Entender que nuestros recuerdos no son fiables no debería inquietarnos, sino hacernos más humildes. El cerebro no es un disco duro, sino un narrador incansable que reescribe nuestra historia cada vez que la contamos.El hecho de recordar no ocurre solo en el hipocampo: la amígdala añade carga emocional a los recuerdos y la corteza prefrontal los reorganiza según nuestras creencias actuales. Por eso, al evocar el pasado, el cerebro no solo recuerda, sino que interpreta.El cerebro, ese gran desconocido: pesa poco más de un kilo y medio, consume cerca del 20% de la energía del cuerpo y, aun así, seguimos lejos de comprenderlo por completo. Durante décadas lo hemos comparado con un ordenador: almacena datos, los clasifica y los recupera cuando los necesitamos. Sin embargo, la neurociencia moderna ha desmontado esa metáfora con contundencia. Tu cerebro no guarda recuerdos como archivos intactos. Recordar es, en realidad, un proceso inestable, creativo y sorprendentemente poco fiable.Memoria a corto y largo plazo: dos sistemas, dos lógicasPara entender cómo recordamos, conviene empezar por una distinción básica: la memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo. La primera, que también se conoce como memoria de trabajo, es limitada y efímera. Nos permite retener información durante segundos o minutos: un número de teléfono antes de marcarlo, una dirección mientras la buscamos en el mapa, una frase que acabamos de oír.Entender tu cerebro es entender por qué sientes, reaccionas, aprendes o te bloqueas.Estas son las 6 estructuras que dirigen tu vida diaria sin que te des cuenta pic.twitter.com/chtUs6HGIE— Memoria Habil (@MemoriaHabil) December 10, 2025La memoria a largo plazo, en cambio, es el gran archivo vital. Allí se almacenan recuerdos autobiográficos, conocimientos, habilidades y emociones asociadas a experiencias pasadas. Pero no se trata de un simple traspaso automático desde la memoria a corto plazo. Para que un recuerdo “cuaje”, necesita consolidarse, y ese proceso es selectivo, frágil y profundamente influido por la atención, la emoción y el contexto.El hipocampo, el bibliotecario de los recuerdosEn el centro de este proceso se encuentra el hipocampo, una estructura con forma de caballito de mar situada en el lóbulo temporal. Su función no es tanto almacenar recuerdos como organizarlos y distribuirlos. Actúa como un bibliotecario: decide qué información merece conservarse, cómo se relaciona con recuerdos previos y dónde se “archiva” en la corteza cerebral.Si pudieramos ver dentro de nuestro cerebro, sería probablemente así...Este video presenta un caleidoscopio de colores dentro del tejido cerebral, y cada color representa una proteína diferente. Son ocho proteínas en un corte del hipocampo del cerebro de un ratón y tienen un pic.twitter.com/YvtzovdTA2— Rosario in Paris ᥫ᭡ (@chayito09) December 12, 2025Daños en el hipocampo, como los observados en ciertos traumatismos o enfermedades neurodegenerativas, provocan una incapacidad para formar nuevos recuerdos a largo plazo. El resultado es una vida anclada en un presente continuo, donde el pasado reciente se desvanece una y otra vez.Sinapsis: cuando recordar es cambiar el cerebroLo cierto es que la memoria no vive en un lugar concreto, sino en las conexiones entre neuronas. Estas conexiones, llamadas sinapsis, se fortalecen o debilitan en función de la experiencia. Aprender algo nuevo implica modificar físicamente el cerebro: nuevas rutas neuronales se refuerzan, otras se debilitan y algunas desaparecen.En el cerebro, la mayoría de las conexiones rápidas entre neuronas dependen del glutamato, el principal neurotransmisor excitador. Neurotransmisor: Sustancia que transmite señales entre neuronas. Cuando se libera en una sinapsis, el glutamato activa receptores que transforman pic.twitter.com/fjS0MZgiW9— Carlos Rebolleda (@RebolledaGil) December 22, 2025Este fenómeno, conocido como plasticidad sináptica, explica por qué recordar no es un acto pasivo. Cada vez que evocamos un recuerdo, reactivamos esas conexiones. Y al hacerlo, las alteramos ligeramente. El recuerdo cambia.La memoria como proceso reconstructivoAquí reside una de las ideas más desconcertantes de la neurociencia: la memoria no es una reproducción fiel del pasado, sino una reconstrucción. Cuando recordamos un acontecimiento, no “reproducimos” una grabación, sino que reconstruimos la escena a partir de fragmentos: sensaciones, emociones, conocimientos actuales y expectativas.Te presento a Henry Molaison.- No recordaba lo que había comido una hora antes- No sabía qué edad tenía- No podía guardar recuerdos nuevosPero gracias a él, hoy sabemos cómo funciona la memoria humana pic.twitter.com/D266OGSWse— Emilio Sánchez Lozano (@EmilioSLozano) April 21, 2025Esto significa que los recuerdos son maleables. Pueden contaminarse con información posterior, reinterpretarse con el paso del tiempo o adaptarse a la narrativa que tenemos de nosotros mismos. Por eso dos personas que vivieron el mismo evento pueden recordarlo de forma radicalmente distinta, y ambas estar convencidas de tener razón.Artículo relacionadoA los 9, 32, 66 y 83 años, el cerebro da un giro: unos científicos de Cambridge explican qué significa para tu menteLejos de ser un defecto, esta inexactitud tiene una función adaptativa. Un cerebro flexible, capaz de reinterpretar el pasado, es más útil que uno obsesionado con la precisión absoluta. La memoria sirve para anticipar, decidir y sobrevivir, no para actuar como un archivo notarial.