(ZENIT Noticias / Roma, 21.09.2025).- El nombre de Pedro Arrupe, el carismático superior general jesuita que guió a su orden durante las turbulentas décadas posteriores al Concilio Vaticano II, ha inspirado devoción desde hace mucho tiempo. Desde su labor entre los supervivientes de Hiroshima hasta su visión de una Iglesia misionera que sirve a los marginados, la historia de Arrupe ha sido invocada como modelo de santidad desde su muerte en 1991. Su causa de canonización, abierta en 2019, continúa avanzando en Roma.Sin embargo, hoy en día, el legado del jesuita español se enfrenta a un nuevo escrutinio, no por su espiritualidad ni por su liderazgo en la misión global, sino por una herida que se ha reabierto en la historia de los abusos sexuales clericales. Una demanda civil en Luisiana ha desenterrado correspondencia de décadas de antigüedad en la que se consultó a Arrupe sobre la ordenación de Donald Dickerson, un seminarista jesuita que posteriormente se reveló como un abusador en serie.Los documentos, publicados en los archivos judiciales estadounidenses este verano, incluyen dos cartas: una enviada a Arrupe en 1977 y otra firmada por él al año siguiente. El intercambio refleja una tensa disputa dentro de la provincia de Nueva Orleans sobre si Dickerson debería haber sido ordenado. El superior provincial, Thomas Stahel, se opuso firmemente a su ordenación, citando informes inquietantes de mala conducta, mientras que su adjunto para la formación, Louis Lambert, argumentó a favor. Arrupe, escribiendo desde Roma, parecía delegar su autoridad a los líderes locales, un estilo coherente con su aversión al gobierno autoritario. La ordenación de Dickerson se pospuso, pero no se impidió. En junio de 1980, se convirtió en sacerdote.En retrospectiva, la decisión se considera catastrófica. Los archivos judiciales describen al menos seis víctimas de abusos por parte de Dickerson antes y después de su ordenación. Su trayectoria —desde asignaciones en colegios jesuitas hasta trabajo parroquial y, finalmente, a la Universidad Loyola de Nueva Orleans— dejó tras de sí un rastro de traumas, litigios y acuerdos que siguen surgiendo. Para Arrupe, cuya reputación se basa en la valentía moral y la visión profética, el caso de Luisiana se ha convertido en un obstáculo. Los abogados que representan a las víctimas argumentan que no actuó con decisión y lo acusan de complicidad en el encubrimiento de crímenes. Tres de ellos insisten ahora abiertamente en que su causa de canonización debe cerrarse.Otros advierten contra la idea de que la historia no debe convertirse en una acusación. La abogada canónica Dawn Eden Goldstein señala que los superiores jesuitas de la década de 1970 a menudo recurrían a evaluaciones psicológicas que minimizaban el riesgo de reincidencia y adoptaban terapias que desde entonces han sido desacreditadas. «Los procedimientos seguidos entonces eran inadecuados», afirma, «pero es mucho menos claro si esto equivale a un encubrimiento deliberado».Los psicólogos respaldan esta opinión. Thomas Plante, de la Universidad de Santa Clara, recuerda que, en aquellos años, los médicos solían creer que los delincuentes podían rehabilitarse mediante terapia conductual. David Finkelhor, destacado investigador en protección infantil, añade que la comprensión científica de cómo prevenir la reincidencia aún estaba en sus inicios. Lo que hoy parece negligencia, argumentan, alguna vez se consideró una práctica aceptada.El debate subraya una tensión más amplia: ¿cómo debería la Iglesia sopesar la santidad heroica de figuras como Arrupe frente a su implicación, aunque sea indirecta, en fallos sistémicos? El jesuita español, recordado por instar a su orden a formar hombres y mujeres «que vivan no para sí mismos, sino para Dios y Cristo», también fue el jefe de una institución que, como gran parte de la Iglesia, tuvo graves problemas para proteger a la infancia.Los defensores de Arrupe subrayan que habría sido muy inusual que un superior general en Roma anulara el juicio de los provinciales en el extranjero. Sus críticos replican que la santidad requiere no solo fidelidad a las normas de una época, sino una extraordinaria claridad de conciencia, especialmente cuando hay vidas humanas en juego.Por ahora, la causa de canonización de Arrupe continúa, mientras que el litigio de Luisiana avanza en los tribunales civiles. A medida que salen a la luz testimonios y documentos, es poco probable que dejen indemnes a los jesuitas ni al Vaticano.La paradoja persiste: un hombre venerado por su compasión y liderazgo en Hiroshima, en Latinoamérica y en toda la Iglesia posconciliar, ahora ve su memoria entrelazada con una de las crisis más devastadoras del catolicismo. Que esto complique su camino hacia la santidad, o incluso lo transforme, dependerá de cómo la Iglesia y la historia decidan juzgar tanto su visión como sus silencios. Gracias por leer nuestros contenidos. Si deseas recibir el mail diario con las noticias de ZENIT puedes suscribirte gratuitamente a través de este enlace. The post Legado de Pedro Arrupe se enfrenta a una nueva prueba en medio de una demanda por abusos jesuitas appeared first on ZENIT - Espanol.