La lógica interna de cualquier administración es controlar aquello que administra. Eso implica que toda administración llegue a plantearse la posibilidad de censurar la oposición. Pero en una República, por el contrario, los responsables políticos tiene la obligación de controlar sus administraciones y de garantizar que estas respeten los principios deseados y aprobados por la población. Sin embargo, los Estados europeos –y particularmente Francia– abandonan los valores que ellos mismos forjaron algún día y no vacilan en ejercer a fondo la censura.