Edición original: Marvel Comics – julio 1981 – mayo 1982Edición España: Panini Comics – marzo 2025Guión: John Byrne, Ed Hannigan, Fred Hembeck, Jim ShooterDibujo: John Byrne, Steve Ditko, Brent Eric Anderson, John Buscema, Sal Buscema, Dave Cockrum, Denys B. Cowan, Gene Day, Kerry Gammill, Michael Golden, Bob Hall, Bob Layton, Steve Leialoha, Al Milgrom, Frank Miller, Don Perlin,. Keith Pollard, Marshall Rogers, John Romita Jr. Bill Sienkiewicz, Walter Simonson, Frank Springer, Mike Vosburg, Alan Lee Weiss, Ron Wilson, Mike ZeckEntintado: Bjorn Hein, John Byrne, Steve Ditko, Fred Hembeck, Bill Anderson, Brent Eric Anderson, Terry Austin, John Byrne, John Beatty, Sal Buscema, Dave Cockrum, Michael Golden, Dan Green, Gene Day, Klaus Janson, Bob Layton, Steve Leialoha, Bob McLeod, Al Milgrom, Don Perlin, Keith Pollard, John Romita Sr.,Joe Rubinstein, Bill Sienkiewicz, Walter Simonson, Joe Sinnott, Frank Springer, Chic Stone, Ricardo Villamonte, Alan Lee WeissColor: Glynis Wein, Bob Sharen, Ed Hannigan, Andy YanchusTraducción: Gonzalo Quesada, Santiago García, Eduardo López, Uriel LópezRotulación: Laura SindePortada: John Byrne, Terry Austin, Gaspar SaladinoPrecio: 39,90 € (tomo en tapa dura de 352 páginas) +Prologo: retorno a Byrneshead. Vivimos en unos tiempos en los que es totalmente imposible por razones de tiempo y de dinero abarcar toda la oferta que en materia de tebeos ofertan las librerías y los quiosc… olviden esto último. Tebeos, comics, mangas… el número y variedad es tal que no resulta difícil caer en la paradoja de la elección. Sin embargo, parece que en el mercado patrio siempre hay espacio para una edición más de ciertas obras que por diversas razones vuelven una y otra vez. Bien podría ser la demostración de que la nostalgia se cotiza o porque se trata de series o etapas que han superado la inexorable prueba de ese juez que es el tiempo -como decía el pensador y filósofo José María García-, pero cada cierto tiempo las tenemos de vuelta bajo un nuevo formato y con un precio que refleja los efectos de la inflación. Un buen ejemplo de este retorno de variable periodicidad lo tenemos en esta serie de siete tomos dentro del sello Obras maestras en la que se recupera la etapa que hace más de cuarenta años firmó el artista británico-canadiense John Byrne en la serie protagonizada por los Cuatro Fantásticos.Para quienes como es mi caso ya peinamos las canas suficientes como para estar en el mundo cuando las historias se publicaron por primera vez, este regreso supone también un reencuentro de encontrados sentimientos: por un lado, está la tentación de retornar con estos tebeos a unos tiempos en los que todo era nuevo y sorprendente; por otro, está el temor a descubrir que, si bien aquellos queridos comics siguen iguales, nosotros hemos cambiado. Sería un serio problema considerar que en cuatro décadas seguimos iguales y desde luego, algo un tanto triste, pero no hay que ponerse filosófico ¿o quizá sí? Después de todo, un mismo río no puede ser cruzado dos veces y no siempre se puede volver al hogar, pero antes de perderme definitivamente en divagaciones, no dejo de pensar que estas obras nos ponen ante la visión de lo que era y lo que es. El personaje (cuarteto en este caso), la serie y el propio género en el que se integra. Personalmente, soy de la opinión de que los personajes de la casa de las ideas evolucionan hasta un momento concreto y a partir de ahí se embarcan en un ciclo de repeticiones constantes de avance y retroceso a una versión icónica que les convierte en fósiles de la ficción. Si se asume esta consideración propia como una regla general, hay que reconocer que está sometida a excepciones que la ponen a prueba, pero en el caso que aquí se trata hay que indicar que es un ejemplo adecuado para confirmar aquélla. Los Cuatro Fantásticos tienen el honor de haber inaugurado la edad de plata del tebeo superheroico estadounidense y de ser la primera colección que abrió la puerta al