Crítica de 'Father Mother Sister Brother' (***): estampas del roce en los puntos suspensivos entre padres e hijos

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No es preciso ser adicto al cine siempre a contrapelo del director Jim Jarmusch para reconocer en él a un auténtico creador , un cineasta que inventa el terreno según lo pisa y un tipo que nació moderno y se morirá aún más moderno. Desde sus primeras y escabrosas películas, como 'Extraños en el paraíso' o 'Bajo el peso de la ley' (o el corto absurdo y genial 'Café y cigarrillos'), o aquel alarde novedoso y romántico que tituló 'Mystery Train', Jarmusch ha explorado sus posibilidades narrativas, cómicas, dramáticas y sentimentales hasta removerle a sus espectadores los conceptos de aburrimiento, rutina, reiteración y hacerlos interesantes y atractivos. En su anterior gran película a esta que ahora estrena, 'Paterson', Jarmusch además construía poesía y tensiones emocionales con sus habituales procedimientos átonos y rutinarios: se dejaba ver como un cineasta hecho, veterano, moderno, provocador y sentimental. En ' Father Mother Sister Brother ' da un paso más hacia algún lado, tal vez el lado del hombre que conoce ya los interiores del ser humano como un mono su árbol y que puede tocar allí las teclas más sensibles para hacerlos evidentes sin dejar de ser enormemente sutil. Son tres relatos, tres piezas separadas que hablan (no muy alto, en bajito, allá al fondo y sin faltar) de ese complejo tejido sentimental entre padres, madres, hijos, hermanos, algo que, en mayor o menor medida, somos todos y todos hemos sentido o, más aún, eludido notar que lo hemos sentido. La primera de las tramas, la más explosiva, cuenta el viaje de dos hermanos hasta la casa de su olvidado padre, que los espera allí lleno de penurias y achaques en su lugar alejado y desvencijado en medio de un precioso y solitario bosque. Un golpe de hacha bien trabajado y en el que deja ver el malestar amargo, la molestia necesaria en esa reunión que tienen y que todos querrían ya haber tenido. Magníficamente interpretada por el hosco Tom Waits y por Adam Driver y Mayim Bialik (la Amy Farrah novia de Sheldon Cooper en 'The Big Bang Theory') y cómo convierte el hielo dramático de las situaciones y relaciones en un juego vitalista y jocoso es lo que podríamos considerar el sello de Jarmusch para divertir e intrigar con el aire de lo monótono. En la segunda cambia de temperatura y lugar y aloja a sus personajes en Dublin, una madre elegante y perfecta que espera a sus dos hijas, no tan perfectas y elegantes, para celebrar su reunión anual y tomar un té con pastas entre el frío de la conversación. Aparentemente insulsa, evidentemente sin picos dramáticos, elocuentemente parlanchina entre silencios, miradas y pensamientos de esos mundos intocables en los que viven. Sensaciones que vemos en las tres excelentes actrices en escena, Charlotte Rampling , Cate Blanchett y Vicky Krieps . Y la tercera, más movida, en París y con dos hermanos, singulares y mellizos, situados ante el trance supremo de vaciar y cerrar la casa de sus padres fallecidos, esa epifanía que revela amarguras y recuerdos alegres y despierta la sensación de ese verbo terrible (casi siempre) de heredar lo mucho, lo poco, lo bueno, lo malo… Tres historias desconectadas entre sí, pero que Jarmusch conecta con la sutileza de algunas frases y alguna situación, y con la idea de que hay que mirar dentro de su cáscara para ver lo mucho que tienen en común entre ellas y con cualquiera. Sentimientos esparcidos con sabiduría de hombre viejo, pero muy al día y muy sensible. Hasta ahí llega el modernísimo Jarmusch, hasta mostrar, pero no abiertamente, su sensibilidad.