Renace la patirroja en las estepas de Cádiz

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La perdiz roja, símbolo de los paisajes agrarios de la península, lleva décadas en declive. La intensificación agrícola, la mecanización, el uso de fitosanitarios y la pérdida de prácticas tradicionales han reducido sus poblaciones hasta niveles preocupantes. Lo que antes era una presencia común en barbechos, rastrojos y linderos, hoy se ha convertido en un recuerdo cada vez más difuso en muchas comarcas rurales. En este contexto de retroceso, la Asociación Silva Venatio ha demostrado que aún queda margen para la esperanza. En la Campiña de Cádiz, sobre una extensión superior a 5.700 hectáreas, ha puesto en marcha un programa integral de conservación que ha permitido frenar el declive de la especie y estabilizar sus poblaciones. Una labor pionera que acaba de recibir el XV Premio Fondena a la Protección de la Naturaleza, dotado con 30.000 euros y considerado uno de los galardones más prestigiosos del país en este ámbito. El jurado ha querido reconocer no solo los resultados obtenidos, sino también la metodología empleada, capaz de combinar ciencia, gestión agraria y colaboración social en un mismo marco. La experiencia gaditana se presenta así como un modelo que puede extenderse a otras regiones agrícolas de España, donde la pérdida de biodiversidad se ha convertido en un problema estructural. El éxito del proyecto radica en su enfoque integral. Desde el inicio, Silva Venatio tuvo claro que la conservación de la perdiz roja no podía limitarse a liberar ejemplares o restringir su caza. La clave estaba en devolver al paisaje las condiciones que hicieron posible su abundancia durante siglos. El primer paso ha sido la restauración de hábitats. La Campiña gaditana, dominada por cultivos de secano y extensas llanuras, había perdido buena parte de sus refugios naturales. Con siembras adaptadas, recuperación de matorrales y creación de espacios abiertos se ha favorecido la presencia de vegetación autóctona que proporciona alimento, cobijo y lugares de cría. El segundo pilar ha sido la protección genética. En un país donde la suelta indiscriminada de perdices híbridas ha puesto en riesgo la pureza de la especie, Silva Venatio ha apostado por mantener las poblaciones autóctonas, adaptadas a las particularidades del clima y el terreno gaditano. Garantizar esa herencia genética significa asegurar la supervivencia a largo plazo de la especie. El tercer frente se centra en la sanidad. En los últimos años, enfermedades como el virus Bagaza o la Enfermedad Hemorrágica del Conejo han causado estragos en la fauna silvestre. La asociación, con apoyo de centros de investigación, ha implementado sistemas de vigilancia y control que permiten detectar y atajar los brotes antes de que arrasen poblaciones enteras. Por último, el proyecto ha tejido una red de colaboración que incluye a la Junta de Andalucía, al Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos y, sobre todo, a los propietarios de las fincas donde se desarrolla el programa. Sin la implicación de los agricultores, nada de esto sería posible. Ellos son quienes adaptan sus prácticas y asumen que la rentabilidad del campo no está reñida con la biodiversidad Aunque la perdiz roja ha sido el eje central del proyecto, sus efectos positivos se han extendido a muchas otras especies. La mejora del hábitat ha favorecido a aves esteparias en serio retroceso, como el sisón, la ganga, el alcaraván o la avutarda. Todas ellas encuentran en los espacios restaurados alimento y refugio para reproducirse. También se han beneficiado rapaces como el águila imperial ibérica, que necesita un territorio diverso y rico en presas para sobrevivir. Al estabilizar la población de perdices, se ha reforzado una pieza clave de la cadena trófica que sostiene a depredadores de alto valor ecológico. El efecto multiplicador del proyecto confirma la importancia de trabajar con especies paraguas: al protegerlas, se asegura al mismo tiempo la conservación de un conjunto mucho más amplio de fauna y flora. De esta forma, la Campiña gaditana se ha convertido en un enclave donde la biodiversidad ha vuelto a encontrar un respiro. Más allá de lo estrictamente ecológico, la iniciativa tiene una dimensión cultural y social. El paisaje agrario de la campiña forma parte de la identidad de la zona. Recuperar sus especies características significa también recuperar una forma de entender el campo, ligada a la tradición y al equilibrio entre producción y naturaleza. El jurado del Premio Fondena ha valorado de manera especial la capacidad del proyecto para ser replicado. España cuenta con extensas áreas agrícolas en las que la fauna esteparia está en declive. Lo que ha funcionado en Cádiz puede funcionar también en Castilla-La Mancha, Aragón o Extremadura, con las adaptaciones necesarias. La fórmula es clara: implicar a los propietarios, restaurar hábitats, velar por la pureza genética, atender a la sanidad de la fauna y respaldar todo ello con investigación científica. No se trata de imponer restricciones, sino de ofrecer un modelo de gestión sostenible que combine rentabilidad agrícola y conservación de la biodiversidad. El Premio Fondena, más allá de su dotación económica, lanza un mensaje de alcance nacional: la conservación no es un lujo ni un gesto testimonial, sino una necesidad urgente. La pérdida de biodiversidad tiene consecuencias directas sobre la agricultura, el equilibrio de los ecosistemas y la calidad de vida de las personas. En la Campiña de Cádiz, los resultados son palpables. Los agricultores ven cómo las especies regresan, los científicos obtienen datos que confirman la eficacia de las medidas y la sociedad recibe un ejemplo inspirador de que el declive no es irreversible. El reto ahora es mantener y ampliar esta línea de trabajo. La perdiz roja sigue en situación vulnerable en gran parte de la península. Sin embargo, el proyecto de Silva Venatio demuestra que es posible cambiar el rumbo cuando se aúnan ciencia, tradición y compromiso. La historia de la perdiz roja en Cádiz es, en definitiva, una metáfora de lo que está en juego. Allí donde parecía imposible frenar la pérdida, se ha demostrado que la unión de voluntades y la constancia pueden devolver la vida a un paisaje. El reconocimiento a Silva Venatio es un premio a la esperanza, pero también una llamada a la acción.