Durante mucho tiempo, la arqueología se ha vinculado a la imagen clásica del explorador con pincel en mano, hincado junto a un montículo de tierra, extrayendo con delicadeza fragmentos del pasado. Pero esa escena tradicional está dando paso a otra, mucho más digital y potenciada por herramientas tecnológicas que redefinen la forma en que entendemos la historia humana. Hoy, los arqueólogos no solo excavan con palas, sino también con algoritmos.Jesse Casana, arqueólogo y director del Spatial Archeometry Lab en Dartmouth College, se enfrentaba a un problema que muchos en su campo conocen bien: un volumen abrumador de datos. Su investigación sobre antiguos fuertes romanos en el Medio Oriente requería revisar miles de imágenes aéreas captadas por drones y aviones. Aunque tiene una gran experiencia y un ojo entrenado, el ritmo humano simplemente no puede competir con la cantidad de información disponible.La inteligencia artificial entra en escenaCasana comenzó a preguntarse si podría entrenar un modelo de inteligencia artificial para reconocer patrones en estas imágenes. Inspirado por el auge de herramientas como ChatGPT y los avances en el reconocimiento de imágenes en medicina, se lanzó a experimentar con una idea: la «IA-rqueología». Su objetivo no era reemplazar al ojo humano, sino complementarlo con un «amigo digital» capaz de detectar estructuras antiguas a gran velocidad.Este enfoque tiene antecedentes. Desde las primeras fotografías aéreas tomadas con globos aerostáticos sobre Stonehenge, los arqueólogos han aprovechado la vista desde el cielo para encontrar patrones invisibles desde el suelo. Con la llegada de los drones, sensores térmicos, radares de penetración terrestre (GPR) y tecnología LIDAR, el campo dio un salto hacia lo digital. Ahora, la inteligencia artificial ofrece una capa más de profundidad en el análisis.Ventajas de un arqueólogo digitalLos modelos actuales de IA aprenden a partir de ejemplos. Esto significa que, si se les alimenta con suficientes imágenes de estructuras como los caravanserais —antiguos refugios para viajeros de la Ruta de la Seda—, pueden aprender a identificarlos en nuevos mapas o fotos. Emily Hammer, experta en humanidades digitales en la Universidad de Pennsylvania, destaca que estas construcciones tienen patrones arquitectónicos consistentes: patios centrales, entradas monumentales, áreas para animales. Esa regularidad facilita el entrenamiento de la IA.Lo interesante es que, una vez entrenado, el sistema puede buscar estructuras similares en otras regiones o épocas. Hammer y Casana planean aplicar este modelo a mapas soviéticos del siglo XX, cuyas precisas representaciones topográficas pueden esconder pistas valiosas. Además, las fotografías aéreas recientemente desclasificadas de satélites espía capturaron paisajes que ya no existen por efecto de la urbanización, la agricultura mecanizada o los conflictos. Estas imágenes digitales son, en muchos casos, la única evidencia de sitios ya desaparecidos.Excavaciones sin palasUno de los aportes más significativos de esta metodología es su capacidad para reducir la necesidad de excavaciones físicas. Casana lo expresa con claridad: “Si no tengo que volver a cavar otro agujero, estaré conforme”. Y es que excavar no solo es costoso y lento, sino que implica dilemas éticos, especialmente en terrenos privados o zonas de interés cultural para comunidades locales. Además, cada excavación genera miles de objetos que requieren catalogación, conservación y espacio.Gracias a estas herramientas, los arqueólogos pueden mapear, interpretar y documentar sin alterar el entorno. Es una forma de practicar una arqueología más respetuosa, como si se tratara de mirar una película del pasado sin romper la pantalla.Limitaciones y peligros de delegar demasiadoA pesar de sus bondades, la IA no reemplaza el juicio humano. Las imágenes aéreas, por detalladas que sean, ofrecen una vista «aplanada» del tiempo. Solo una excavación puede revelar la secuencia cronológica de un asentamiento: si fue una aldea que creció hasta volverse ciudad o una ciudad que decayó. La inteligencia artificial puede detectar patrones, pero carece del contexto histórico para interpretarlos por completo.También hay que tener cuidado con los sesgos. Colleen Morgan, experta en arqueología digital en la Universidad de York, advierte que los sistemas generativos de IA pueden perpetuar visiones distorsionadas del pasado, como aquellas que muestran exclusivamente a hombres cazando o ejerciendo liderazgo. Sin supervisión humana, podría repetirse una historia parcial y desequilibrada.Por otro lado, existe el potencial de que la IA ayude a corregir esos sesgos. Al no tener preferencias culturales o temáticas, puede detectar estructuras más humildes, como viviendas comunes, que muchas veces han sido ignoradas por arqueólogos humanos enfocados en palacios y templos. Así, se podría reconstruir una historia más completa, donde también tengan voz quienes vivieron fuera del poder.Un trabajo colaborativo entre humanos y máquinasEn esta nueva etapa de la arqueología, las máquinas no sustituyen a los arqueólogos, pero sí los ayudan a ver más rápido y más lejos. Casana lo resume con sencillez: la IA analiza datos, los humanos interpretan el significado. Es como tener una lupa gigante que muestra detalles invisibles, pero se necesita experiencia para entender qué significan esas formas en la tierra.Esta sinergia entre tecnología e historia está cambiando la forma en que contamos el pasado. Con cada imagen aérea revisada, con cada patrón detectado, estamos abriendo nuevas puertas al conocimiento. Sin destruir ni perturbar, solo observando con más atención.La noticia La arqueología digital se fortalece con inteligencia artificial: una nueva forma de mirar el pasado fue publicada originalmente en Wwwhatsnew.com por Natalia Polo.