Morante de la Puebla volvió a asomarse al primer plano este sábado lejos de España, en Verona, donde el toreo se dijo en italiano y en pasado romano. Allí, en la Arena levantada en el siglo I, el diestro cigarrero recogió el premio Ópera Taurina que concede el Club Taurino Italiano y dejó una imagen que no pasó inadvertida: capote en las manos, unas verónicas templadas sobre la arena milenaria y un torero visiblemente más delgado, con gesto sereno y aire renovado. No fue una reaparición anunciada, ni falta que hacía. Bastó su presencia para que el eco recorriera la tauromaquia europea. El acto, cargado de simbolismo, estuvo envuelto por la expectación que el propio Club Taurino Italiano había reflejado días antes en un texto publicado en su web, donde se aludía abiertamente a la esperanza —y a la cautela— de un posible regreso: Morante sigue siendo nombre codiciado, argumento de conversación y deseo latente para empresarios y aficionados que miran ya a 2026 con inquietud contenida. Desde aquella tarde del 12 de octubre en Las Ventas , que ya forma parte de la liturgia reciente del toreo, Morante ha preferido el retiro discreto a la escena pública. Aquella misma noche, dejó una frase que hoy se cita casi como un aforismo: «No me he cortado la coleta, me la he quitado» . Desde entonces, apenas se le ha visto. Una entrevista en The New York Times y poco más. El resto ha sido rumor. Rumor alimentado en las últimas semanas por movimientos y declaraciones. En Portugal, en Marinha Grande , recibió la visita del nuevo empresario de la Maestranza , José María Garzón . Y en Madrid, Rafael García Garrido no cerró del todo la puerta a una posible presencia en Las Ventas en 2026. Palabras que han devuelto el nombre de Morante a la primera línea, aunque desde su entorno insistan en frenar la marea: el torero está retirado y, dicen, no tiene sentido seguir construyendo escenarios hipotéticos . En Verona, sin embargo, todo fue presente. Paolo Mosole , presidente del Club Taurino Italiano, y el vicepresidente Gaetano Fortini ejercieron de anfitriones en un homenaje sobrio y sentido. Morante habló con el capote, como casi siempre. Y se fue. Lo demás, como tantas veces en su carrera, queda suspendido en ese territorio donde el toreo se mezcla con el misterio.