Moverse dentro de la Estación Espacial Internacional (ISS) no es tan simple como flotar de un lado a otro. Aunque pueda parecer que la microgravedad facilita el desplazamiento, en realidad complica el control de movimientos, tanto para humanos como para robots. A esto se suma un entorno saturado de módulos, cables, experimentos y paneles, que convierten cada trayecto en una especie de laberinto tridimensional.Este contexto ha sido uno de los principales desafíos para los sistemas robóticos en el espacio, ya que la planificación de movimientos seguros y eficientes requiere cálculos complejos que superan la capacidad de muchos ordenadores espaciales. Sin embargo, un nuevo avance liderado por investigadores de Stanford ha abierto una puerta inesperada: el uso de inteligencia artificial para pilotar de forma autónoma al robot Astrobee en la ISS, logrando reducir tiempos de cálculo sin comprometer la seguridad.Astrobee: el robot que flota con inteligenciaAstrobee es un robot en forma de cubo, diseñado por NASA, que puede flotar libremente dentro de la Estación Espacial Internacional. Su función principal es asistir a los astronautas en tareas rutinarias como inspecciones, inventarios o transporte de pequeños objetos. Aunque ya contaba con cierta autonomía, dependía de trayectorias planificadas por humanos o por algoritmos tradicionales, que resultaban lentos e ineficientes.Aquí es donde entra en juego el trabajo del equipo de Stanford. Liderado por la investigadora Somrita Banerjee, el grupo desarrolló un sistema basado en aprendizaje automático que permite al robot planificar sus rutas de forma más rápida y precisa. En lugar de calcular cada nuevo trayecto desde cero, el sistema utiliza un «inicio en caliente» o warm start, es decir, parte de rutas previamente calculadas para optimizar la planificación.Es como si al preparar un viaje en coche, en lugar de trazar una ruta completamente nueva, comenzáramos desde un camino ya recorrido por otros conductores y simplemente ajustáramos el trayecto según las condiciones actuales. Este enfoque no solo ahorra tiempo, sino que también permite mantener altos estándares de seguridad, imprescindibles en un entorno tan delicado como la ISS.De la teoría a la práctica: pruebas dentro y fuera de órbitaAntes de probar el sistema en el espacio, los investigadores lo validaron en tierra firme, concretamente en el Ames Research Center de la NASA, en Silicon Valley. Allí se utilizó una mesa de granito con cojín de aire, similar a una mesa de hockey, para simular condiciones de microgravedad. Esta etapa permitió comprobar que el modelo era capaz de planificar trayectorias seguras en un entorno controlado.La prueba de fuego, sin embargo, llegó en la ISS. Durante una sesión de cuatro horas, los controladores de misión en Houston dirigieron a Astrobee para ejecutar 18 trayectorias distintas, cada una probada dos veces: una con el sistema tradicional y otra con la ayuda del «inicio en caliente» proporcionado por la IA. El resultado fue contundente: los planes generados con IA fueron entre un 50% y un 60% más rápidos en su cálculo.Todo esto se hizo bajo estrictas medidas de seguridad. Se implementaron obstáculos virtuales y sistemas de freno que podían detener el movimiento del robot en caso de detectar un posible riesgo de colisión. Además, los astronautas solo participaron en una breve configuración inicial, dejando todo el control en manos de los operadores terrestres. Este tipo de pruebas, denominadas «crew-minimal» por la NASA, buscan precisamente minimizar la carga de trabajo de la tripulación.El futuro de la autonomía espacialEl éxito de esta prueba marca un punto de inflexión para la robótica en el espacio. Como explicó Banerjee, los sistemas autónomos con garantías de seguridad no solo son una mejora, sino una necesidad para las misiones futuras. En viajes a destinos lejanos como la Luna o Marte, no será viable depender constantemente del control terrestre, debido a los largos tiempos de comunicación.Por ello, contar con robots autónomos capaces de planificar y ejecutar tareas complejas será clave para la exploración espacial. Estos podrán encargarse de tareas como el mantenimiento de instalaciones, la logística de equipos o incluso la realización de experimentos científicos, permitiendo que los astronautas se concentren en labores más críticas.El proyecto también resuelve uno de los grandes retos de la computación espacial: el hardware limitado. Los ordenadores que se usan en el espacio deben estar protegidos contra la radiación, lo que generalmente significa que son menos potentes que sus equivalentes en la Tierra. El sistema de IA desarrollado por Stanford está optimizado para funcionar en este tipo de hardware, demostrando que no se necesita una supercomputadora para lograr una inteligencia funcional en órbita.Un precedente para la colaboración humano-máquinaEl avance logrado con Astrobee también plantea nuevas posibilidades en la colaboración entre humanos y robots. En vez de depender completamente de la supervisión humana, los robots podrán actuar como asistentes inteligentes, capaces de adaptarse a situaciones cambiantes y resolver problemas por su cuenta. Esto podría traducirse en estaciones espaciales más eficientes, con robots que se ocupan de las tareas repetitivas o peligrosas.La visión a largo plazo es que estos sistemas no solo se queden en la ISS, sino que se integren en módulos lunares, bases marcianas o incluso en naves interplanetarias. Cada uno de estos entornos requerirá robots con diferentes capacidades, pero todos se beneficiarán de una autonomía confiable y segura.La noticia La inteligencia artificial toma el mando: así ayuda a pilotar robots en la Estación Espacial Internacional fue publicada originalmente en Wwwhatsnew.com por Natalia Polo.