Mensajes clavesEl Partido Demócrata de Estados Unidos ha perdido en la última década el apoyo de sectores como la clase trabajadora, una parte muy importante de la coalición que le ha permitido ganar elecciones a todos los niveles y a lo largo del país durante décadas.Una de las razones más importantes de esta pérdida de apoyo ha sido el giro al centro de las políticas económicas del partido y la priorización de políticas sociales y culturales de izquierda, que han sido rechazadas por muchos de sus votantes tradicionales pese a los problemas económicos.El partido está dividido entre los que piensan que la solución es un giro a la izquierda y adoptar una agenda económica de perfil socialdemócrata/socialista tradicional frente a los que defienden que para ganar es necesario apoyar una agenda más moderada para recuperar a los votantes del centro. Los primeros defienden como ejemplo la elección de Zohran Mamdani en la ciudad de Nueva York, en las recientes elecciones de noviembre de 2025, mientras que los segundos enfatizan las victorias de Abigail Spanberger, en Virginia, y Mikie Sherrill, en Nueva Jersey, como confirmación de que la moderación es la mejor estrategia por seguir.Este análisis sostiene que el Partido Demócrata necesita ampliar su base electoral para volver a ser competitivo, sobre todo en estados en los que perdió por 10 o más puntos contra Donald Trump en las elecciones presidenciales de noviembre de 2024, así como desarrollar una propuesta alternativa que proponga soluciones concretas a los problemas reales de los votantes.AnálisisEl Partido Demócrata tuvo unos muy buenos resultados en las elecciones del 4 de noviembre de 2025, cuando ganó en todas partes y sobresalieron sus victorias en la ciudad de Nueva York y los estados de Nueva Jersey y Virginia. Sin embargo, este gran éxito que mostró una vez más que en política no hay nada definitivo (y parecía dar un balón de oxígeno al decaído partido) ha servido de poco para cambiar las tensiones internas y marcar una estrategia con el objetivo de derrotar a Donald Trump y a los Republicanos en las elecciones legislativas del año próximo. Al contrario, la decisión a los pocos días de un grupo de senadores Demócratas de apoyar la legislación para poner fin al cerrojazo de la Administración ha vuelto a reabrir las heridas y divisiones que han marcado al Partido Demócrata tras la victoria de Trump hace un año.El resultado de las últimas elecciones presidenciales, cuando Trump ganó por un pequeño margen del 49,8% frente al 48,3% de Kamala Harris, creó la percepción de que los Demócratas siguen siendo competitivos a nivel nacional. La realidad es que Trump ganó en 24 de los 50 estados por más de 10 puntos, lo que muestra la debilidad de los demócratas para conseguir ser competitivos en casi la mitad de los estados y poder conseguir mayorías en el Congreso o en el Colegio Electoral. Esta elección ha puesto en evidencia las fracturas y debilidades del movimiento MAGA por la impopularidad de muchas de las políticas de Trump y sus excesos.Sin embargo, esta percepción respecto al presidente de Estados Unidos (EEUU) no resuelve las dificultades de los Demócratas para formar una coalición que les permita derrotarlo. Una encuesta del Wall Street Journal (WSJ) muestra que, pese a que la popularidad de Donald Trump sigue muy baja (un 39%), a los Demócratas les va aún peor y se encuentran en su punto más bajo en más de tres décadas de encuestas del WSJ, con un 63% de los votantes con una opinión desfavorable del partido. Si los Demócratas quieren volver a la Casa Blanca van a tener que recuperarse y volver a ganar en estados en los que tradicionalmente han sido dominantes y que han perdido frente a Trump, como Ohio, Florida, Alaska e Iowa.Las dificultades de los Demócratas en muchos de esos estados son el reflejo de un proceso de realineamiento que se ha acelerado en las últimas décadas a través del cual se han convertido en el partido de los profesionales con un alto nivel educativo, mientras que los Republicanos representan una clase trabajadora multiétnica. Según las encuestas a pie de urna de las elecciones presidenciales de hace un año, Harris conquistó el voto de los estadounidenses que ganan más de 100.000 dólares, mientras que Trump ganó el de aquellos que ganan menos de 50.000 dólares. Además, el 56% de los votantes sin título universitario votó por Trump. Por ponerlo en perspectiva, en 1992, únicamente el 36% de los votantes con solo un diploma de escuela secundaria votó por