Son días en los que la alegría se despendola y aparecen rescolditos de pena emitidos por personas que no sé si buscan la confrontación gratuita, que las compadezcan, o una llamada de auxilio para que alguien les dé un barniz en su astillado espíritu. Quizás sea una mezcla de las tres que acaba por conformar un carácter agrio. Hay gente a la que le pone de mala uva la felicidad ajena. Son los tristes. Y desde siempre he pensado que no hay un insulto más doloroso que ese. Pues los agravios verdaderamente punzantes con frecuencia carecen de esa ira genuina que luego sirve como coartada para dar marcha atrás. Te pueden llamar sinvergüenza, cabrón, capullo, idiota, imbécil, mamón. Incluso algo... Ver Más