HAY personas que son como islas lejanas. Islas de soledad y de silencio que flotan sobre el mar sin mudarse de sitio ni dejarse engullir por las mareas ni por ese capricho de los vientos. Hay personas que son forasteros eternos, viajeros interiores, emigrantes por los salones de su propia casa. Hay personas que siempre parecen exiliados, extraños a su entorno, aunque lleven el sello, la señal de la tierra que los hizo por dentro. Tuvo Antonio ese aire de isla, de neblinosa isla de color esmeralda, como si toda Irlanda hubiera conquistado sus venas y lo observara desde cierta distancia. Apátrida interior de la ciudad eterna, de la ciudad abierta expansiva y radiante. Tuvo Antonio quizás, la mirada de... Ver Más