Alain Aspect aprendió física cuántica “de verdad” en Camerún. No en la École Normale Supérieure de París, sino durante su servicio civil en África, leyendo un libro de Claude Cohen-Tannoudji mientras daba clases de física. Aquella obra —“que revolucionó la enseñanza de la física cuántica”, explica— le cambió la vida. Décadas después, Aspect demostró experimentalmente algo que la mayoría de físicos consideraban ciencia ficción: el entrelazamiento cuántico, ese fenómeno que Albert Einstein llamaba “acción fantasmal” y que no se creía. Es tan contraintuintivo que aún hoy cuesta creerlo: dos partículas están conectadas de una manera que la física clásica no puede explicar, y lo que le pasa a una afecta instantáneamente a la otra, aunque las separen kilómetros. Los experimentos de Aspect, en 1982, zanjaron un debate de medio siglo entre dos de los físicos más relevantes de la historia, Albert Einstein y Niels Bohr, y abrieron la puerta a la segunda revolución cuántica: ordenadores, criptografía y tecnologías que hoy mueven miles de millones de euros.Seguir leyendo