Cuenta Concha Maestre, 76 años, que había escuchado por la radio algo sobre unos programas para evitar la soledad. Luego, en Pamplona, su ciudad, se topó, en un cumpleaños, con una de las educadoras sociales de Fundación Pauma y se lanzó a probar. Hoy, un año después, dice estar más que «encantada». Soltera y sin hijos, asegura que, de sentirse sola, nada de nada. En este año ha aprendido a gestionar emociones, del miedo a la tristeza. «Se puede ser más feliz», concluye. Y claro, queremos saber cómo. «Pues practicando», contesta sin dudarlo. Destaca tres claves para ello: «Hay que intentar recuperar la fortaleza, encontrarle el sentido a la vida y volver a socializar con el entorno». «En la Fundación te hacen sentir muy bien, te orientan muy bien, yo vengo cuando puedo», añade. En estos últimos 12 meses, Concha, que arrastra problemas de movilidad, también ha aprendido otras cosas. Nada fáciles, como jugar al ajedrez. Ante la pregunta de si cree que hoy vive mejor que sus abuelos, no titubea: «Sí, por supuesto, también contamos con otros medios, tenemos la tecnología…». Consciente de la etapa que está viviendo y de los cambios que conlleva, es la propia Concha la que saca en la conversación el concepto «nuevas longevidades». Dice que «hay que echarles una miradita», lo que incluye, afirma, la necesidad de trabajar en ellas: «La vida se nos da, hay que aprovecharla y disfrutarla viviendo el presente». Concha es una de las decenas de personas mayores que trabajan con la Fundación Pauma, junto a Fundación Caja Navarra, Fundación La Caixa y el Ayuntamiento de Pamplona. Todo dentro del programa 'Siempre Acompañados' de la Fundación la Caixa que ha atendido de forma personalizada a más de 3.300 personas en situación de soledad en lo que va de este 2025 en 15 ciudades españolas. Al escuchar a Concha se confirman los datos de un último estudio sobre los resultados del Programa. Tras pasar por él, más del 80% de los participantes perciben que ha aumentado la confianza en sí mismos, que comprenden mejor sus emociones y que conectan más con sus amigos y familiares. Además, con el acompañamiento, el sentimiento de soledad se reduce de forma muy significativa, especialmente entre las personas con mayor vulnerabilidad. Lo dice Concha y lo ratifica Mirentxu Araiz, psicóloga del programa en Fundación Pauma. Al hilo de la celebración este 1 de octubre del Día Internacional de las Personas Mayores, nos explica cómo funciona el servicio. En su equipo cuenta además con Ana, educadora social, e Isabel, trabajadora social. «Trabajamos con los mayores de forma individual, grupal y también hacemos sensibilización social», desgrana. Porque esa parte, la de la lucha contra el edadismo, sigue siendo una asignatura pendiente en la sociedad. Entre las últimas actividades para esa concienciación, Pauma ha organizado un coro góspel. Además de Concha, hoy está con la psicóloga otra de sus alumnas aventajadas en el programa. Gloria Fortún tiene 77 años, está casada, tiene hijos y nietos y es la cuidadora principal de un marido con problemas físicos. Ella acudió a la fundación al jubilarse porque quería saber qué cosas podía hacer en el barrio. Lleva tres años en el Programa. «Siento esa necesidad de hablar con la gente», asegura. Saca ratos para trabajar en su vida social. Quizá porque durante su etapa laboral trabajó en el INEM, era orientadora laboral. ¿Le está devolviendo la sociedad ahora lo que usted le aportó a ella? Considera que sí. «He cotizado, hemos pagado mucho…». Ha trabajado mucho la gestión de emociones. «Hay mucha gente que se encierra en su victimismo, en el miedo, en la ansiedad. Yo me levanto cantando», relata Gloria. Así que, también le pregunto: ¿Vive mejor que sus abuelos? No es taxativa en su respuesta: «Es diferente, no lo sé… Mis abuelos estaban más en casa, siempre con gente. Ahora queremos más…». Aquí, Gloria comparte una de sus claves para trabajar en esta nueva etapa. Una que, en el fondo, suena igual para mayores que para jóvenes: «Hay que frenar un poco, vivimos muy acelerados», aconseja. Incide en la importancia de la compañía: «He aprendido a valorar a todas las personas y a empatizar con ellas». A sus 77 años, más que arrepentirse o querer cambiar algo de su vida, dice que le hubiera gustado haber aprendido inglés. Ante tanta vitalidad, le pedimos un consejo para los que estamos en las décadas precedentes y queremos, además de llegar a mayores, hacerlo en buena forma: «La vejez no llega de repente, se camina hacia ella, así que, desde el principio, hay que ir preparándose». Con alumnas como estas, ¿da gusto trabajar, verdad?, le preguntamos a Mirentxu Araiz, la psicóloga del Programa. No lo niega. Ambas mujeres han seguido un itinerario para prevenir la soledad. «Con cada persona hacemos un planning, para ir trabajando de diferentes maneras, con más o menos apoyo individual, poco a poco vemos cómo la gente lo consigue y al final vemos como se crean redes naturales de relaciones significativas». Tanto es así que tanto Concha como Gloria reconocen que, al final, les falta tiempo para hacer todas las actividades que les gustarían. No se puede llegar a todas las clases de gimnasia ni a todas las quedadas. Pero sí han conseguido, y eso es lo importante, sentirse siempre acompañadas.