicados, instó al país a unirse en oración por el regreso a salvo de todos los secuestrados. Pero en Nigeria, una nación que lleva más de una década conviviendo con secuestros extorsivos a gran escala, la oración es solo un elemento de un ritual dolorosamente familiar.Apenas unas horas antes, a 300 kilómetros de distancia, otra comunidad había vivido su propia pesadilla.Alrededor de las 4 de la madrugada, hombres fuertemente armados irrumpieron en la Escuela Secundaria Integral Femenina del Gobierno en Maga, estado de Kebbi. Los atacantes se desplazaron de dormitorio en dormitorio, disparando mientras las estudiantes, presas del pánico, huían o se escondían. El subdirector de la escuela, Hassan Yakubu Makuku, murió al intentar defender a las niñas a su cargo. Un guardia de seguridad resultó herido en el caos.Para cuando llegaron las fuerzas de seguridad, los hombres armados ya habían obligado a un número indeterminado de estudiantes a subir a las motocicletas que los esperaban y habían desaparecido hacia la vecina Zamfara, una región cuyos densos bosques y fronteras porosas se han convertido en un bastión para las bandas de secuestradores.El ataque se ajusta a un patrón que se ha vuelto trágicamente habitual. El noroeste de Nigeria, que antes se libraba de las insurgencias que asolaban el noreste, se ha convertido en el epicentro de una industria criminal basada en secuestros masivos. Los secuestros a gran escala, que antes eran raros fuera del territorio de Boko Haram, ahora son perpetrados por grupos delictivos poco organizados pero fuertemente armados, cuyas motivaciones son principalmente económicas, no ideológicas.El legado de Chibok pesa mucho. Más de una década después de que 276 niñas fueran secuestradas de su escuela, aproximadamente un tercio sigue desaparecida. En los años posteriores, más de 1.500 estudiantes han sido secuestrados, según grupos de monitoreo internacionales. Incluso la decisión del gobierno de penalizar el pago de rescates ha tenido poco efecto para disuadir a los perpetradores. En cambio, las comunidades a veces se ven obligadas a negociar en privado o a esperar meses —años, en algunos casos— noticias sobre sus hijos desaparecidos.Kebbi, aunque lejos de la base tradicional de Boko Haram, no se ha librado. En 2021, un secuestro masivo dejó a 80 estudiantes y personal de una universidad federal en Yauri. Si bien algunos fueron rescatados por el ejército, otros fueron liberados solo después de un prolongado cautiverio. El último grupo no regresó a casa hasta 2023, después de casi dos años en manos de sus captores.Para las comunidades cristianas en particular, la sensación de vulnerabilidad se ha intensificado. Los ataques contra el clero se han vuelto alarmantemente frecuentes. Se han producido asaltos a seminarios, secuestros de sacerdotes e incendios de iglesias. El último informe de Ayuda a la Iglesia Necesitada describe las violaciones de la libertad religiosa en Nigeria como «graves, sistemáticas y continuas», especialmente en la zona central del país, donde las tensiones religiosas y étnicas se entrelazan con las actividades delictivas.Los líderes de la Iglesia son plenamente conscientes de que estos últimos ataques se produjeron justo cuando Estados Unidos volvió a incluir a Nigeria en su lista de Países de Especial Preocupación, la máxima designación de Washington por violaciones a la libertad religiosa. Esta medida refleja lo que muchos en el terreno han estado diciendo durante años: que la crisis de seguridad en Nigeria ya no es un problema regional, sino una emergencia nacional que afecta a todos los estratos de la sociedad.Mientras los equipos de búsqueda y rescate rastrean los bosques de Kaduna y Kebbi, la tensión del momento pesa enormemente sobre quienes esperan. Las familias de las niñas secuestradas se reúnen en los patios, aferradas a los teléfonos que podrían sonar con noticias, o no. Los feligreses de Kushe Gudgu mantienen la vigilia, con la esperanza de que el padre Paschal regrese con vida.Las comunidades cristianas de Nigeria han respondido con una mezcla de dolor, valentía y una perseverancia inquebrantable. Sus obispos siguen abogando internacionalmente, sus fieles continúan rezando en los santuarios dañados y sus oraciones, como suelen decir, son el arma más poderosa que sienten que aún poseen.Pero tras las plegarias subyace una súplica cada vez mayor: que el mundo preste más atención y que las autoridades nigerianas finalmente reúnan la voluntad política necesaria para abordar una crisis que devora las vidas de niños, maestros, clérigos y comunidades enteras con una regularidad aterradora.Gracias por leer nuestros contenidos. Si deseas recibir el mail diario con las noticias de ZENIT puedes suscribirte gratuitamente a través de este enlace.  The post 1 sacerdote católico y 25 niñas de escuela secundaria secuestrados en Nigeria appeared first on ZENIT - Espanol.