Criticar al periodista por hacer su trabajo no hace desaparecer la realidad que denuncia. El silencio mata la democracia, y preguntar, no es traición; es un deber. El control democrático también les corresponde. En los último días se han producido indicaciones y descalificaciones, más o menos subrepticias e incluso explícitas, sobre lo que un periodista puede o no preguntar. Me refiero a las cuestiones formuladas por el corresponsal de ABC en Washington, por haber preguntado a Donald Trump: «Usted está hablando ahora de gasto militar. Ha dicho que quiere expulsar a España de la OTAN. Eso no se puede hacer porque no se contempla. Y ha dicho que quiere aplicar sanciones, pero si se las aplica se las tendría que aplicar en principio a toda la U.E. Y yo creo que mi pregunta es bastante sencilla, ¿cuál es la alternativa?, ¿o está pensando en alguna otra opción?». Creo que la cuestión planteada resulta indudablemente de interés general para los españoles, y David Alandete es en ese momento un representante acreditado ante la Casa Blanca de la prensa española. La ministra Robles manifiesta que «se ha atribuido una cierta intención de la prensa, con preguntas al mandatario norteamericano, en las que en la propia pregunta va implícita una respuesta». Y Óscar Puente escribió lo de «otro patriota del ABC con acreditación para preguntar en la Casa Blanca, que la utiliza para preguntarle todos los días a Trump por los supuestos incumplimientos de España con la OTAN. Quieren tanto a su país…». Señor Puente, no hay patriotismo en callar la verdad. La función preferente de cualquier periodista, no es su condición de patriota, sino la de trasladar información veraz y relevante. Mario Vargas Llosa mantuvo que «sin periodismo libre no hay libertad». No se protejan tanto y pongan en práctica esa transparencia que tanto postulan y tanto repudian. Rafael Sánchez Mera. Badajoz