Viaje a los años ochenta en el Cabaret Festival

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Anoche Mairena del Aljarafe se convirtió en una cápsula del tiempo. El Cabaret Festival desplegó un homenaje a una década que sigue latiendo fuerte en la memoria colectiva: los años 80. Bajo un cielo que se teñía de naranja al caer la tarde, cientos de personas —que disfrutaron en su juventud de aquellos años— se fueron reuniendo para un viaje musical que prometía baile, nostalgia y pura fiesta. A las seis en punto, Romey, el DJ encargado de abrir la velada, encendió los motores con un set que hizo imposible no mover los pies . Madonna, Hombres G o Wham!... Cada pista era un guiño a distintas generaciones que se reconocían en las letras. Era el arranque perfecto: durante una hora, Romey fue el anfitrión invisible de una reunión intergeneracional en la que todos parecían hablar el mismo idioma, el de la música. Con el reloj marcando las siete, el escenario recibió al primer plato fuerte: Boney M Xperience. Cuatro figuras, tres mujeres y un hombre, llenaron el espacio de brillo y ritmo . Una de ellas, antigua corista de la formación original, sorprendió con su vitalidad: a sus 72 años, no solo bailaba, sino que reía, bromeaba en un español travieso y hacía corear al público los estribillos. Sonaron 'Sunny', 'Rivers of Babylon' y, por supuesto, 'Rasputin', con coreografías que borraban las distancias entre escenario y público. Fueron cuarenta minutos de complicidad, humor y un recordatorio de que la música es el mejor antídoto contra el paso del tiempo. Después, Tennessee tomó el relevo. El cuarteto madrileño, con 45 años de carrera, trajo consigo ese doo-wop castizo que les ha mantenido vivos durante décadas. Interpretaron clásicos propios como 'Llueve en mi corazón', 'Siempre lucharé por tu amor' o 'Tu mal humor', y se atrevieron con versiones como 'Sweet Caroline'. El público, que ya iba llenando cada hueco frente al escenario, se entregó del todo cuando llegaron los bises: 'Dame tu amistad', 'Let's rock and roll', 'Te vi correr' y ese 'Can't Help Falling In Love' que resonó a coro, como si todo el festival se hubiera convertido en un gigantesco karaoke. Con la noche ya caída, las luces y las visuales marcaron la entrada de OBK. Arrancaron con 'Tú sigue así', y a partir de ahí todo fue intensidad. Fuego, luces, pantallas vibrantes y un público que ya no se conformaba con aplaudir: saltaba, gritaba, iluminaba el aire con móviles encendidos. «Puedo ser la persona más afortunada del mundo porque después de 34 años sigo dedicándome a esto» , confesó Jordi Sánchez, visiblemente emocionado, antes de pedir al público que levantara sus linternas en 'La princesa de mis sueños'. Hubo momentos de pura euforia con 'Lucifer' y 'El cielo no entiende', culminados por un estallido de confeti en 'Yo no me escondo'. La despedida, inevitable, llegó con 'Historias de amor'. «Esto no ha sido un concierto, ha sido lo que tenía que ser: una fiesta», dijo entre sonrisas. Y lo fue. Pero la noche aún guardaba su último as bajo la manga, a pesar de que muchos de los asistentes ya habían sido derrotados por el ritmo, los últimos supervivientes entregaron sus ultimas fuerzas. La Orquesta Mondragón, con su teatralidad habitual, irrumpió con 'Garras humanas'. Javier Gurruchaga, maestro de ceremonias irreverente, mezcló provocación y sátira en un espectáculo donde convivieron himnos como 'Corazón de neón' o el mítico 'Tic tac' con versiones inesperadas: 'Stand by me', 'Andas suelto Satanás' y hasta un 'Imagine' que, acompañado de la bandera de Ucrania en las pantallas, se convirtió en un grito colectivo de paz. Entre temas, las temperaturas bajaban y las energías también pero aún quedaban mucho por delante como el set de Ricardo del Toro. La madrugada caía y los asistentes, exhaustos pero felices, tenían la sensación de haber vivido algo más que un concierto: una celebración de época. En Mairena del Aljarafe, los 80 no fueron ayer. Fueron esta misma noche.