Querido Taravillo

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Cada velada de la entrega de premios del Romero Murube siempre me regala algún recuerdo grato. La más feliz de la última edición, celebrada a mediados del pasado mes de junio, fue ver, después de muchos meses, a Antonio. Sé que venía pasando un tiempo muy jodido con la puñetera enfermedad, así que lo abracé, lo toqué, me regodeé en su sonrisa. Me habló de las sesiones de quimio, de lo jodido que lo dejaban. De que pronto debía volver, pero que esa noche se encontraba bien, lo suficiente como para acudir a la cena. Nunca he utilizado una expresión hecha de manera más sincera: me alegro mucho de verte, le dije, al despedirme. No imaginaba que sería el adiós... Ver Más