regreso de Marvel Comics al género. Si consideramos a Stan Lee y Jack Kirby como los arquitectos principales -que no únicos- de la casa de las ideas, debemos indicar que, de nuevo con permiso de otras colecciones, las desafiantes exploraciones de lo desconocido de la familia Richards contaron con una colaboración entre guionista y dibujante que se prolongó durante una década y superó el centenar de números. Habría que esperar a Ultimate Spider-Man de Brian Michael Bendis y Mark Bagley para encontrar un caso similar, salvando las distancias que marcan cuatro décadas de diferencia. Ocioso es recordar siquiera a título ejemplar la cantidad de personajes, conceptos y argumentos que vieron la luz durante esos años, pero antes de que la Patrulla-X fuera la joya de la corona y antes de que los Vengadores fueran el motor de la producción cinematográfica marveliana, los Cuatro Fantásticos fueron junto con Spider-Man el símbolo de una forma distinta de contar historias de pijamas, más dramática y apegada a la realidad. John Byrne fue uno de aquellos adolescentes que descubrió al cuarteto fantástico y volvió a ellos en sus años de juventud, como explica en el prólogo de este tomo, con el que arranca su periplo quinquenal en la serie regular. Este intervalo está marcado por dos fechas fundamentales: los aniversarios vigésimo -en el que está presente- y vigésimo quinto -al que no llega- de la colección que son también los de la Marvel que conocemos. En ese momento una y otra tienen dos décadas a la corcova y el autor llega con la idea de que es mejor plantear que las cosas no son exactamente lo que parecen que entrar como paquidermo en cacharrería con la máxima de que nada de lo visto hasta el momento era cierto. Si hay que hacer caso a algunas exégesis centradas en ciertos pasajes de la historia de Marvel -como X-Men: el precio de un sueño- la llegada a la colección más emblemática de cuantas lanzaron Lee y Kirby es para Byrne la ocasión de probar y probarse que su fama no es flor de un día y que puede ir más allá, más lejos y más alto de lo que había alcanzado con la Patrulla-X. Aquí ya no va a estar junto a un guionista, como ha pasado en la serie mutante o en sus anteriores encargos para esta colección. Don John será guionista y dibujante, quedando el color y la rotulación como únicas tareas que se sitúan fuera de su responsabilidad directa. En estos momentos, mientras escribo esta reseña los Cuatro Fantásticos y Marvel Comics van camino de su sexagésimo quinto aniversario. Unos tienen tres veces largas la edad de entonces y la otra es ahora una compañía multimedia que está integrada dentro de un gigante corporativo decidido a aprovechar la inversión realizada en la compra masiva de activos en la que lleva embarcada desde hace quince años. Los personajes de la casa de las ideas ya no valen tanto por los tebeos que protagonizan como por las obras derivadas en las que están presentes, ya sean películas, series de televisión, productos para plataformas o videojuegos. La propia familia Richards ha estado despojada de su propia cabecera al estar los derechos de transformación sobre el tebeo original en manos de una compañía cinematográfica rival, pero antes de este estado de cosas su protagonismo distaba muchísimo de ser parangonable al de sus momentos de gloria. Esta etapa en la que Byrne ganó una merecida fama como autor completo y le permitió reivindicarse como heredero de los padres fundadores y especialmente de Jack Kirby es, casi con toda seguridad, el último gran momento en la historia de los Cuatro Fantásticos, al menos hasta el momento presente. Después de todo, nada es seguro en esta vida salvo la muerte y los impuestos (esto último no para todo el mundo). ¿Qué tal ha aguantado el paso del tiempo? Vamos a averiguarlo. Historias para no dormir y otros relatos de a duro. La revisión de los trabajos byrneanos durante su primera etapa en la casa de las ideas ha ido introduciendo en mi cacumen la idea de