los Republicanos. Este resultado es una manifestación de una tendencia que se ha mantenido durante décadas: el “realineamiento” de la política estadounidense basado en factores culturales y educativos, que lo aleja de las divisiones de clases e ingresos que definieron a los dos partidos durante gran parte del siglo XX.Los procesos combinados de la globalización, la desindustrialización y los cambios tecnológicos de las últimas décadas han reducido la base de la clase trabajadora industrial del Partido Demócrata y han debilitado a los sindicatos, claves para conectar a los políticos demócratas con sus bases trabajadoras. En respuesta, el partido no tuvo más remedio que ampliar su soporte electoral y atraer a otros votantes, como los graduados universitarios. A medida que el porcentaje de graduados universitarios ha ido creciendo (por ejemplo, el 41% de los votantes en el año 2020 eran graduados universitarios frente al 5% de los votantes en 1952), este sector ha ganado más poder dentro del Partido Demócrata y ha inculcado normas culturales cada vez más liberales. También ha forzado al partido a adaptarse a sus intereses, prioridades y valores en asuntos como la raza, la religión, la guerra, el medio ambiente, las armas de fuego, el comercio, la inmigración, la sexualidad, el crimen y los programas de bienestar social, empujándolo más hacia la izquierda y alienando lenta pero inexorablemente a su tradicional base de clase trabajadora.Este giro al centro del Partido Demócrata se aceleró en los años 90, cuando Bill Clinton ganó la presidencia con una estrategia de triangulación en busca de una “tercera vía”, lo que le llevó a la aplicación de políticas progresistas-neoliberales, a la reducción del papel del Estado y una mayor injerencia de los mercados en la economía y la sociedad, además de reducir y reestructurar el sistema de bienestar y el sector público y apostar por un giro a la izquierda en temas sociales y culturales. A partir de entonces, el Partido Demócrata (y otros muchos partidos de izquierda en otros países) ha sido “capturado” por la izquierda brahmán, usando la definición de Thomas Piketty, y ha adoptado una nueva versión académica más próspera del progresismo que se centra en cuestiones sociales y en la identidad cultural en lugar de en la clase económica. De esta forma, el Partido Demócrata ya no se define principalmente por sus políticas económicas, sino por su cosmopolitismo y sus posiciones culturales liberales, así como por sus políticas de apoyo a la inmigración y el abrazo al multiculturalismo y los derechos de la comunidad LGTBI.Como consecuencia, a lo largo de las últimas décadas, un número cada vez mayor de votantes de la base obrera tradicional del Partido Demócrata ha desertado y se ha pasado a los Republicanos. Según un informe del Pew Research Centre, el 27% de quienes votaron a Joe Biden en 2020 eran votantes blancos sin título universitario, frente al casi 60% que logró Bill Clinton apenas 28 años antes. Los Republicanos capitalizaron este descontento y abrieron sus puertas a votantes trabajadores tradicionalmente Demócratas que se sintieron agraviados por las acciones y los excesos de la nueva izquierda con educación universitaria. En definitiva, el partido hizo un giro a la izquierda en temas como la inmigración, el cambio climático, la raza, la educación y los créditos estudiantiles y la economía que ha llevado a los Demócratas a perder votos entre los hispanos, los afroamericanos y los jóvenes.El único sector donde el Partido Demócrata ha conseguido aumentar su apoyo es el de los votantes blancos con educación superior. Esto explica, en gran parte, las victorias de Trump en 2016 y 2024, para las que asumió posiciones populistas de derecha en diferentes ámbitos y capitalizó la brecha de representación que se produjo por la adopción de políticas mucho más progresistas y permisivas por parte de los demócratas en torno a la inmigración.Según datos del Pew Research Center, aproximadamente el 35% de la población inmigrante que vive en EEUU ha llegado al país desde 2010. De estos, algo más de 11 millones de inmigrantes lo hicieron entre 2020 y 2025, incluido un récord de tres millones sólo en 2023. Esto hace que el período que comprende desde 2020 a 2025 acumule el número anual más alto de llegada de inmigrantes a EEUU jamás registrado desde que se tienen cifras. Por más que se señale a los votantes blancos y “nativistas” de Donald Trump de ser más xenófobos o racistas (y algunos, sin duda, lo son), es