Un entorno moldeado por la lluvia, junto a una presa histórica, ofrece una breve ruta al norte de Madrid, donde la geología explica por qué el terreno nunca es igual.Las Cárcavas del Pontón de la Oliva parecen un paisaje de otro planeta. Un cañón de arcillas rojizas esculpido por agua y viento, a una hora de Madrid.A una hora escasa al norte de Madrid, en el límite con Guadalajara, aparece un escenario poco habitual en el centro peninsular. Las Cárcavas del Pontón de la Oliva se levantan junto a un embalse del siglo XIX y sorprenden por su aspecto seco y quebrado.Las Cárcavas del Pontón de la OlivaForman un cañón de tierras rojas modelado durante siglos por el agua y el aire. Sus paredes de arcilla dibujan columnas, crestas y siluetas irregulares que recuerdan a paisajes ajenos a la Tierra. Este espacio, situado a una hora de Madrid y junto al embalse del Pontón de la Oliva, permite observar cerca de procesos geológicos activos en un entorno abierto. La proximidad de la presa más antigua vinculada al Canal de Isabel I añade contexto histórico a un lugar que funciona como un auténtico espacio didáctico al aire libre.El entorno combina barrancos de arcilla, lomas abiertas y vistas amplias hacia el valle del Lozoya. El resultado es un espacio de lo más visual, fácil de recorrer y con un proceso geológico activo que se aprecia una simple vista durante la caminata.Las Cárcavas del Pontón de la Oliva y la erosión hídricaEl origen del lugar está ligado a la llamada "erosión regresiva". El agua de escorrentía avanza desde los cauces, socava la base y va comiéndose el terreno blando. Arcillas y margas ceden con facilidad, y por eso aparecen paredes casi verticales .Artículo relacionadoCuáles son y dónde están los árboles de Navidad más increíbles del mundoEste desgaste continuo genera surcos profundos, crestas finas y columnas de tierra que recuerdan a las chimeneas. El viento acompaña, pero es el agua la que manda. Cada lluvia arrastra material y reescribe el relieve, aunque el cambio sea lento.El Arroyo de la Lastra ha tenido un papel clave en todo este proceso. Al ampliar su cauce, deja al descubierto farallones que se desmoronan desde abajo. El color rojo y amarillento procede de los minerales del suelo, y explica el apodo que recibe la zona de "el Marte madrileño".Ruta de senderismo en las Cárcavas del Pontón de la OlivaEl punto de inicio más habitual es la presa del Pontón de la Oliva, actualmente fuera de uso. Desde su parte trasera nace un sendero totalmente visible, aunque no señalizado oficialmente, que asciende por una loma hacia las primeras formaciones rojizas.Artículo relacionadoTurismo bajo tierra: las antiguas minas más espectaculares que hoy puedes visitar en EspañaEl recorrido hasta el núcleo del paraje ronda los cuatro kilómetros. El desnivel es moderado y no exige mucha técnica, siempre que se camina con calma. El recorrido de ida y vuelta se completa en unas dos horas, algo más si se explora el terreno.Durante el trayecto se atraviesan campos abiertos y antiguos restos hidráulicos. En días despejados, el horizonte alcanza a ver el cañón del Lozoya y, más lejos, la Sierra de Guadarrama. Conviene seguir los caminos marcados para evitar las zonas frágiles.Historia de las presas del Lozoya y claves para fotografiar el paisaje.La antigua presa del Pontón de la Oliva, construida en el siglo XIX, sirve como punto de partida y como referencia histórica del recorrido. Fue uno de los primeros intentos de llevar agua a Madrid y su presencia ayuda a entender la relación entre el río Lozoya, el terreno erosionado y el uso humano del valle.Las Cárcavas del Pontón de la Oliva muestran formas caprichosas y chimeneas de hadas. Un espacio geológico único junto a la presa más antigua del Canal de Isabel I.El entorno de Las Cárcavas del Pontón de la Oliva resulta especialmente agradecido para la fotografía por su variedad de formas y colores. La luz marca la diferencia. Las primeras horas del día y el atardecer ofrecen sombras largas y una iluminación suave que resalta volúmenes y texturas. El Sol alto del mediodía, en cambio, aplana el alivio y reduce el contraste.En cuanto a composición, el gran angular permite mostrar la amplitud del paisaje y la sensación de “bosque de piedra” que forman las cárcavas. Un teleobjetivo resulta útil para aislar detalles, patrones y superficies erosionadas. Conviene fijarse en las líneas naturales creadas por el agua y los senderos, así como alternar planos bajos para capturar la arcilla de cerca y puntos elevados para panorámicas amplias.Artículo relacionadoComares, el balcón blanco de la Axarquía fundado en el siglo VII a. C. que ni Napoleón logró doblegarEl contraste cromático entre los tonos ocres y rojizos del suelo, el azul del cielo y el verde disperso de la expansión refuerza la imagen. En días nublados, la luz difusa favorece los detalles; con Sol, las sombras añaden profundidad. Si aparece agua, una exposición larga puede suavizar el movimiento y contraponerlo a las formas estáticas. El calzado de montaña, agua y la protección solar completan el equipo básico junto a la cámara para recorrer las Cárcavas del Pontón de la Oliva.