que John Byrne tenía muy buena mano para el terror. Desde mi punto de vista, su personalísima y difícilmente transferible labor en Alpha Flight es el mejor botón de muestra, con homenajes a conceptos del género como maldiciones o casas encantadas, a aportaciones autorales como los lovecraftianos dioses primigenios o a clásicos del cine como El enema de otro mundo. Sin embargo, podemos encontrar en su etapa fantástica y ya en estos primeros números un uso muy similar del terror, con historias que bien podrían haber aparecido -si es que no lo hicieron- en Desenlace inesperado (Quinn Martin’s Tales of the Unexpected) o Misterio (Hammer House of Mystery and Suspense). Horror de antología de novela de a duro, mas no debe olvidarse que ese formato también albergó otros géneros, como el detectivesco.El primero de los números recupera a un villano clásico del cuarteto, el hispánico Esteban Corazón del Diablo, de profesión sus pócimas y mejunjes. Diablo vuelve con la sana intención de vengarse y ello da a ocasión a Byrne para jugar con el concepto de que los héroes se corresponden con el aire, el agua, la tierra y el fuego, los cuatro elementos que constituyen para la alquimia la base de la materia (con permiso del éter y el otor). El enfrentamiento de los integrantes del equipo con cuatro elementales representativos sirve al autor para demostrar que conoce bien a los personajes y que sabe manejarlos. También apunta ya aquí varias ideas que se convertirán en referentes de su etapa y servirán para nuevos argumentos: por un lado, vamos a ver la afirmación de Susan Richards como un miembro fuerte del equipo y probablemente, como el más poderoso. Por otro, entra en juego un personaje creado unos años antes, Frankie Raye que es el antiguo y futuro interés romántico de Johnny Storm. Su pirofobia es el impedimento principal a la evolución de su relación, pero siguiendo la premisa byrneana de que las cosas no son lo que parecen, va a ser el indicio de un secreto que se incorporará a una de las historias más memorables de la etapa. Es la Antorcha Humana el personaje que se convierte en protagonista del siguiente número para asumir un papel inesperado y propio de un género que, en principio, está bastante lejos de la ciencia-ficción de baratillo que ha estado presente en la serie. Johnny recibe la petición de un viejo conocido de los años de instituto que está condenado a muerte. Ha sido un criminal casi toda su vida, pero va a ser ejecutado por un delito que no ha cometido. La cabeza loca del cuarteto se convierte así en una suerte de detective que intenta reconstruir los hechos para llegar a la verdad. Entremedias hay tiempo para una pelea con uno de los hampones de la editorial, Cabeza de Martillo. No hay que olvidar que estamos en un tebeo de pijamas. El epílogo es propio de las novelas negras a las que pretende emular, pero apunta también una evolución en la Antorcha Humana hacia la madurez y la responsabilidad. Uno de esos cambios que cada cierto tiempo son revertidos porque hay que jugar al gatopardo con los personajes.La siguiente historia lleva a los Cuatro Fantásticos al espacio y a un enfrentamiento de orden cósmico con Ego. Aquí Byrne demuestra su talento para mostrar las posibilidades de un planeta viviente. Es un organismo de dimensiones astrales y naturaleza alienígena que es también el escenario del combate. La catástrofe mundial que supone la aproximación de este enemigo se combina con una atmósfera opresiva, teniendo como una aventura con la fuerza suficiente como para ser recuperada años después para la animación y para el cine, aunque en este caso fuera con los Guardianes de la Galaxia. Como curiosidad, hay que indicar que el inicio de la aventura parece ser un homenaje al relato de H. G. Wells El hombre que podía hacer milagros, a través de la presencia de un hombre corriente con un gran poder del que a diferencia del original no era consciente de dicha capacidad.Un número más y llegamos al