El artículo de Isabel Morillo sobre la situación de la izquierda en Andalucía revela una notable fijación hacia Podemos, en la línea del divulgador de noticias falsas Antonio García Ferreras. La directora de El Correo de Andalucía, haciéndole un flaco favor a la credibilidad del medio que dirige, probablemente sin mandar, construye su crítica en torno a una narrativa predefinida: Podemos es irrelevante en Andalucía, sufre de un “ombliguismo” madrileño y solo genera ruido que perjudica a la izquierda. Este enfoque simplista se apoya en una serie de suposiciones y afirmaciones falsas. La referencia abierta a Pablo Iglesias e Irene Montero es síntoma de una obsesión personal que distorsiona la objetividad del artículo.Morillo comienza sentenciando que "lo que haga Podemos no es determinante", una premisa que contradice la extenuante dedicación de gran parte del artículo a analizar precisamente los movimientos del partido. Si Podemos no fuera relevante, su papel no merecería un examen tan detallado. Esta contradicción inicial es el reflejo de una obsesión que el texto no logra disimular. La autora presenta a Podemos como un ente monolítico, movido únicamente por las órdenes de una "cúpula nacional" en Madrid, desestimando la complejidad interna del partido y la autonomía de sus militantes y líderes locales, a pesar de mencionar las voces disidentes, alguna de ellas falsa y sin contrastar.El artículo minimiza el peso de Podemos en Andalucía, argumentando que tienen "un espacio muy chico y muy poca raigambre andaluza". No obstante, la propia autora se ve obligada a reconocer que, de los cinco diputados de la coalición Por Andalucía, tres son de Podemos, olvidando intencionadamente que a pesar del boicot yolandista la diputada por Granada en Madrid, Martina Velarde, también es de Podemos. Esto no es un detalle menor; representa una cuota de poder significativa que contradice la idea de su irrelevancia. El hecho de que uno de esos tres diputados, no dos, como afirma la directora de El Correo, pues Alejandra Durán no es firmante del manifiesto agosteño germinado en Marinaleda, manifiesten su deseo de unidad para reproducir la vieja historia unitaria de IU (reparto de puestos), como señala Morillo, es solo una evidencia de la diversidad de opiniones, no de una obediencia ciega a Madrid, como ella afirma.[articles:341812]Morillo utiliza la palabra "ruido" en múltiples ocasiones para describir la actividad de Podemos, sugiriendo que su política es caótica y contraproducente. Oculta así intencionadamente que si hay una fuerza en la izquierda andaluza con claridad de ideas en los tiempos de rearme y genocidio que corren, esa es el Podemos que no se pliega a los límites que le marca el PSOE, como sí hacen IU/Sumar en los ministerios de Pedro Sánchez, estando dispuesta a establecer alianzas de estado cooperativas, sin caer en la irrelevancia del independentismo absurdo como hacen determinados nacionalismos endógenos.La autora cierra el artículo con una aparente muestra de objetividad, afirmando que "lo dirán los andaluces en las urnas". Sin embargo, esta frase llega después de un largo y tendencioso análisis que ya ha intentado guiar la opinión del lector. Al plantear que la elección será entre "Por Andalucía, Adelante Andalucía y Podemos", Morillo subraya la fragmentación de la izquierda y el papel de Podemos en ella, reafirmando una vez más su narrativa. El artículo, en su totalidad, no es un análisis neutral, sino un ejemplo de cómo una periodista puede construir una pieza en torno a un prejuicio preexistente, disfrazándola de crítica política.La obsesión de Isabel Morillo con Podemos no solo se manifiesta en la extensión del texto que le dedica a lo que considera irrelevante, sino en la manera en que cada punto, cada referencia a otros partidos, es una oportunidad para reforzar su tesis de que la formación morada es el problema, una perspectiva que ignora la complejidad de las dinámicas políticas y sociales de Andalucía. La operación para la que trabaja Isabel Morillo es demasiado evidente, Podemos sigue siendo el objeto a batir por el bipartidismo y la izquierda complaciente.Para ello, la directora de El Correo de Andalucía, cuya cabecera es propiedad de Prensa Ibérica desde 2023, con sede social y central en Barcelona y con sede, también, en Madrid, nos da la guía para quien trabaja en realidad y donde está el centro de decisiones y el control de la línea editorial. Instala cañoneras en Sevilla, con el único objetivo de servir al Gobierno de Sánchez en Madrid sin importarle lo más mínimo la tierra a la que dedica sus “analíticas” letras que tienen como objetivo culpar a Podemos de la fragmentación de la izquierda andaluza, evidenciando un claro sesgo en su narrativa que, a pesar de su largo texto, es un análisis burdo y obsesivo que, aun siendo consciente de su simpleza, va con ello.