Comer apurado parece inofensivo, casi automático. Sin embargo, especialistas advierten que este gesto cotidiano puede ser una señal silenciosa de desequilibrios emocionales y físicos. Detrás de la velocidad al comer se esconden patrones psicológicos, reacciones hormonales y riesgos que muchas personas pasan por alto hasta que el cuerpo empieza a reclamar atención.