Los agujeros en la soberanía de Malí no cesan de agravarse, empujando el país y la junta militar que lo gobierna a una situación de descontrol cada vez más alarmante. Desde comienzos de septiembre, la filial de al-Qaeda en el Sahel –el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (JNIM, por sus siglas en árabe)– ha bloqueado las regiones de Kayes y Nioro, en el sudoeste del país. La coalición yihadista mantiene intransitables, por medio de una intensa campaña de emboscadas, las carreteras que las atraviesan, estratégicas por conectar Bamako con los puertos de Dakar y Abiyán, las salidas al mar más cercanas. Su objetivo es ambicioso: interrumpir las cadenas de suministro, perturbar los intercambios comerciales y, en última instancia, asfixiar la capital para desestabilizar la junta militar encabezada por Assimi Goïta. (…) el JNIM no tiene capacidad para tomar el poder y formar un gobierno, pero el vacío generado facilitaría la consolidación de su modelo de proto-gobernanza en el país, con efectos desestabilizadores para toda la región.No se trata de una barrera física cortando dichas vías, sino de pequeños operativos motorizados que atacan a quienes las utilizan –incendiando camiones, secuestrando viajeros y transportistas, y saqueando mercancías– y se repliegan rápidamente, mezclándose con la población civil. La capacidad del JNIM para sostener durante más de dos meses esta táctica asimétrica evidencia la consolidación de su presencia en nuevas regiones de Malí, extendiendo su influencia más allá de sus feudos tradicionales del centro y el norte del país.Este bloqueo se inscribe en un contexto de fuerte expansión del yihadismo en África Occidental. Además de la ya conocida presencia del JNIM en el norte de los países del golfo de Guinea, la presión aumenta de forma preocupante en la frontera con Senegal, con ataques en localidades próximas y contra transportistas senegaleses a su paso por territorio maliense. También se han registrado incidentes cerca de Argelia, siendo el más destacable la toma del puesto fronterizo con Níger de Assamakka, que se cobró la vida de seis soldados nigerinos. Por último, el JNIM ya ha traspasado la frontera de Benín hacia Nigeria, con un primer ataque en el norte del país este mes de octubre.La guerra económica del JNIM, llevada a un nivel superiorLa estrategia de bloqueo de localidades –o incluso regiones enteras– no es nueva y se ha convertido en un sello de identidad de la coalición yihadista. Mediante el sabotaje de infraestructuras de transporte, reservas de agua, suministro eléctrico y telecomunicaciones, ya existen numerosas víctimas del aislamiento: Bandiara, la región maliense que se conoce como el país Dogón; Kompienga, una región en Burkina Faso, y también en Níger, aunque en menor medida. A pesar de ello, la escala y el efecto del cerco actual en el sudoeste maliense no tienen precedentes. Bajo el pretexto de que el gobierno prohibió la venta de gasolina en bidones en determinadas regiones para limitar la movilidad de los insurgentes, el JNIM ataca sistemáticamente los camiones cisterna que transportan carburante hacia Bamako desde Senegal y Costa de Marfil, origen del 95% de las importaciones de este producto estratégico. La escasez resultante ha alterado completamente la vida en la capital: el sector privado está prácticamente paralizado, los centros educativos cerraron durante dos semanas, los precios –incluidos los de productos básicos– se han disparado e incluso el tráfico aéreo se ha visto afectado, con compañías trasladando sus escalas técnicas a la vecina Burkina Faso o reduciendo sus operaciones en suelo maliense.Los efectos del bloqueo trascienden la escasez de combustible en Bamako y también en regiones del centro del país, como Ségou y Mopti, cuyo abastecimiento depende del paso por la capital, paralizando la economía maliense. Kayes, la segunda región más productiva del país, y el sur en su conjunto, donde vive más de la mitad de la población y se produce más del 80% de las exportaciones de Malí –principalmente, oro y algodón–, están prácticamente asfixiados. Así, la coalición yihadista no solamente constituye una amenaza para la paz y la estabilidad de Mali, sino también para su seguridad económica. A todo ello se suman los efectos devastadores sobre la población de las regiones concernidas, que asciende a más de dos millones y medio de personas. El JNIM lleva a cabo represalias fatales contra quienes son sospechosos de colaborar con las fuerzas y cuerpos de seguridad. Además, en Nioro del Sahel, capital de la región de Nioro, los insurgentes han eliminado de facto la libertad de movimiento, secuestrando a todo aquel que intenta abandonar la localidad. Por otra parte, la inaccesibilidad de las carreteras plantea serios desafíos logísticos al ejército, entorpeciendo las operaciones de lucha contra el terrorismo.En definitiva, el JNIM ha elevado sus tácticas y ambiciones a una nueva fase, ahogando Bamako y la economía maliense, y en última instancia comprometiendo la estabilidad de la junta militar en el poder. La extrema volatilidad de la situación ha llevado a países como España, Italia, Alemania, Francia, Estados Unidos, Australia y el Reino Unido a recomendar a sus ciudadanos que abandonen Malí de inmediato. Rusia, a pesar de su papel activo en Malí a través del África Corps tras el repliegue de socios europeos a partir de 2022, ha optado por un clamoroso silencio, restando importancia a una realidad que desacredita su modelo de apoyo a terceros países en materia de lucha contra el terrorismo.Si bien se trata de un escenario catastrofista, no puede descartarse que, en caso de que esta estrategia de desgaste se prolongue en el tiempo, el aislamiento de la capital acabe provocando la caída de la junta militar, sin necesidad de un asalto o asedio. Hoy, el JNIM no tiene capacidad para tomar el poder y formar un gobierno, pero el vacío generado facilitaría la consolidación de su modelo de proto-gobernanza en el país, con efectos desestabilizadores para toda la región.Ante la incapacidad manifiesta del Estado y sus socios rusos de África Corps de recuperar por la fuerza el control de las regiones bloqueadas, se hace inevitable complementar los esfuerzos actuales con otras soluciones como la mediación, a través de figuras influyentes como el imam Mahmoud Dicko, y la cooperación regional. En este sentido, la única salida pasa porque las autoridades malienses y la Alianza de Estados del Sahel dejen a un lado sus agravios y reparen la colaboración con sus vecinos en materia de seguridad. De la capacidad para abordar conjuntamente esta amenaza compartida dependerá no sólo la estabilidad de Malí, sino la de todo el Sahel, que se acerca peligrosamente a un punto de no retorno.Autor: Marta Driessen CormenzanaLa entrada Asedio sin batalla: el bloqueo económico de JNIM pone en jaque a Bamako se publicó primero en Real Instituto Elcano.