La ciudad se prepara para el cambio de año con la guardia en alto. La sensación de que algo puede ocurrir es fruto de una memoria que siempre vuelve al diciembre de 2001 cuando desfilaron cinco presidentes en pocos días. La zozobra no solo es política sino climática. Buenos Aires verdaderamente arde cuando las temperaturas suben más allá de los 30 grados y el verano 2026 se perfila más caluroso que los precedentes. El estío y el hastío no son un mero juego de palabras. La canícula se inyecta en el asfalto y el cemento. Se vive dentro de un horno. Todo sucede en cámara lenta. Lo mejor es subirse a algunas líneas de metro porque tienen aire acondicionado, aunque sea para viajar por viajar y esconderse bajo tierra del bochorno. Las que no cuentan con refrigeración invitan a una temporada en el infierno.Seguir leyendo....