Unos paleontólogos reconstruyen el clima de hace miles de años en Europa con roedores, mosquitos y caracoles fósiles

Wait 5 sec.

Roedores fósiles, mosquitos de lago y caracoles terrestres guardan pistas térmicas del pasado, cada especie delata un clima. ¿Y si el mejor termómetro de Europa estuviera enterrado?Analizando qué especies vivían en cada lugar y en cada momento, los científicos pueden inferir con bastante fiabilidad qué temperaturas y condiciones ambientales había en el pasadoReconstruir el clima de hace miles o decenas de miles de años puede parecer una tarea imposible. No existían estaciones meteorológicas ni registros instrumentales, pero la naturaleza dejó huellas muy precisas. Algunas son químicas, como los isótopos en hielos o sedimentos, y otras son biológicas, como los restos fósiles de animales y plantas. Analizando qué especies vivían en cada lugar y en cada momento, los científicos pueden inferir con bastante fiabilidad qué temperaturas y condiciones ambientales predominaban en el pasado.Roedores fósiles, un “mapa térmico” de la Europa glacialUn equipo de paleontólogos de diversos centros de Europa ha demostrado que los roedores fósiles pueden funcionar como un auténtico termómetro natural del pasado. El trabajo se basa en un principio ecológico bien conocido: cada especie tiene unos límites de tolerancia climática. Algunas prosperan en ambientes fríos y secos; otras requieren climas más templados o húmedos. Cuando aparecen juntas en un yacimiento, la comunidad completa actúa como una firma ambiental.Late Pleistocene temperature patterns in the Western Palearctic: insights from rodent associations compared with general circulation modelshttps://t.co/7kZGf84ysR pic.twitter.com/TtQSFwzHTL— PMMV (@_pmmv_) October 24, 2025Los investigadores han analizado cientos de asociaciones de roedores fósiles del Paleártico occidental, en Europa, Próximo Oriente y norte de África, y las han comparado con la distribución climática actual de esas mismas especies. Mediante modelos estadísticos avanzados, han traducido esas comunidades en valores cuantitativos de temperatura media anual y de temperaturas medias del mes más frío y del más cálido.El resultado no son solo datos puntuales, sino mapas continuos de temperatura para distintos momentos clave del final del Pleistoceno, incluido el Último Máximo Glacial y fases de cambios climáticos abruptos. Al comparar estos mapas con los generados por modelos climáticos globales, la coincidencia general es notable. Esto refuerza la idea de que los roedores fósiles son un proxy climático robusto a gran escala.La investigación sugiere que durante el Último Máximo Glacial, Europa occidental fue especialmente fríaAdemás, el estudio revela matices regionales relevantes. Por ejemplo, durante el Último Máximo Glacial, Europa occidental aparece como especialmente fría, mientras que las zonas orientales muestran valores relativamente más suaves. También se detectan respuestas desiguales en episodios rápidos de enfriamiento o calentamiento, lo que subraya que el clima no cambia de forma homogénea en todo el continente.Los insectos que registran el calor del veranoOtro termómetro biológico procede de los insectos. Aunque popularmente se habla de “mosquitos”, muchos estudios paleoclimáticos utilizan quironómidos, insectos acuáticos emparentados cuyos restos larvarios se conservan en los sedimentos de los lagos. Estas especies son extremadamente sensibles a la temperatura estival, lo que las convierte en indicadores muy precisos del calor del verano.El análisis de quironómidos fósiles ha permitido reconstruir la evolución de la temperatura media de julio a lo largo del HolocenoEn ambientes de alta montaña, como Sierra Nevada, el análisis de quironómidos fósiles ha permitido reconstruir la evolución de la temperatura media de julio a lo largo del Holoceno. Los registros muestran alternancia de fases cálidas y frías coherentes con la historia climática conocida y, de forma especialmente clara, un calentamiento reciente que destaca por su intensidad en estos ecosistemas de montaña, muy sensibles a los cambios térmicos.El clima grabado en la concha de los caracolesEl tercer ejemplo es internacional, se trata de los caracoles terrestres. Sus conchas crecen incorporando señales isotópicas relacionadas con el agua que consumen y con las condiciones ambientales del entorno. Analizando la composición isotópica de una misma concha con gran detalle, los científicos pueden reconstruir variaciones climáticas con una resolución muy alta, incluso a escalas casi estacionales.Este enfoque permite obtener información directa sobre la variabilidad del clima terrestre en el pasado, complementando los registros más clásicos basados en hielos o sedimentos marinos, y aportando una visión más cercana a los ecosistemas continentales.Artículo relacionadoEl día que un dinosaurio caminó por Soria y dejó su huella para siempre: guía para visitar las icnitasRoedores, quironómidos y caracoles no cuentan exactamente la misma historia ni lo hacen a la misma escala. Los roedores ofrecen una visión espacial amplia, los insectos aportan series temporales muy sensibles al verano y los caracoles permiten un nivel de detalle excepcional. Pero su convergencia es una de las bases más fiables para entender cómo ha cambiado el clima de la Tierra… y cómo puede cambiar en el futuro.Referencias de la noticiaHernández Fernández, M., García-Alix, A., Lécuyer, C., et al. (2025). Reconstructing Western Palearctic climate during the last glacial period using rodent fossil assemblages. Climate of the Past, 21, 1821–1845.Oster, J. L., Dettman, D. L., McGlue, M. M., Huth, T. E., y Pérez, L. (2024). High-resolution terrestrial climate reconstructions from within-shell oxygen isotope variability of land snails. Geophysical Research Letters, 51, e2023GL107835.Jiménez-Moreno, G., Heiri, O., García-Alix, A., et al.(2023). Holocene summer temperature reconstruction based on a chironomid record from Sierra Nevada, southern Spain. Quaternary Science Reviews, 319, 108343.