27 días: Demasiado tarde para reencontrarnos

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Años de amor y desamor. Recuerdos que aún duelen y una pasión que nunca aprendió dónde estaba la salida. Éramos demasiado jóvenes para mirarnos a los ojos y entender lo que realmente queríamos. Entre palabras no dichas y heridas sin cerrar, coincidimos casi por casualidad. Un encuentro que nunca imaginé, pero que en el fondo siempre anhelé. Fue el mejor momento para el peor instante; así lo describo. Él, casado. Ella, separada. Las lágrimas trajeron de golpe todos los recuerdos. En un espacio lleno de gente, parecían estar solos: desorientados, sin comprender por qué la vida decidió separarlos cuando más se amaban. Así es la historia de una pareja que conozco. De esas historias que necesitan canciones de fondo porque sobran las palabras. De esas que duelen porque se parecen demasiado a la nuestra. Todas, en algún momento, hemos vivido algo parecido a este cuento de dos. En el amor no hay malas decisiones; hay comienzos y finales, no siempre felices. Algunos finales duelen más que otros. Un amor verdadero no se acaba: cambia de forma, se esconde, aprende a callar. Tal vez no siempre terminemos al lado del amor de nuestra vida, pero siempre ocupará un lugar seguro en el corazón. Quiero creer que a esta historia aún le faltan capítulos. Porque la vida se escribe mientras se vive. Porque aquello que una vez se amó vive para siempre: puede dormir, descansar, levantarse y seguir existiendo, cerca o lejos, pero nunca muerto. Frente a mí se dieron un abrazo que, creo, aún no termina. Un abrazo eterno, pase lo que pase. Bastaron esos minutos para que ambos entendieran que la fuerza y la valentía no viven en la mente ni en la lógica, sino en el corazón. Comprendieron por qué se amaron tanto y durante tanto tiempo. Incluso hubo espacio para aceptar por qué no funcionó… y lamentarlo. Maduramos, y es el pasado quien nos despierta. Nos recuerda lo torpes que podemos ser cuando confundimos el amor con el momento, el deseo con el miedo. Al final, todos perdemos algo. Yo siempre apuesto al amor. Porque el amor también sufre cuando cae en las manos equivocadas, pero no huye; se queda, esperando otro momento, otra oportunidad. Y quiero creer que, si esta historia es como la imagino, aún no termina, porque sigue tan viva como el primer día.