“No se sorprendan si las personas de Gaza les repiten que la muerte es una salvación”, asegura, sentado en la arena bajo el incesante sol de mediodía, Hamada Abu Hassan, mientras vuelve sus ojos vacíos de vida hacia las voces de sus hijos, Salama, de 18 años, y Anas, de 15, y les da instrucciones sobre cómo cavar en una duna del sur de la Franja.Seguir leyendo