vigésimo aniversario, donde el accidente que dio a los Cuatro Fantásticos sus poderes está presente, pero en la forma de pesadillas. De repente, encontramos a Reed, Sue, Johnny y Ben viviendo una vida normal en un pintoresco pueblecito llamado Liddleville. El propio nombre del villorrio ya da una pista de lo que realmente está pasando, pero, de momento, todo parece inquietantemente idílico. Grimm está felizmente casado con una Alicia Masters que ha recuperado la vista y su padrastro Philip, dueño de una tienda de juguetes de los que dan grima tiene una buena relación con ellos. Esa pareja feliz se repite hasta cierto punto con Reed y Susan, que tienen también a Franklin. Sin embargo, él parece ser poco más que un profesor de segunda en la institución académica local, siempre menospreciado por el rector de ésta, el profesor Vincent Vaughn. Este último le acosa poniendo en duda su competencia y amenazándole con el despido. Los cuatro tienen el mismo sueño recurrente: un cohete, un viaje al espacio, rayos cósmicos y la obtención de fantásticos poderes. El descubrimiento de la verdad y el desenlace de la historia nos lleva de nuevo a la ciencia-ficción de corte más terrorífico y particularmente -esto es impresión personal- a las novelas del neoyorquino Ira Levin, especialmente a Los niños del Brasil y a Las esposas de Stepford, con final digno de La dimensió desconeguda. Volvemos a la normalidad con una de esas historias autoconclusivas en las que se juega con extraterrestres amigables y confusiones basadas en el concepto de pez fuera del agua y reflejadas en clásicos fílmicos como Cocodrilo Dundee o La ciudad no es para mí -con timo de la estampita incluido-. Un respiro porque se viene arco argumental un poco más largo en el que por fin se revela el secreto de Frankie Raye: está dotada de poderes flamígeros equiparables a los de su pareja. Su aversión al fuego es explicada de forma un tanto alambicada que une su pasado al de Phineas Horton, el creador de la Antorcha Humana original. Parece que, en palabras de Reed Richards, el tebeo va a renombrarse para hacer referencia a los Cinco Fantásticos, pero eso no pasará. Byrne va dejando aquí pistas sobre el destino de Raye, presentándola como una persona con tendencia a ser más expeditiva e inmisericorde, pero no adelantemos acontecimientos. Esta adición corre paralela a la aproximación a otro aspecto recurrente de la colección: la curación de Ben. Desde la creación del grupo, Míster Fantástico había prometido a su amigo que haría lo posible por devolverle su condición humana. Esto se había producido puntualmente en el pasado, pero la situación era siempre temporal. Aquí Byrne tira de enciclopedia y se basa en un comentario realizado por Alicia Masters en su primer encuentro con Grimm. El hecho de que ella recuperara temporalmente la vista y pudiera contemplar la verdadera efigie de la Cosa un par de números antes aporta otro indicio más, aunque la tesis no se hará concluyente hasta un poco más adelante y en varias historias con la Ben como actor principal. Aquí tenemos un prólogo en el que el músculo del grupo revierte a un estadio más primitivo de su evolución «cosística» con una piel de aspecto menos rocoso y más parecido a la que ponía tener un dinosaurio imaginado en aquellos días (antes de que la paleontología hallara indicios de la condición plumífera de algunos de estos bichos, acreditando de paso su condición ancestral respecto de las aves). Una vuelta a los orígenes que incluye el uniforme y el casco que la Cosa usara únicamente una vez en los albores de la colección.El nuevo-viejo aspecto de Grimm le acompaña en una visita realizada por su célebre tía Petunia, la cual dista mucho de ser como la habían imaginado sus amigos. De hecho, Richards llegaba a dudar de su existencia. Esto sirve para conocer un poco más sobre la familia Grimm y para embarcar al grupo en un caso de pueblo maldito que supondrá un retorno a las historias de terror -en este