este giro del Partido Demócrata, que fracasó en reconocer y responder a las preocupaciones legítimas de los votantes sobre temas como la inmigración, lo que explica en gran medida el éxito del populismo de derechas de Trump en EEUU.Dentro del Partido Demócrata está teniendo lugar un debate amargo y difícil sobre qué tiene que hacer para recuperar a esos votantes y poder derrotar al trumpismo. ¿Necesita volverse más progresista o moderado? El sector más progresista ha celebrado el triunfo de Mamdani en Nueva York y sostiene que una agenda progresista de izquierda es la mejor estrategia para derrotar a los Republicanos. Los moderados, sin embargo, apuntan a la victoria de las candidatas moderadas Spanberger, en Virginia, y Sherrill, en Nueva Jersey, como confirmación de que la moderación es la mejor estrategia por la que avanzar. El partido se encuentra fracturado con esta división en un momento en el que necesita aunar esfuerzos para derrotar a Trump. Una tarea más complicada si cabe tras el éxito de los Republicanos, que han redibujado los distritos electorales a su favor en Missouri, Carolina del Norte, Ohio y Texas y lo están intentando en Florida, Indiana y otros estados. Esta situación va a dificultar aún más la victoria de los Demócratas en las elecciones al Congreso del año próximo. Las perspectivas de conseguir mayoría en el Senado son todavía más precarias porque los Demócratas tendrían que ganar las elecciones al Senado en estados como Alaska, Florida, Iowa, Ohio y Texas en los que Trump consiguió la victoria por más de 10 puntos.En este sentido es también importante resaltar que en EEUU el poder no se consigue sólo por el voto popular, sino que otros arreglos institucionales (como el Colegio Electoral, la distribución de dos senadores por estado con independencia del tamaño de la poblacióno el diseño de los distritos electorales) son también claves para poder lograrlo. Ahora bien, para poder ganar el Colegio Electoral en estados rurales y en las legislaturas que determinan el diseño de los distritos electorales, los Demócratas tienen que ser competitivos a lo largo y ancho de todo el país, no sólo en las costas. Así pues, la respuesta no debería fundamentarse tanto en si los Demócratas deberían hacer un giro a la izquierda o la derecha y elegir entre una de las dos opciones, lo que haría muy difícil conseguir mayorías suficientes, sino, tal y como resaltaba recientemente Ezra Klein en The New York Times, necesitan adoptar un enfoque más pluralista e inclusivo que les permita ampliar su base electoral y encontrar la manera de englobar a ambos bandos dentro del Partido Demócrata. Una postura que pasa por elegir candidatos y programas que se ajusten a los votantes de los distritos y/o estados en los que se disputan elecciones.Lo que necesita el Partido Demócrata es volver a ser competitivo en distritos y estados en los que ha perdido por 10 o más puntos en las últimas elecciones presidenciales y en las elecciones más recientes, así como en los estados en los que tradicional e históricamente conseguía mayorías holgadas, como Alaska, Florida, Indiana, Iowa y Ohio, y que hoy están fuera de su alcance y votan “Republicano”. Para lograr recuperar estas plazas, los Demócratas necesitan un enfoque más amplio de sus políticas y propuestas que les permita asumir posiciones que hoy son casi inasumibles dentro del propio partido en temas como el derecho a las armas, la inmigración, el comercio, el crimen, el cambio climático y los derechos de las personas trans. En unos distritos/estados, como la ciudad de Nueva York, candidatos progresistas tendrán más opciones de éxito. En otros como Virginia, tendrán que ser candidatos más moderados. Al mismo tiempo, no sobra apuntar que no va a ser suficiente con criticar a Donald Trump si quieren ganar.Una de las posibles propuestas que está considerando el Partido Demócrata, y que ha recibido mucha atención en EEUU, gira en torno a una “agenda de abundancia”, que aborda Ezra Klein y Derek Thompson en su libro de título epónimo, Abundancia, y que tiene que ver con la esperanza, la renovación económica y el florecimiento humano a partir de una agenda de crecimiento y construcción.En el citado libro, Klein y Thompson analizan las barreras políticas, económicas y culturales que impiden el progreso y argumentan que el siglo XXI ha sido, hasta la fecha, una historia de creciente escasez y falta de asequibilidad. Muestran cómo no se han construido suficientes viviendas, lo que ha provocado una crisis