PSR J2322-2650b no es un nombre fácil de recordar, pero el planeta que lleva esa denominación ha logrado captar la atención de la comunidad científica. Fue observado gracias al telescopio espacial James Webb, y lo que se descubrió sobre él ha dejado a los astrónomos con más preguntas que respuestas. Orbitando un púsar —una estrella de neutrones que gira rápidamente y emite radiación en pulsos regulares— este planeta gaseoso tiene una atmósfera que no encaja con ninguna teoría conocida de formación planetaria.Lo primero que sorprende de este exoplaneta es su forma: no es esferoidal como Júpiter, sino alargado, con un aspecto que recuerda a un limón deformado. Esta forma extraña es el resultado de la fuerza gravitacional extrema del púsar, que estira al planeta a lo largo de su órbita, situada a apenas un millón de millas de su estrella. Para tener una referencia, la Tierra está a cien millones de millas del Sol.Una atmósfera que no debería existirLos datos recopilados por el telescopio Webb revelan que la atmósfera de PSR J2322-2650b no está compuesta por los habituales vapor de agua, metano o dióxido de carbono. En su lugar, predominan moléculas de carbono, como C2 y C3, y una cantidad inesperadamente alta de helio. Lo curioso es que estas moléculas solo pueden dominar si hay una ausencia casi total de oxígeno y nitrógeno, elementos comunes en otros planetas.En palabras del investigador principal, Michael Zhang, esta composición no encaja ni con los procesos tradicionales de formación planetaria ni con los mecanismos conocidos en los sistemas tipo “viuda negra”. Éstos últimos consisten en sistemas binarios donde el púsar arrastra materia de una estrella compañera, evaporándola con su radiación. Sin embargo, en este caso, el compañero no es una estrella sino un planeta, y su composición rica en carbono tampoco cuadra con el remanente de una estrella evaporada.Un laboratorio natural sin distraccionesUna de las grandes ventajas de este sistema es que el planeta está iluminado por su estrella, pero el propio púsar no emite luz visible, lo que permite a los astrónomos observar la atmósfera del planeta sin interferencias. Es como ver un objeto al atardecer, bañado por la luz ambiental pero sin el deslumbramiento directo del sol. Esto ha permitido obtener un **espectro prado por la luz ambiental pero sin el deslumbramiento directo del sol. Esto ha permitido obtener un espectro pr\u00istino, una especie de huella química clara de la atmósfera, gracias a la visión infrarroja del telescopio Webb.Los datos indican que las temperaturas en la superficie del planeta varían entre 1.200 y 3.700 grados Fahrenheit, dependiendo de si se mide en el lado nocturno o diurno. En ese rango de temperaturas, los científicos creen que pueden formarse nubes de hollín, y en las profundidades del planeta, cristales de carbono que eventualmente podrían convertirse en diamantes.Una rareza en el catálogo de exoplanetasDe los más de 6.000 exoplanetas conocidos hasta ahora, solo unos pocos orbitan púsares, y PSR J2322-2650b es el único que se asemeja a un Júpiter caliente, es decir, un planeta gaseoso con altas temperaturas y una masa similar a la de Júpiter. Pero lo que realmente lo hace especial es su composición química.Peter Gao, del Carnegie Earth and Planets Laboratory, confesó que cuando recibieron los datos, su reacción fue de absoluto asombro: “¿Qué demonios es esto?”, recordó. Ningún modelo previo había predicho algo parecido, lo que sugiere que podríamos estar ante una nueva categoría de planetas, formados por procesos aún desconocidos.Roger Romani, otro de los autores del estudio, plantea una teoría interesante. Cree que el interior del planeta contiene una mezcla de carbono y oxígeno que, al enfriarse, comienza a cristalizar. Los cristales de carbono flotarían hacia arriba y se mezclarían con el helio de la atmósfera. Pero para que eso ocurra, algún proceso debe mantener alejados al oxígeno y al nitrógeno, lo que aún no se puede explicar.El papel clave del telescopio WebbNada de esto habría sido posible sin las características especiales del telescopio James Webb. Ubicado a un millón de millas de la Tierra y protegido por un escudo solar gigante, este observatorio espacial opera a temperaturas bajísimas, lo que le permite detectar las señales infrarrojas más tenues. Además, al observar un sistema sin una estrella brillante de por medio, Webb puede analizar en detalle los componentes atmosféricos sin interferencias.Este hallazgo es un claro ejemplo del tipo de descubrimientos inesperados que abre la era del Webb: mundos extraños con historias complejas, que nos obligan a replantear nuestras ideas sobre cómo se forman y evolucionan los planetas. PSR J2322-2650b podría ser el primero de muchos cuerpos celestes que desafíen nuestras categorías actuales.La noticia Un planeta de carbono y helio: la atmósfera inexplicable que detectó el telescopio Webb fue publicada originalmente en Wwwhatsnew.com por Natalia Polo.