caso, a las que bien podría firmar Stephen King- con una resolución un tanto confusa, pero anunciadora de lo que maese John hará en la futura colección de los Alfalfa Light.El último número del tomo recoge a otro concepto clásico de la serie, la civilización inhumana, con el equipo ayudando a sus amigos a trasladar la choza fuera de la Tierra y a un ambiente menos contaminado como la zona azul de la luna. En este número verá la luz la hija de Crystal y Mercurio, que pasará a convertirse en otra presencia habitual en la casa de las ideas. Ilustración de John Byrne. Una pausa anual y otra de aniversario.El tomo incluye dos números más que se salen de la línea trazada por Byrne. Por un lado, tenemos un anual escrito por Ed Hannigan -un escritor competente que también trabajaba como colorista- y dibujado por Steve Ditko -cuyo estilo ya estaba completamente fuera de la época-. En él se juega con otro de los villanos clásicos de la serie, el Hombre Dragón, para embarcar a los Cuatro Fantásticos en una aventura extramundana con nuevos personajes y un concepto propio de la fantasía heroica, el de los jinetes que cabalgan esas criaturas míticas fuertes, inteligentes y dotadas de gran poder conocidas como dragones. La historia termina con un llamamiento a la audiencia para que decida si quiere o no más historias ambientadas en ese mundo, pero hay que reconocer que el dibujo era de todo menos atractivo.El segundo número está realizado bajo la batuta de Fred Hembeck, ese caballero de trazo inigualable que estaba presente en parodias de todo tipo. Aquí hace de maestro de ceremonias para que una pléyade de artistas en nómina de la casa de las ideas participe en un homenaje cargado de humor hacia el cuarteto a través de los demás personajes de Marvel y de quienes contaban sus aventuras en ese momento. Como curiosidad, hay que decir que una de las ilustraciones de este especial fue empleada en el quincuagésimo primer número de la colección vengativa de Forum para acompañar una historia paródica de producción nacional en la que la imagen servía como pie a un relato que, estando en la línea del original de Hembeck, era a éste lo que las películas de ninjas de la Filmark eran al material original que troceaban para crearlas. También hay que decir que en este mismo tomo podemos encontrar el reencuentro entre Stan Lee y Jack Kirby para una historia corta en la que vuelven a contar el primer encuentro con el Doctor Muerte, pero en la versión del grupete realizada para la serie de animación producida por DePatie-Freleng (los de la Pantera Rosa). En ella, Johnny era sustituido por el robot HERBIE, debido a razones de cesión de derechos que se camuflaron en algunos foros como consecuencia del medio a que la audiencia pensara que era buena idea prenderse fuego para ver si se podía volar. Casualmente, eso sería la premisa para uno de los episodios más recordados de cuantos firmaría Byrne en la colección, pero de eso se hablará cuando toque. Ilustración de John Byrne. Epílogo: tomando el pulso a los personajes. Este primer tomo presenta a un John Byrne que funge como guionista, dibujantes y entintador, entrando con mucha fuerza en la colección y dándonos relatos que, siendo de variable calidad, no bajan del notable. Por su parte, Glynis Wein demuestra una vez más su competencia como colorista. En algunos números actúa también este puesto otro notable coloreador, Bob Sharen. En cuanto a esta edición, hay que decir que el tipo de papel le sienta mejor que el satinado de la preexistente, enlazándola con las que editara Forum en 1984 -en la serie original- y en 2002 -en el coleccionable, que utilizaba los materiales de la anterior-. El precio indica también que el objetivo de este formato no es precisamente el dar a conocer a las nuevas generaciones este clásico del tebeo, sino más bien dar al público veterano una edición que corrija las circunstancias en las que el material vio la luz por estos pagos. Ilustración de Hohn Byrne