Hay fechas que no pasan: vuelven.El 25N es una de ellas.Vuelve cada año como un recordatorio y una herida, como un grito antiguo que nos atraviesa el cuerpo y la memoria.Pero este año, como los últimos, vuelve también con una pregunta que resuena en las conversaciones, en los grupos, en los pasillos: “¿A qué manifestación vas?” ¿Y por qué no juntas? Lo que parece una duda logística es, en realidad, una pregunta política, casi filosófica: ¿Qué feminismo camina contigo? ¿Qué proyecto de liberación estás nombrando cuando pisas la calle?Por eso hay dos manifestaciones.No por enfrentamiento, sino porque ya no cabíamos todas en el mismo silencio.Y cuando una palabra —“feminismo”— empieza a significar cosas tan distintas según quien la pronuncie, es inevitable hacerse una pregunta básica, casi fundacional: ¿Quiénes somos cuando decimos “nosotras”?Ahí empieza todo: en el sujeto político del feminismo.El feminismo nace para combatir la opresión de las mujeres por razón de sexo.Lo queer, en cambio, desplaza el análisis del sexo a la identidad, y propone un movimiento sin sujeto político estable.[articles:345765]Aquí es donde la convivencia deja de ser posible: no se puede luchar a la vez contra el patriarcado y contra la categoría de sexo que lo explica.Para que quede claro, lo sintetizó así:¿Qué es el feminismo? (versión corta)El feminismo entiende que la opresión de las mujeres es material y nace del sexo.Su agenda es clara: abolir la prostitución, la pornografía, la explotación reproductiva y el género como jerarquía.¿Qué es lo queer? (versión corta)Lo queer no es feminismo: es una teoría posmoderna centrada en la identidad individual y neoliberal. Mientras el feminismo analiza estructuras y violencia material, lo queer se ocupa del deseo, la autoidentificación y el relato personal.La abolición de la prostitución, de la pornografía y de los vientres de alquiler es una frontera ética y política, inquebrantables para las feministas.Para el feminismo, estos sistemas son violencias estructurales donde los hombres compran acceso al cuerpo de las mujeres.Pero lo queer y el feminismo liberal lo presentan como “trabajo sexual”, “empoderamiento” o “elección”.Incluso lo trivializan: hacen performances, bromas y chistes sobre lo que para nosotras es violencia.No son diferencias menores: son dos éticas opuestas sobre el cuerpo de las mujeres.El feminismo podríamos llamarlo “institucional” ha adoptado discursos suaves, campañas vacías y lemas descafeinados.Ha elegido el consenso, la imagen y la diversidad como marca política.El feminismo activista, en cambio, mantiene un análisis materialista y la independencia de partidos y subvenciones.Y eso incomoda.Hace unos meses, habíamos llegado a un acuerdo económico con el Ayuntamiento para apoyar la Escuela Feminista, un proyecto de indole internacional en la ciudad.Un apoyo que vimos evaporarse cuando nos opusimos frontalmente a la ordenanza municipal contra la trata que este Gobierno presentó en septiembre: una ordenanza redactada en contra del movimiento feminista de la ciudad y del movimiento estatal.Y es que el feminismo no busca caer bien, ni siquiera cuando eso implica perder apoyos materiales.El feminismo busca nombrar la desigualdad y desmontar el patriarcado.No es un capricho ni una pelea de liderazgos.Es la consecuencia lógica de dos marcos políticos incompatibles: uno histórico, abolicionista, centrado en el sexo y en la clase sexual; otro identitario, institucional y centrado en la autoidentificación.No se puede hacer una marcha conjunta cuando ni siquiera se comparte qué es una mujer.No se puede caminar juntas cuando una parte quiere abolir la prostitución y la otra quiere regularla como “trabajo sexual”.No podemos ir juntas cuando nos insultan llamándonos “putófobas” o “tránsfobas” por defender que nuestra opresión es por ser mujeres.Lo sé por experiencia: en los barrios, en los grupos de conciencia, en los institutos, en las casas de acogida.Las diferencias se ven con una claridad absoluta.Las mujeres no piden debates identitarios: piden herramientas, nombre para la violencia, análisis de la desigualdad, conciencia y derechos materiales.Lo que divide al movimiento no es el feminismo: es la entrada de discursos que no son feministas, aunque usen esa palabra.Y aun así; el feminismo no expulsó a nadie.Simplemente, no renunció a su fundamento político ni se dejó arrastrar por las mareas y los brillos del momento.No dejamos el feminismo: otros discursos abandonaron la lucha de las mujeres por caminos que ya no son feministas.Por eso digo que no hay división: hay claridad política.Tener dos manifestaciones no es un problema.El problema habría sido seguir fingiendo unidad mientras se desmantelaba el feminismo desde dentro.La claridad no es una derrota.Es una victoria.Nombrar lo que nos separa también es una forma de resistencia.El feminismo está —y seguirá estando— donde siempre estuvo: defendiendo a las mujeres.