nacional de vivienda; se ha deslocalizado la fabricación y, como resultado, hay escasez de chips para automóviles y ordenadores, y no se ha construido la infraestructura de energía limpia que se necesita, lo que agrava la crisis climática.Los autores también profundizan en los factores que han llevado a esta situación que definen de escasez y argumentan que “nuestros problemas no son resultado de los villanos de ayer”, sino que “las soluciones de una generación se han convertido en los problemas de la próxima”. Argumentan, convincentemente, que las leyes, normas y regulaciones (lo que ellos llaman “catálogo infinito de normas y restricciones”) que se diseñaron para resolver los problemas de la década de 1970, como prevenir la densidad urbana y abordar los riesgos ambientales, fueron las “respuestas a las crisis de otra época” y ahora se han convertido en un obstáculo, ya que han dificultado enormemente la acción de gobiernos, empresas y ciudadanos. Según Klein y Thompson, nuestra capacidad colectiva para reconocer los problemas se ha agudizado, pero nuestra capacidad para resolverlos ha disminuido porque nos centramos demasiado en proteger y preservar en lugar de construir. Argumentan, así mismo, que, si queremos progresar, debemos reconocer cuándo el gobierno falla y estar preparados para identificar y reformar las instituciones que no funcionan.Para Klein y Thompson debemos avanzar hacia un liberalismo que “construya” en lugar de uno que sólo proteja y preserve. Añaden que, para alejarnos de la gestión de la escasez, necesitamos lo opuesto a la austeridad y para ello debemos adoptar la “invención como forma de vida colectiva” y avanzar en un camino hacia lo que ellos llaman “una política de abundancia”. La abundancia se plantea como “un estado en el que hay suficiente de lo que necesitamos para crear vidas mejores que las que hemos tenido” y se centran en los pilares del futuro: vivienda, transporte, energía y salud y en las instituciones y personas que deben construir ese futuro. Según su propuesta, necesitamos una “agenda de crecimiento impulsada por el Gobierno” para construir más y hacer que la vivienda sea asequible, apostar por la energía nuclear para impulsar más energía renovable y abordar el cambio climático o migrar a la agricultura vertical para construir una agricultura más sostenible. Defienden que el progreso requiere de la capacidad de ver promesas en lugar de sólo peligros, del desarrollo de nuevas ideas y proyectos y del instinto para diseñar sistemas e instituciones que hagan posible la construcción y la adopción de una mentalidad para superar los desafíos dirigida hacia la abundancia y no hacia la escasez.ConclusionesEl Partido Demócrata se encuentra en estos momentos en una encrucijada para tratar de construir una coalición amplia que le permita ser competitivo a lo largo del país y recuperar el voto que ha perdido en sectores de la población que han votado a los Republicanos. Para ello necesita desarrollar nuevas propuestas más inclusivas que den respuesta a las prioridades de los ciudadanos con el objetivo de, por un lado, atraer a un sector más amplio de votantes y, por otro, recuperar la confianza de quienes la habían depositado en el partido y la han perdido. Una agenda en torno a la abundancia es sólo una de las posibles propuestas.Lo que es indudable es que, para volver a ganar, los Demócratas necesitan una agenda alternativa y tienen que proponer soluciones concretas a los problemas reales de los votantes. En este sentido, un elemento común de las victorias Demócratas en estas recientes elecciones ha sido el enfoque en torno al coste de vida por la persistente inflación (que ya le costó la elección presidencial a Kamala Harris). Los candidatos Demócratas podrían competir alrededor de un discurso de asequibilidad y un programa de propuestas que ayude a superar las crecientes divisiones intergeneracionales y que, al mismo tiempo, aborde los problemas socioeconómicos que han generado tanta ansiedad y resentimiento entre millones de votantes, como la desigualdad, la inseguridad y los crecientes desequilibrios entre las zonas rurales y las zonas urbanas.En definitiva, la victoria de los Demócratas vendrá de sumar y proponer soluciones, no restar, dividir e ignorar las preocupaciones legítimas de millones de votantes, que es lo que el Partido Demócrata ha hecho en gran medida durante la última década.Autor: Sebastián RoyoLa entrada Los Demócratas en la encrucijada se publicó primero en Real Instituto Elcano.